La capital de Estados Unidos sufre de gigantismo: todos los edificios son enormes, las avenidas inmensas y las distancias a pie son agotadoras. Hoy seremos por un día el Robert Langdon de El Símbolo Perdido, ¿descubriremos los misterios escondidos en la ciudad?
A las 8 de la mañana ya estamos al lado del Capitolio. El día es soleado, aunque la temperatura mañanera es bastante fresca y se agradece la manga larga. Tenemos concertada la visita a las nueve y media, así que, primero probamos suerte a ver si nos dejan ver la Biblioteca del Congreso, que es un edificio adyacente. Para la seguridad de la que presume esta ciudad, nos dejan entrar hasta el hígado y admirar su esplendoroso interior. La sala de lectura es una maravilla, lástima que no dejen hacer fotos.
Desde la Biblioteca recorremos un túnel subterráneo y aparecemos en el Capitolio. Nuestro guía parece un poco tarado; esperamos que sea por darle un toque enigmático a la visita. El interior es fastuoso, como algún gran hermano diría: esculturas por todos los lados, pinturas con alegorías, referencias históricas... pero aquí lo que interesa es saber la marca de cera que usan, porque el suelo está tan brillante que casi te ves reflejado.
La visita es muy 'informativa', pero, a excepción del hall bajo la cúpula, no te enseñan mucho más. Como uno no viene a Washington todos los días, preguntamos a ver si podemos ver la Sala del Congreso. Sabíamos que teníamos que solicitárselo a un congresista, pero preguntando por ahí... acabamos en un mostrador donde nos dan una entrada para poder visitarlo, firmada por un senador. Yo apuesto a que es el de Arkansas, que no llena el cupo. Después de andar ocho pasillos, tres ascesores y cuatro controles de seguridad... ¡¡objetivo conseguido!! La sala no es muy grande, así que congreseros y congreseras se darán calorcito en las temporadas invernales.
Ya que estamos, vamos a por el órdago y pedimos ver el Senado, que se encuentra en el ala opuesta. Más pasillos, escaleras, ascensores y controles de seguridad... y nos plantamos en el senado, con sesión plenaria y todo. A parte de la mesa presidencial sólo ha asistido un senador... por la hora que es, los demás estarán en el pincho de tortilla, o, mejor dicho, con el perrito caliente. Ahora sí, la visita al Capitolio podemos decir que ha sido completa.
El Mall, ese espacio ajardinado en frente del Capitolio es ideal para salir a correr... sobre todo cuando tienes una entrada al Washington Monument y veinte minutos para llegar hasta él. Con forma de obelisco gigante, confunde a la distancia a la que piensas que está... empiezas pensando que vas sobrado, pasar a pensar que hay que aligerar y terminas arrepindiéndote de no haber imitado a toda la gente que ves corriendo en el parque de enfrente de casa. Para colmo, el esfuerzo se ve frustrado cuando nos dicen que se encuentra cerrado debido al terremoto que hubo hace dos semanas. ¡¡¡¡ Noooooo !!!! Subir hasta la puntita del obelisco era uno de los platos fuertes de nuestra visita a Washington, ¡¡ con las entradas compradas desde hace tres meses !!
Bueno, para echarse a llorar ya está el Sávame Deluxe, así que hay que aprovechar ese tiempo en disfrutar de otros lugares, ¡por memoriales va a ser! Del de la 2ª Guerra Mundial vamos al de la Guerra de Korea, luego al de Martin Luther King, más tarde al de Roosevelt y luego al de Jefferson. Y claro, ¡¡no los podían poner todos juntos!!
¿Cansados de memoriales? Pues cambiémos a ir de museos. Al fin y al cabo el Mall tiene la mayor concetración de museos del mundo, con nada más y nada menos que 19. Como meternos a ver cuadros nos puede rematar del todo, elegimos los más 'visuales', que todo lo necesario para disfrutarlo sea simplemente mirar. Así pues, visitamos primero el jardín de esculturas del museo Hirshhorn, con esculturas de Calder, Lichtestein y del español Juan Muñoz entre otros. Luego, visitamos el museo aero-espacial, que es muy interesante, pues está desde el primer avión que voló de los hermanos Wright hasta cohetes de la NASA. El museo Indio-Americano era otro de los que teníamos pensado ver, pero nuestras piernecillas cansadas deciden ir a otro jardín de esculturas, el de la Galería Nacional. Nos llama la atención que hay una réplica de una entrada del metro de París, y una araña de Louise Bourgeois, autora de la araña del museo Guggenheim de Bilbao.
Un último paseo nos lleva desde el cuartel general del FBI y la Antigua Oficina de Correos hasta la fachada principal de la Casa Blanca. Toca irse despidiendo de la capital norteamericana...
Esos que dicen que Washington se ve en un día, que confiesen que lo que querían en realidad era tener un día más para Nueva York, que es más 'cool'. Ésta es una ciudad para verla con calma y además, descubrir los barrios periféricos, para los cuales al final no hemos tenido tiempo.
Antes de salir del distrito federal, visitamos en el sur el monumento masón a George Washington. Es un edificio de cien metros de altura que evoca al faro de Alejandría y que está lleno de simbología masónica.
Hoy es viernes y se nota en el tráfico. Salir del área metropolitana nos lleva más de una hora... esto sí que es igual en todas las grandes ciudades: la gran estampida festiva de los urbanitas a la campiña.
jopa, como os los estais currando.ya veo que os lo estais pasando de cine. Ama y aita van a la biblioteca para meterse en vuestro blog pero no saben como meter comentarios pero me dicen que os diga que Untxi esta muy bien y que como bien.Agur txicos.
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