24 sept 2011

Estado de Nueva York: De Niágara a Syracusse

Hoy hemos dormido en un motel de esos en los que la puerta da directamente a la calle y puedes aparcar delante. Si ayer hubiésemos comprado más cosas, al abrir el maletero la maleta hubiese salido disparada entrando directamente a la habitación y la colada de Pablo, situada en la bandeja del maletero, hubiese acabado en la parabólica. Silla en la puerta, moqueta y baño con ventana por la que escapar... y digo yo... ¿qué se inventó en Hollywood? Capturas el día a día en 8 mílimetros y 24 fotogramas por segundo y ya tienes una peli. ¿Nos estarán dando documental por filme?

Tras hacer el check-out a la mujer del Abú que nos atendió anoche, vamos al centro de Niagara Falls y dejamos el coche en un parking gratuito (más de una le hubiese pagado el lunch también al parkero). Hoy el día está fresco aunque no llueve, así que recorremos los miradores del lado americano. ¿Cómo es posible que en invierno toda esa masa de agua llegue a congelarse? El truco está en que al no ser salada, se congela antes.

El estado de Nueva York es extenso y ahora nos dirigimos hacia el este. En las autopistas de este estado las tarjetas de las autopistas son del tamaño de un cartón de bingo. Pero tiene sus ventajas, porque te especifica el importe que pagarás al salir por cada una de las salidas. ¿A quién no le ha ocurrido coger una autopista y no saber cuánto va a tener que pagar? Que tomen nota los de la super-sur de esta super-idea.  

Llegamos a Mumford, donde se encuentra el Genesee Country Village. Se trata de un pueblecito que han hecho con casas traídas de todo el estado y que es una muestra de la forma de vida de los siglos XVIII al XX. Son edificios reales, transportados y restaurados para que reflejen su esplendor original.

En cada casa, taller, local, etc. hay un voluntario de avanzada edad que te explica la casa a quién perteneció o qué era lo que se hacía en ese lugar. Por ejemplo, una es la casa natal del inventor de la máquina de fotos Kodak, que se hizo millonario.

La visita es de lo más agradable, porque te muestran cómo hacían objetos de cerámica, como era la tienda del pueblo, el herrero, el que hacía cerveza, ... Hasta te dan a probar lo que cocinan, como chocolate natural y bizcocho. La mayoría de voluntarios son mujeres jubilidas encantadoras, vestidas de época y encantadas de que les preguntes cosas.

Además, a todas les encanta que seamos extranjeros y especialmente europeos, y a menudo nos preguntan que cómo hemos conocido el lugar. Es loable que prefieran compartir su experiencia a que se queden en casa haciendo tartas de manzana.
Hoy necesitábamos un día más tranquilo, así que, después de la visita al pueblo etnográfico, ponemos rumbo a Waterloo para hacer algunas compras. Entre otras, unas zapatillas nuevas, pues unas que traía no han superado las horas y horas que hemos caminado. Mis Nike han muerto, viva las Adidas!! De camino, al borde de la carretera, una chica disfrazada de plátano anuncia una frutería.

Ya de noche, llegamos a Syracusse. Nos pegamos una buena cena en Denny's, que es un estilo al VIPS pero a la americana, y a descansar se ha dicho.

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