28 sept 2011

Nueva York: broche de oro

Hoy es nuestro último día de viaje... esto se acaba. Pero como guinda para el pastel, nos hemos dejado para el final unas últimas visitas en la Ciudad de Nueva York.

Anoche nos fuimos a la cama a las 'tantas', después de distribuir nuestro equipaje para que no supere el peso máximo... ¡qué arte haciendo maletas! Y ya, como unos profesionales, hasta con una mini báscula que compramos hace unos días. Ya por la mañana, somos los primeros en desayunar, pues hay que aprovechar este último día. Nos dirigimos al aeropuerto, para dejar el Chevrolet Aveo gris que nos ha llevado por tantas y tantas millas estadounidenses. Dejamos el equipaje en una consigna, y... let's go!!

El metro nos lleva hasta Battery Park, donde cogemos un ferry que nos lleva hasta la Estatua de la Libertad. Esta inmensa estatua de 46 metros de altura en realidad se llama 'La libertad iluminando el mundo', y fue un regalo de Francia a EEUU en 1886 para conmemorar el centenario de la Declaración de Independencia. Es obra del escultor francés Frédéric Auguste Bartholdi y la estructura interna fue diseñada por el ingeniero Gustave Eiffel.

La estatua tiene en su base un museo, pero lo que realmente es interesante es poder ascender por su estructura interna y llegar a la corona. Sin embargo, sólo 240 personas al día pueden subir hasta arriba, por lo que tuvimos que comprar las entradas con tres meses de antelación. Eso sí, la espera ha merecido la pena y ante la atónita mirada de los cientos de turistas que sólo llegan hasta el museo, nosotros vamos por la cola VIP. Las medidas de seguridad son similares a las de un aeropuerto, y tienes que dejar todas tus cosas en unas taquillas que no tienen llave, ya que funcionan con la huella digital.

En el ascenso por unas escaleras estrechísimas, ves cómo las 350 piezas de cobre no están soldadas, sino que están unidas por remaches, para que la estatua pueda dilatarse y contraerse en función de la temperatura exterior. El que el día esté fresco ha sido toda una suerte, pues, en el interior de la estatua puede haber hasta 40º en los días de sol. La subida es más corta de lo que uno puede pensar y en seguida llegas a pasar a ser parte de los sesos de Liberty. ¿Quién no ha pensado alguna vez que en la corona hay un restaurante? ¡¡Pues nada de eso!! Hay sitio para unas personas bien pegaditas, y dos personas de seguridad haciendo el mono... pero literalmente, porque están agarrados a la estructura interna de la cabeza. La estatua era la primera visión que tenían los inmigrantes europeos al llegar a EEUU... pero, ¡vaya vistas que tenía la jodida!

Ya de nuevo en Manhattan, comemos como unos ejecutivos agresivos comprando algo en un puesto callejero, pues no tenemos mucho tiempo. Ahora toca visitar la Reserva Federal. En pleno centro del Downtown, está la reserva de oro más grande del mundo. En la visita guiada te explican que los bancos muchas veces no almacenan su propio oro, sino que lo guardan en la reserva, donde además, hacen sus propias transacciones. Es decir, si un banco hace una transacción de oro, es ahí donde lo pesan y lo cambian de 'celda' ante tres testigos. Todo es muy manual, nada de tecnología digital; hasta la báscula es con pesos, pero con una exactitud que detectaría hasta un grano de arroz. Uno no está todos los días delante de 285 billones de dólares en lingotes de oro...

A pocos metros de la reserva federal se encuentra la zona cero, donde estaban las Torres Gemelas. Visitamos el recientemente inauguraldo 9/11 Memorial, entre vallas y rascacielos en construcción. En los huecos donde estaban las torres se han hecho dos grandes fuentes, con cascadas en los cuatro lados, y con los nombres de todos los fallecidos, tanto de los edificios, de los aviones, del pentágono, así como de un ataque anterior que sufrieron las torres en 1993. Todo lo que se pueda contar de este lugar ya ha sido visto en inumerables ocasiones en televisión.

Gastamos nuestros últimos dólares antes de dejar la ciudad. Hoy hemos puesto el broche final al viaje visitando el icono americano por excelencia, presenciando su poderío económico y también recordando su vulnerabilidad. Iberia nos llevará a casa, pero el viaje nunca acabará, pues siempre estará vivo en nuestra memorial, digo memoria.

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