El despertador no tiene agujetas y con su música animada nos recuerda que el sol ya ha comenzado a calentar. Con un tiempo estupendo, nos dirigimos hacia el aeropuerto para recoger el coche de alquiler con el que recorreremos la América más genuina.
En la oficina de alquiler nos ofrecen seguros por si te dejas las luces encendidas, o las llaves dentro, o si olvidas dónde dejaste el coche... ¿y no tienen ninguno por si se te olvida ver el último monumento declarado por la UNESCO que olvidaste ver dos estados más allá?
Llaves en mano, encontramos nuestro Chevrolet Aveo plateado en el parking. En comparación con los tanques que conducen los americanos, éste podría considerarse un llavero, pero para nosotros, que estamos habituados a coches más modestos, es ideal en tamaño. El primer gran reto consiste en adaptarse a la conducción automática. Le pedimos a un operario que anda por allí que nos dé unas clases teóricas rápidas, mientras observamos su sonrisa en plan 'os va a engullir el tráfico de la interestatal'. Nos sorprende que la mayoría de las cosas no sirvan para nada: las marchas 1 y 2, no hay que usarlas; el freno de mano, no te tomes la molestia; apagar las luces, mientras no te las olvides encendidas llévalas como quieras; etc. Anda que no se habrían ahorrado dinero poniendo un lacito de la Basílica del Pilar en lugar de tanto equipamiento decorativo, ¿no?
Pablo en seguida se hace con el control del coche, mientras que yo aporto el control musical y el de climatización. Ya en carretera, llegamos a la conclusión que el carné de conducir americano te lo tenían que obsequiar al aprobar la escuela orificial de idiomas... todas las señales van escritas en un perfecto inglés. Peligro, obligación, prohibición, etcétera van escritas. Hacerse un Nueva York a Los Ángeles tiene que ser como leerte el Quijote con todos los pies de página.
Abandonamos el estado de Nueva York y también dejamos atrás el de Nueva Jersey. Entre camiones de asesino, viejos Cadillacs y el Sheriff del condado, nos adentramos en la verde Pensilvania. El paisaje es verde y con muchos bosques, en los que habitan muchos tipos de animales, a juzgar por algunos ciervos y mapaches que vemos atropellados en el arcén. Aunque es triste por los que mueren atropellados, es agradable tener la sensación de que muchos animales aquí tienen gran cantidad de zonas verdes donde vivir, y que la urbanización no les ha arrebatado su espacio natural.
La conducción en Estados Unidos es bastante segura, ya que es respetuosa y los límites de velocidad son más bajos que en Europa, lo que quizá pondría de los nervios a Fernando Alonso. Lo que también observamos es que hay trozos de neumáticos rotos por todos los arcenes, aunque desconocemos el motivo. Eso sí, algunos tramos están como la N-1 en plena operación salida de verano... con tramos en obras.
Hoy toca visitar otro tipo de templos... los del consumismo. Cerca de Tannersville, en la región de las Montañas de Poconos llegamos a The Crossings Premium Outlets. El nombre de la zona ya lo presagiaba... Poco-nos cuesta comprar en Tommy Hilfiguer, Poco-nos gastamos en Donna Karan, Poco-nos parece lo que nos cobran en Lacoste... Y es que, entre los descuentos sobre los precios rebajados y que en este estado no hay impuestos en la ropa ni en el calzado, nos outleteamos unos cuantos trapitos sin desgastar la tarjeta de crédito.
Ya de camino hacia nuestro hotel en Harrisburg, paramos en Berwick a ver una de las tantas réplicas que existen de la Estatua de la Libertad. Con una de éstas sí que te puedes hacer la foto sin tener que coger un barco. Y a descansar, que hay mucha Pensilvania por ver.
hola chicos, ya veo queos lo pasais de miedo. me voy a teletransportar para estar alli con vosotros. Aqui todo bien. recuerdos
ResponderEliminarHola chicos, me encanta vuestro blog!!!! Me recuerda cuando estuve haciendo ese mismo viaje y sí, lo confieso, me muero de envidia.
ResponderEliminarBS.
Myriam.
Pablosky, me gusta vuestras vivencias narradas en vuestro blog, espero que os lo paseis bien.
ResponderEliminarVen ya estamos asfixiados
El de la sierra de Madrid