8 sept 2011

Reajuste Horario

Por muy viajado que esté uno, la azafatus aeroportuarius es una especie que consigue siempre dominar a su presa y hacerle llegar al aeropuerto dos horas antes, después de haberle inyectado una buena dosis de miedo en el cuerpo para moverse en un entorno hostil en el que habitan otras especies depredadoras como la policius fronteriensis. Así que, después de pasar los controles oportunos en Barajas, llegamos a la puerta de embarque con un tiempo extra que aprovechamos para llamar por teléfono e ir haciéndonos a la idea de que ya estamos de vacaciones.


El vuelo sale poco más tarde de la hora programada, y en seguida nos encontramos en el aire. Unas azafatas al borde de la jubilación anuncian por la megafonía, con calidad cassette, que el vuelo durará 8 horas. ¡¡Qué bien!! ¡¡Una hora más de lo que pensábamos para poder disfrutar de la bonita ala que vemos por la ventanilla!! Menos mal que una afable hermana no declarada de Gerard Depardié, alias Gerardona, vela por nuestro confort.

El entretenimiento abordo está garantizado. Pero no por la selección cinematográfica, sino porque siempre es divertido observar a la gente durante un vuelo. Hoy tenemos todas las categorías de pasajero. Por un lado, está el prueba-compartimentos; es el que se dedica a abrir incesantemente todas los compartimentos en busca de algo que realmente no necesita. También tenemos varios casos de incontinencia competitiva; es decir, a ver quién estrena el baño primero nada más se apague la señal del cinturón. También hay una joven que juega a 'madre olvidadiza', que consiste en obviar que el niño es un autómata en el ritual comer-jugar-domir e ir sacando, uno a uno, biberones, peluches y jerséis. También hay abordo varios casos de roba-cocacolas y algún caso de me-envidiáis-porque-soy-amigo-de-la-azafata.

¿Y nuestra categoría? Nosotros somos del clan 'atodosí'. ¿Periódico? Sí. ¿Auriculares? Sí. ¿Comida? Sí. ¿Más pan? Sí. ¿Café? Sí. ¿Más café? Sí. ¿Algo de la tienda abordo? Ah eso no, que no somos puristas.

Apenas hemos conseguido dormir una hora durante todo el vuelo, y ya toca aterrizar en el JFK. Los relojes marcan las 7 de la tarde, pero nuestro organismo nos recuerda que en España es la una de la noche. Pasaporte, ESTA y juramento aduanero en mano, nos dirigimos al control de inmigración. Tras más de media hora de espera nos toca el turno. Un policía parco en palabras analiza el pasaporte, escanea los dedos de mis manos, me saca una foto... y el vasco pasa. A Pablo, le hace el mismo protocolo, pero... el castellano-manchego ¡¡no pasa!! En estos momentos es cuando uno se arrepiente de haber sintonizado a Vaughan entre el canal Astro y la Tienda en Casa, porque encima tiene que entrar sólo... a esto le llamo yo ahorrarse un micralax para hacerse caquitas.

Tras media hora de espera, supera la prueba de los interrogatorios aleatorios que hace la policía entre la gente que viene al país. Es como en las pelis, pero en primera persona. Ya con nuestras maletas, abandomos la T7 del JFK para dirigirnos hacia el hotel, que se encuentra en New Jersey. Llegamos en metro hasta la estación de autobuses de Port Authority y eso es un absoluto laberinto. Hay cientos de líneas, puertas de embarque, gente por todos los lados... pero se han olvidado de poner puntos de información y máquinas para ticketear. Tras varios sube-baja, pregunta-que-preguntes y en-España-esto-estaría-mejor, conseguimos que una pareja de mejicamos nos confirmen que estamos en la cola correcta. Aunque dicen hacer cosas muy raras (como agarrar un autobús), son muy simpáticos y vamos charlando con ellos hasta la puerta del hotel,pues se alojan en uno muy cercano al nuestro.
Media noche hora local, seis de la mañana en Madrid. ¡¡Por fin en la cama!! Hoy ha sido el día de las anécdotas, pero todo ha salido bien. Hace buena temperatura y lo poco que hemos visto de Nueva York nos ha resultado fascinante. Mañana lo descubriremos.

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