12 sept 2024

Peñascos y peñascos

En nuestros viajes siempre hay algún día de transición, en el que por algún motivo tenemos que bajar el ritmo y aprovechamos para descansar. Hoy es uno de esos días: tenemos que ir desde Ha Long hasta Tam Coc y cuando preparamos el viaje la única forma que encontramos fue mediante el alojamiento de Tam Coc, que se encargó de buscarnos el medio de transporte. Nos llevarán de puerta a puerta, así que, como no tenemos que preocuparnos de nada, aprovechamos a dormir hasta las nueve de la mañana; ¡ocho horazas en una cama compuesta por dos camas dobles! No sé dónde pueden encontrar sábanas tan grandes y… ¡pobrecito al que le toque plancharlas!

Salimos a la calle y vemos en el cielo una bola redonda y luminosa que no veíamos desde Madrid. ¡Hace sol! Después de seis días nublado o lloviendo, nos entusiasma volver a ver al astro rey, la luminosidad que aporta y lo mucho más alegre que parece todo. Eso sí, la humedad ha aumentado y la sensación de calor también, así que hay que prepararse para sudar la camiseta.

Caminamos por el paseo que da a la bahía, para poder volver a ver los islotes que tanto nos gustaron ayer. La Bahía de Ha Long es uno de los lugares turísticos más importantes de Vietnam y, además, es Patrimonio de la Humanidad por la Unesco; así que queremos grabar en nuestra memoria este lugar mágico, añadiendo la versión soleada de hoy. Uno vestido de ninja nos ofrece un paseo en barca, y hasta se obsesiona un poco con querer hacernos entender que el precio es de sólo 25 dólares. Pablo intenta razonar con él, diciéndole con el translator que ayer pagamos sólo dos dólares… pero el ninja no se da por enterado y sigue queriendo darnos el sablazo.





Recibimos un WhatsApp donde nos indican que nos recogerán media hora antes de lo previsto, así que volvemos al hotel donde esperamos en unos enormes sillones estilo gipsy king. A la hora indicada recibimos otro WhatsApp preguntando “¿Estáis en el lobby del hotel? El conductor no os ha encontrado”. Mecagüentoloquesemenea… ayer no le notificamos el último cambio de hotel, así que ha debido de entrar en el segundo hotel y no en el tercero. Bueno, menos mal que es el que está al lado…

Al vernos acercarnos a la “mini van” el conductor nos dice que no estábamos en el hotel, pero no percibimos recriminación sino más bien una intención de aclarar lo sucedido. Como ha sido un error nuestro, le decimos “sorry, sorry” mientras el asunto se va olvidando. Montamos comentando entre nosotros el lío de los hoteles y al ver a unos cuatro pasajeros ya montados, seguimos con el “sorry, sorry”... “nada, no os preocupéis” nos dicen dos de ellos. Entablamos conversación con Jésica y Gabriel de Barcelona, hablando de nuestros respectivos viajes, de nuestras impresiones del país, de los inconvenientes causados por el tifón, etc. Son muy majos y la conversación resulta amena y divertida, hasta el punto de que se nos pasan las tres horas de viaje volando. Apenas nos hemos percatado de los asientos de cuero, de lo fresquito que se va, ni del amplio espacio de la mini-van… no hemos parado de hablar. Incluso hemos hecho un cambio de mini-van de forma autómata mientras seguíamos charlando.

Llegamos a Tam Coc, cerca de Ninh Binh, a eso de las tres de la tarde. Nos damos los teléfonos abriendo la posibilidad a cenar o a tomar algo más tarde, lo cual estaría genial. Ahora toca hacer el check-in en el nuevo alojamiento, que nos cuesta un poco encontrarlo porque el nombre que pone en Maps es literalmente diferente. Una joven sonriente nos da la bienvenida y nos trae unos vasos con limonada. Es muy simpática y hablamos un buen rato sobre nuestro viaje. No sé muy bien cómo sale el tema, pero hablando de las frutas raras que hemos visto nos indica unas que tiene en su jardín, de las cuales nos trae un plato para probar: no recuerdo el nombre, pero de dentro se sacan una especie de capullos que saben medio a piña medio a mango y que están exquisitas.

Hasta ahora los alojamientos han sido hoteles que estaban bien pero que podrían estar en cualquier lugar del mundo y que han pasado sin pena ni gloria. Sin embargo, el Moonlight House Homestay tiene mucho encanto: ocho habitaciones en dos hileras enfrentadas y separadas por un jardín tan frondoso que parece una selva en miniatura. Además, la habitación también tiene su punto: dos camas dobles con dosel y mosquiteras, un techo en pico y ventana y puerta hacia el jardín.



No tenemos muchos planes para hoy, así que salimos sin rumbo fijo. Hacemos una comida-merienda en la que probamos otro de los cafés típicos: el café con coco. Está muy rico y es muy original pero, quizá el hecho de que no estuviera bien caliente lo ha desmerecido un poco. Hasta el momento, el mejor es el de huevo, luego el amargo y finalmente el de coco.

Aunque tenemos una visita organizada para mañana, no nos resistimos a acercarnos al comienzo del que se conoce como el “Ha Long del interior”. Es un lugar repleto de peñascos como en la bahía pero, en este caso, a los lados de un río. Este lugar es también Patrimonio de la Humanidad y es una auténtica pasada de bonito. Un lugar así hay que verlo porque la belleza de esta creación de la naturaleza no se puede explicar con palabras.




Nos acercamos también a un templo cercano, para llegar al cuál nos tenemos que descalzar porque el camino está inundado. El templo en sí también está inundado, pero parece que es algo normal, porque un monje toca los flauta como si no pasara nada.




De vuelta a la zona urbana, una moto para frente a nosotros y una joven pareja nos dice “¡Ey, chicos! ¿Qué tal?”. Es de noche y estamos cansados, y tardamos en reconocerlos unos milisegundos más de lo esperable en estas situaciones. ¡Son la pareja de Elorrio! Charlamos un rato con ellos, que son muy majetes, sobre qué hicieron tras el viaje truncado a Sapa y los días posteriores. Nos despedimos deseándoles buen viaje y abriendo la posibilidad de que nos volvamos a encontrar más adelante. 

Y, como si de la calle del reencuentro se tratara, unos metros más adelante nos encontramos a los de Barcelona. Hablando con ellos se pone a llover así que decidimos ir a tomar algo a alguno de los muchos bares que hay en la carretera principal. La conversación, al igual que la de está mañana es amena y divertida y se nos pasa volando. Incluso ni nos percatamos de un fuerte aguacero que cae en un momento dado, porque estamos muy a gusto con ellos, como si los conociéramos de toda la vida. Lástima que los de Elorrio no estuvieran también por aquí, que también habría sido genial charlar todos juntos. 

Hoy sólo hemos visto los peñascos de Ha Long por la mañana y los de Ninh Binh por la tarde, pero el día ha estado genial porque también hemos disfrutado de una buena compañía. Eso sí, este día tan relajado nos ha servido para reponer fuerzas y desear nuevas aventuras vietnamitas. ¡A por ellas!

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