7 sept 2024

Hong Kong: China con status

 Tras dejar el equipaje en la habitación del hotel, que está en el propio aeropuerto, empezamos a hacer lo que veníamos a hacer: visitar Hong Kong. Al salir a la calle, una bofetada de aire caliente nos impacta de lleno: la temperatura ronda los treinta grados pero, con una humedad del 75% es como intentar respirar cuando abres el horno… uno de esos en los que Pablo te cocina un principal, pan y un bizcocho, para el terror de la Termomix.

En el aeropuerto preguntamos en información turística a ver cómo movernos por la ciudad y nos comentan que en el metro y en los autobuses con cualquier tarjeta de crédito se puede viajar: al entrar y salir se pasa la tarjeta por el torno y va cobrando el importe que corresponda. ¡¡Toda una facilidad!!

Nuestro primer objetivo es ver el Gran Budha en la isla de Lantao (sí, esta región autónoma está dividida en varias islas y en tierra continental). Siguiendo el consejo del de turismo, llegamos a la “Intermodal” en donde hacemos cola para coger el autobús que sube hasta el Gran Budha. Nuestro gozo en un pozo, porque resulta que el pago con tarjeta de crédito no funciona y la ticketera no habla inglés… así que, como no estamos para buscar cajeros, prescindimos de ver esta enorme estatua al más puro estilo del Gran Budha que ya vimos en Kamamura, Japón.

Como uno de los platos fuertes se nos ha chafado, decidimos reimpulsar uno que habíamos desechado por estar algo lejos: el Monasterio de los 10.000 budhas. Hay que coger un par de líneas de metro y recorrer un buen número de estaciones… así que aprovechamos a dormir un poco en el trayecto, cabeceando y despertándonos al sentir la fuerza de la gravedad.



El monasterio no está señalizado y menos mal que me guardé las ubicaciones para poder llegar… porque está hasta un poco escondido. El lugar es muy curioso, porque vas ascendiendo por un camino flanqueado por budhas dorados, todos ellos diferentes, a tamaño real. ¡¡Ostras!!, ¿Y hay 10.000? Si es así, lo de los guerreros del Xi’an es un grupo de amiguetes, ¿no? Cuando llegamos al monasterio y entramos en él, descubrimos la “trampa”: hay miles de budhas de todos los tamaños… incluidos miles de unos quince centímetros y esos pequeñitos también cuentan… ¡¡No eran los 10.000 a tamaño real!! Aún así el lugar es muy peculiar y una vista totalmente recomendable.

Hong Kong fue una colonia inglesa durante más de 150 años y eso sigue dejando una huella que está presente: conducen por la izquierda, los enchufes son como los de Reino Unido, las señales, papeleras y hasta el “look right” son iguales. Es raro, porque hay un ambiente británico pero las facciones de la gente son mayoritariamente chinas. Los autobuses y tranvías, por ejemplo, son también de dos plantas, pero tienen su propia versión achinada... a estos tranvías se les conoce como Din-dín, por el sonido que hacen.

Una cosa que nos llama la atención son los rascacielos: no sólo los de bancos y empresas, de cristal y metal; sino también los de las viviendas. Al haber muy poco terreno y además ser muy montañoso, cualquier superficie se aprovecha construyendo rascacielos de viviendas de 40 plantas. Hay algunos bloques que son verdaderas aberraciones… no te explicas por dónde cruza el aire en el caso de venir vientos fuertes. Además, muchos edificios no parecen muy bien mantenidos; al estar pintados o encalados, tarde o temprano aparecen chorretones que no llegan a limpiar. ¡Ah, y los andamios aquí son de bambú!

De alguna forma Hong Kong, fuera de los rascacielos, no tiene nada que no tengan otras ciudades. De hecho, pensábamos que iba a haber más edificios coloniales o más templos y santuarios. Pero, en esta amalgama de edificios en altura, siempre se pueden encontrar curiosidades. Una de ellas es que aquí está la secuencia de escaleras mecánicas al aire libre más larga del mundo: 800 metros que van ascendiendo entre edificios por el desnivel de la ciudad… ay si Pontzi Zabala lo pudiera pillar…

Pero, sin duda, una de las imágenes más típicas de Hong Kong es la vista de la bahía desde el lado continental. Es una auténtica maravilla porque, además de las vistas, está el conocido como Avenida de las Estrellas, una especie de paseo de la fama de artistas Hongkoneses pero que en vez de estar las huellas en el suelo están las hendiduras de las manos en la barandilla.




Desde aquí, a partir de las 8 de la tarde, se puede disfrutar de un espectáculo de luces y música en el que se iluminan los rascacielos como si de una coreografía se tratara… pero es que ¡¡estamos tan cansados!! Aunque hemos ido sumando pequeñas cabezadas en el metro, en las últimas 48 horas hemos dormido menos que un adolescente en una noche con barra libre de gigas. Por si fuera poco, el calor tampoco ayuda. Así que, visto lo más importante, decidimos retirarnos al hotel… y a aprovechar la cena gratis, que para mover mandíbula no hay que mover peroné. Todo está delicioso… y eso que hemos prescindido de coger langosta o que nos hicieran sasimi fresco… si es que, ¡¡con un buen cerdo agridulce nos conquistan!! Ahora a dormir, reposar la cena y renovar energías para mañana empezar a recorrer ¡¡Vietnam!!

3 comentarios:

  1. Lo de las escaleras mecánicas me deja muerto... ¿Y si se estropean?
    Para acabar de llegar, no está nada mal. Entre la paliza del avión y la diferencia horaria, lo que no sé es cómo estáis despiertos.
    Buen viaje, y prepárate porque la humedad relativa en Hanoi puede superar el 90%.

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  2. Y no podíais traer un buda de esos??, entre tantos no creo que se note uno menos😂😂😂...que no que no, que hay que ir ligero de equipaje....igual en la aduana se ponían tiquismiquis...

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  3. Me dais envidia sana😀😀

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