El conductor del autobús va a lo loco. Tanto Pablo como yo vamos en las literas de la parte inferior y con cada bache y frenazo pensamos que nos vamos a dar contra el techo si no fuera por llevar el cinturón de seguridad abrochado. Hay un pasajero que ronca como un condenado, mientras nosotros no conseguimos conciliar el sueño. Y, de repente, a las tres de la mañana, nos anuncian que ya hemos llegado. ¿Perdona? Pero si el trayecto eran cuatro horas y lo hemos hecho en la mitad.
Bajamos del autobús y pensamos qué hacer en una extraña estación de autobuses. Son las tres y media de la mañana y la habitación de la siguiente noche no nos la van a dar… pero Pablo propone que, aún así, vayamos al hotel porque, en el peor de los casos, dormimos en un sofá que ha visto en fotos de la recepción. Cogemos un Grab y en la recepción, con todas las luces apagadas, descubrimos que hay un hombre durmiendo en un camastro detrás del mostrador. Se despierta y parece ser un joven de no más de veinte años, con cara de haberlo pillado en el más profundo de sus sueños. Contrariado, le explicamos la situación y accede a que durmamos en el sofá, ya que el hotel está completo. Yo pensaba que nos iba a decir que nos teníamos que ir, así que su aviso de que no podemos tumbarnos y sólo podemos estar sentados para dormir, no me parece del todo mal. El chaval nos trae unas botellas de agua de cortesía, y ale, a dormir todos.
En torno a las seis de la mañana y habiendo dormido desde que salimos de Siem Reap unas tres horas como mucho, abandonamos la recepción del hotel para ir a visitar un mercado flotante de la ciudad de Can Tho. Cogemos un Grab hasta el puerto, donde nos empiezan a ofrecer un paseo en barco por 800.000 dong, por el cual terminamos pagando 180.000. Una mujer entradita en años pero muy coqueta es nuestra patrona de barco. Hoy es domingo y se ve que la actividad del mercado está bajo mínimos. De hecho, hay más barcas de turistas que de locales vendiendo productos y, de estos últimos, muchos se dedican a vender Ca Phe a los turistas.
El que no haya muchos vendedores por ser domingo ha desmerecido un poco la visita y es una pena, porque era el motivo de venir hasta esta ciudad… porque Can Tho es bastante horrorosa: habría que arrasarla pero no de cualquier forma, sino llamando a Miley Cyrus para quen traiga su bola de destrucción.
No hay muchas cosas para ver, así que después de ver una plaza dedicada al omnipresente Ho Chi Minh, nos vamos a tomar unos cafés a ver si nos despertamos un poco. Buscando algo que hacer, veo que hay algunos centros de masajes cerca. Leo las opiniones y algunos no son para aliviar contracturas precisamente… pero hay uno que tiene muy buenas opiniones al que propongo ir. Pablo prefiere dar un paseo, así que voy yo solo al masajista. El lugar no parece muy acogedor: tienes que subir a una segunda planta a una habitación en penumbra, donde un fregadito no habría estado de más. Entra el masajista y comienza el masaje de cuerpo entero en el que identifica todos y cada uno de los dolores que tengo. El masaje es tan intenso que podría considerarse agresión… ¡menuda fuerza! Destrozado, pero con la esperanza de que en dos días voy a tener todos los músculos a pleno rendimiento, voy en busca de Pablo.
Pablo ha visto un par de ratas, eso ha sido lo más interesante. Desde que estuvimos en la ciudad rumana de Slobozia, denominamos como “un día Slobozia” cuando te pasas un día entero en una ciudad que no sólo no tienen ningún aliciente sino de la que además, te gustaría irte… y hoy estamos teniendo un día de esos.
Después de comer, tomar café y medio quedarnos dormidos en algún local, vamos al hotel para hacer el check-in y echarnos la siesta. Después, visitamos un centro comercial de marcas caras donde cenamos en un bufé de carnes; en el centro de la mesa hay una especie de barbacoa donde vas haciendo la carne que pides… y, todo sea dicho, está exquisita.
Nuestra idea para mañana era visitar My Tho, otra ciudad del delta del Mekong… pero visto el poco éxito que hemos tenido con Can Tho, decidimos que volveremos a Saigón que, con sus diez millones de habitantes, algo encontraremos para hacer.
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