24 sept 2024

Tạm biệt Việt Nam

Hoy es nuestro último día de viaje y nos tomaremos todo de una forma más calmada para ir adaptándonos a la vuelta a casa. Nos despertamos a eso de las siete de la mañana, pero por inercia más que por el gato zombie. Organizamos las mochilas y subimos a desayunar, donde una especie de mini berenjena-ajo nos sorprende con un sabor realmente extraño... ¡¡si es que picamos hasta el último día!! Aunque parezca mentira, hay un montón de frutas y verduras que no utilizamos en occidente y, como somos curiosos, nos hemos llevado muchas sorpresitas a lo largo del viaje, descubriendo nuevos sabores generalmente desagradables. ¿Cuántas cosas hemos probado para luego apretar la cara porque picaba que mataba? De todas las frutas que hemos probado, nos quedamos con lo frecuente que aquí es el mango... es una fruta que nos encanta y que en España no se suele comer mucho.

En la calle volvemos a comprobar, un día más, que aquí siempre es "la hora de comer". Da igual cuándo y dónde, siempre hay gente preparando y consumiendo comida. Por supuesto, hay pho por todos los lados, esa sopa de fideos y "cosas" que tiene infinitas combinaciones. Al principio lo cogimos con muchas ganas, pero estos últimos días hemos dejado de consumirla... quizá al haber visto cómo la preparan en cualquier acera. La comida, por lo general, ha estado bastante bien, aunque pensamos que está bastante limitada a fideos, arroces y carnes. Para los occidentales, que a veces asumimos la comida asiática como "un todo", nos ha sorprendido que hay mucho restaurante japonés y koreano... para nosotros no son muy diferentes, pero se ve que ellos sí que saben diferenciar los matices.

En cuanto a las ciudades, nos han parecido algo caóticas. El no poder pasear por las aceras limita mucho al turista interesado en "patear la ciudad". El tener que andar sorteando obstáculos en las aceras y el tráfico en la calzada, nos ha chocado con nuestra idea de "paseo" que tenemos en Europa. El comercio también nos ha parecido radicalmente diferente: aquí los escaparates no reclaman tu atención para que entres a comprar; si necesitas algo simplemente buscas una tienda y lo compras.






La limpieza es también algo que nos ha impactado. Tanto Vietnam como en Camboya, con lo que llueve, son países muy verdes y con capacidad para convertirse en paraísos. Sin embargo, los ríos terminan siendo los estercoleros de las ciudades y, de hecho, hemos llegado a ver en Saigón alguno que parecía más de petróleo que de agua. También nos ha llamado la atención la cantidad de ratas que hemos visto... hoy nos sentamos en un parque a "pasar la rata" en lugar de "pasar el rato".

Damos un último paseo por el centro de Saigón, que nos sirve también como resumen del patrimonio de ambos países. En Vietnam, nos ha llamando la atención que los edificios a visitar son legado de los indios, de los chinos o de los franceses; en Camboya, sin embargo, nos ha dado la sensación de que han sabido desarrollar un estilo arquitectónico propio, si bien Angkor Wat acapara toda la atracción con el legado de los jemer. En ambos países nos ha faltado una seña de identidad propia y única, algo que haga irreconocible al país con una sola mirada. Quizá sea una idea muy "europea", al vivir en un continente donde cada país ha desarrollado un "algo" que lo identifica claramente.

Pero, sobre todas las cosas, con lo que nos quedamos es con la gente. Su caracter tranquilo, sereno y amable, nos ha encandilado. Durante todo nuestro viaje no hemos visto a nadie discutir o gritar. Dentro del caos del entorno ha imperado la amabilidad de los vietnamitas y camboyanos que nos han acogido durante todos estos días. De hecho, hoy quedamos para comer con Khuyen, una compañera de Pablo que trabaja en la oficina de Mondelez en Saigón. La conversación es muy agradable y divertida, y con su sonrisa dulce y tímida, nos enamora. ¡¡Hasta nos trae productos de una marca local!! Pablo tiene curiosidad de ver la oficina y nos acompaña para que la veamos. ¡¡Si es que son muy buena gente!!

Han sido diecinueve intensos y sensoriales días, pero esto toca a su fin. Un último Grab nos lleva al aeropuerto, donde hacemos un último check-in y... ¡¡donde vemos que está la agresora agredida del vuelo en el que iniciamos el viaje!! ¿Habrán aprendido de la calidez humana del Sudeste Asiático? En dos horas y media llegamos a Hong Kong y, tras hora y media de espera, embarcamos en el vuelo a Madrid. Tenemos por delante la friolera de 14 horas y media de vuelo... donde tendremos tiempo de sobra para juguetear con el mapa e imaginar cuál será nuestro siguiente destino: un viaje termina, pero otro se empieza a imaginar.

23 sept 2024

De paseo por Saigón

De este viaje solo hay una cosa que echaré de menos y es algo sencillo y muy práctico: los autobuses litera. El que primero cogimos fue uno de la compañía que viaja hasta Sapa, en el que hicimos un ida y vuelta y que resultó ser de categoría VIP, ya que solo tenía dos filas y capacidad para veinte pasajeros. Los siguientes han sido tipo “Sleeper 34” con tres filas y capacidad para un total de 34 pasajeros. Con mayor o menor espacio, ir tumbado en tu cabina, con la intimidad de una cortinilla, sin que otros pasajeros te molesten y arroparte con la manta convierte un viaje entre cochambre en una gozada…. A mí que me den unas pipas y a ver la street food pasar. Seguramente éste tipo de autobús no cumpla la legislación europea porque, si no, ya la habríamos copiado… ¿Te imaginas coger el autobús y despertar en Lisboa o París? Sería el fin de los cuellos rotos o de las cabezas que amenazan el hombro de un desconocido. Y si hablamos de teletrabajo… nada de pedirse días para desplazarte… terminas la reunión, llegas a destino y con las mismas chanclas que en el autobús te dan, directo a la playa.

Con ganas de autobús y de descansar unas horas adicionales, dejamos el hotel y la ciudad de Can Tho para volver a la capital de la antigua Vietnam del Sur. A mitad del trayecto nos damos cuenta de que los datos del móvil se han acabado… habíamos cogido una tarjeta para 15 días y ya se han cumplido… así que estos últimos días habrá que viajar mendigando wi-fis. La primera prueba de fuego viene cuando llegamos a la estación de autobuses y empezamos a regatear el precio con los taxistas, quienes no ceden a nuestra oferta. En un momento que cojo wi-fi reservo un Grab para ir al hotel, pero con el lío de tener y no tener datos, no acabamos por encontrar donde está el coche y, por no presentarnos, nos ponen una multa… ¡de 0,36 euros! Volvemos a iniciar el proceso revisando bien el punto de recogida y asegurándonos que tenemos wi-fi y, está vez sí, nos encontramos rápidamente como ha solido ser lo habitual. Y es que, en un país caótico y con una cultura diferente, tener acceso a internet facilita mucho la vida, pero no te das cuenta hasta que no lo tienes.

Ciudad de Ho Chi Minh, o Saigón, es una de esas ciudades que en fotos puede parecer muy interesante, pero es por qué ni se ve la suciedad ni se oye el ruido. Entre edificios destartalados están construyendo enormes torres de apartamentos y oficinas, en algunos casos con escaso sentido estético y en otros con una elegancia que desentona.


A pie de calle, nada cambia. Las aceras son sólo para aparcar las motos, para los vendedores ambulantes o para cachivaches como transformadores de electricidad; el peatón ha de ir por la calzada, lo más cerca de la acera, que las motos y coches ya se encargarán de esquivarte… claro que, aquí casi nadie camina, todo el mundo, absolutamente todo, va en moto; vayas donde vayas, en moto. Y, como consecuencia, hay verdaderas mareas de motoristas que salen por todos lados y hacia todos los sitios. Esperar a que el semáforo se les ponga en verde es todo un espectáculo. ¿Y cruzar una calzada? Pues ya no nos cortamos y vamos por la calle controlando el tráfico y diciéndoles por dónde tienen que ir… ¡y obedecen! “Tú, para”, “tú pasa rápido”, “tú, fuera de la acera”... A alguno lo he amenazado con el paraguas, por ir de listillo y colarse por un estrecho espacio… y ganas no me faltaban de darle.

Entre el viaje en bus, ir al hotel y comer en el mismo, nos ha dado la una de la tarde. Hoy dedicaremos el día a dar paseos, ver algunos templos y caminar sin imponernos ningún estrés, que para eso ya está la propia ciudad. También adquirimos la segunda taza de Pablo, que así ya tiene sendas de los dos países nuevos visitados.





Acabamos el día en la piscina del hotel, que tiene forma de cueva y donde el agua está bastante fría… mientras empezamos a pensar a dónde viajaremos el año que viene. Pero no corramos demasiado, que aún nos queda el último día de viaje… y sortear las últimas motos.



22 sept 2024

Can Tho

El conductor del autobús va a lo loco. Tanto Pablo como yo vamos en las literas de la parte inferior y con cada bache y frenazo pensamos que nos vamos a dar contra el techo si no fuera por llevar el cinturón de seguridad abrochado. Hay un pasajero que ronca como un condenado, mientras nosotros no conseguimos conciliar el sueño. Y, de repente, a las tres de la mañana, nos anuncian que ya hemos llegado. ¿Perdona? Pero si el trayecto eran cuatro horas y lo hemos hecho en la mitad.

Bajamos del autobús y pensamos qué hacer en una extraña estación de autobuses. Son las tres y media de la mañana y la habitación de la siguiente noche no nos la van a dar… pero Pablo propone que, aún así, vayamos al hotel porque, en el peor de los casos, dormimos en un sofá que ha visto en fotos de la recepción. Cogemos un Grab y en la recepción, con todas las luces apagadas, descubrimos que hay un hombre durmiendo en un camastro detrás del mostrador. Se despierta y parece ser un joven de no más de veinte años, con cara de haberlo pillado en el más profundo de sus sueños. Contrariado, le explicamos la situación y accede a que durmamos en el sofá, ya que el hotel está completo. Yo pensaba que nos iba a decir que nos teníamos que ir, así que su aviso de que no podemos tumbarnos y sólo podemos estar sentados para dormir, no me parece del todo mal. El chaval nos trae unas botellas de agua de cortesía, y ale, a dormir todos.

En torno a las seis de la mañana y habiendo dormido desde que salimos de Siem Reap unas tres horas como mucho, abandonamos la recepción del hotel para ir a visitar un mercado flotante de la ciudad de Can Tho. Cogemos un Grab hasta el puerto, donde nos empiezan a ofrecer un paseo en barco por 800.000 dong, por el cual terminamos pagando 180.000. Una mujer entradita en años pero muy coqueta es nuestra patrona de barco. Hoy es domingo y se ve que la actividad del mercado está bajo mínimos. De hecho, hay más barcas de turistas que de locales vendiendo productos y, de estos últimos, muchos se dedican a vender Ca Phe a los turistas.







El que no haya muchos vendedores por ser domingo ha desmerecido un poco la visita y es una pena, porque era el motivo de venir hasta esta ciudad… porque Can Tho es bastante horrorosa: habría que arrasarla pero no de cualquier forma, sino llamando a Miley Cyrus para quen traiga su bola de destrucción.

No hay muchas cosas para ver, así que después de ver una plaza dedicada al omnipresente Ho Chi Minh, nos vamos a tomar unos cafés a ver si nos despertamos un poco. Buscando algo que hacer, veo que hay algunos centros de masajes cerca. Leo las opiniones y algunos no son para aliviar contracturas precisamente… pero hay uno que tiene muy buenas opiniones al que propongo ir. Pablo prefiere dar un paseo, así que voy yo solo al masajista. El lugar no parece muy acogedor: tienes que subir a una segunda planta a una habitación en penumbra, donde un fregadito no habría estado de más. Entra el masajista y comienza el masaje de cuerpo entero en el que identifica todos y cada uno de los dolores que tengo. El masaje es tan intenso que podría considerarse agresión… ¡menuda fuerza! Destrozado, pero con la esperanza de que en dos días voy a tener todos los músculos a pleno rendimiento, voy en busca de Pablo.

Pablo ha visto un par de ratas, eso ha sido lo más interesante. Desde que estuvimos en la ciudad rumana de Slobozia, denominamos como “un día Slobozia” cuando te pasas un día entero en una ciudad que no sólo no tienen ningún aliciente sino de la que además, te gustaría irte… y hoy estamos teniendo un día de esos.

Después de comer, tomar café y medio quedarnos dormidos en algún local, vamos al hotel para hacer el check-in y echarnos la siesta. Después, visitamos un centro comercial de marcas caras donde cenamos en un bufé de carnes; en el centro de la mesa hay una especie de barbacoa donde vas haciendo la carne que pides… y, todo sea dicho, está exquisita.

Nuestra idea para mañana era visitar My Tho, otra ciudad del delta del Mekong… pero visto el poco éxito que hemos tenido con Can Tho, decidimos que volveremos a Saigón que, con sus diez millones de habitantes, algo encontraremos para hacer.

21 sept 2024

Angkor II

No sé cuántas veces he intentado cambiar de postura, encendido y apagado el aire por tener calor o frío, ir al baño por estirar las piernas… pero parece que el haber descansado tantas horas a surtido efecto: ya no tengo una chorrera de mocos y me encuentro más despejado, aunque lejos aún de la plenitud con la que me gustaría estar. Ponerse malo durante un viaje es una pena porque, además de estar perdiendo días de vacaciones que tanto cuestan conseguir, no tienes una segunda oportunidad de ver un lugar en un viaje tan complejo como los nuestros.

De hecho, una cosa a la que renunciamos anoche era a ver la salida del sol hoy. Es una experiencia que muchos turistas contratan y no sólo pagan el precio del servicio, sino también el peaje de levantarse a las cuatro y media de la mañana. Como consuelo nos queda el hecho de que está lloviendo, así que poco podríamos haber visto incluso estando en perfectas condiciones de salud.

A las ocho y media llega Jan al hotel para recogernos, con una contagiosa actitud fresca y alegre. El tuk-tuk surca las carreteras que van hasta Angkor Wat, donde hoy haremos el Small Tour. Visitaremos los templos de Angkor Wat, Bayon, Ta Keo, Ta Prom y Banteay Kdei más los que a Pablo, la nueva Dora la Exploradora, se le antojen. Hoy es sábado y se nota que hay mucha más gente, o quizá sea el hecho de que los templos de hoy son los más importantes, o quizá que la gente prefiere pagar la entrada de un solo día y ver sólo éstos.

Empezamos por el majestuoso templo de Angkor Wat, que es enorme. Es tan impresionante que hasta su silueta aparece en la bandera camboyana. En su interior se puede subir hasta la cúpula central por una empinada y larga escalera; hay muchos patios, esculturas de Budha, bajorrelieves relacionados con los jemer… es una auténtica maravilla y sorprende el hecho que durante siglos estuviera olvidado.





En sus jardines vemos a unas cuantas parejitas de novios haciéndose el álbum de fotos de boda. Llevan trajes típicos y destacan más los chicos por llevar unos pantalones bombachos. También nos llama la atención que parecen muy jóvenes, aunque quién sabe viviendo en esta sauna de país.

Entre los visitantes vemos algunos españoles, franceses, alemanes e ingleses. Pero los que más llaman la atención son los indios… ¡Santa paciencia! Los “majendras”, como los llamamos, se paran siempre en el peor momento y en el peor lugar… y no les digas nada porque sus cerebros autómatas no reaccionan. Claro que aquí, se sentirán un poco con derecho, porque estos templos eran inicialmente hinduistas… aquí ha debido de producirse la retro-selección natural… porque antes eran capaces de hacer templos para la historia y ahora solo de dar por cerradas incidencias en las que no han hecho nada.

Este sitio es una auténtica pasada: decenas de templos rodeados por una naturaleza salvaje merecen la pena todos los esfuerzos realizados para llegar hasta aquí. A nosotros, curiosamente, los que más nos gustan son en los que menos gente hay, como si de alguna forma estuviéramos explorando una civilización perdida a lo Indiana Jones. De vez en cuando cae una buena tormenta, pero tras la furia metereológica siempre termina volviendo la calma.




En algún templo me quedo charlando con Jan mientras Pablo visita algunos templos de menor relevancia. No sé si me entiende muy bien, pero el que a todo me diga que sí me reconforta, pues parece que el inglés no lo tengo tan oxidado. Hablando de la economía del país me dice que todo está muy caro, incluso para ellos. También, al hablar de que hoy volvemos a Vietnam, me cuenta que el nuevo aeropuerto lo han pagado los chinos y que éstos están invirtiendo mucho en el país.

Como guinda final a nuestro Tour de hoy visitamos un templo que está siendo engullido por la naturaleza. Los árboles conocidos como higueras de las ruinas crecen sobre los templos, donde habitualmente se acumula mucha agua, algo que su semilla necesita para germinar. Su fama se vio aumentada al ser uno de los escenarios del juego Tomb Raider, que más tarde se llevaría a la gran pantalla, siendo Angelina Jolie quién diera vida a su protagonista Lara Croft.



Nos despedimos de los templos, de los monos que habitan el lugar y de Jan, que ha sido un magnífico anfitrión, para volver al hotel. El personal nos cede una habitación para poder darnos una ducha y cambiarnos de ropa, algo que en Europa nunca se haría sin pasar por caja. Como gesto por nuestra parte, cenamos en el restaurante al lado de la piscina, mientras esperamos al taxi que contratamos para ir al aeropuerto.

Hemos visto muchas cosas que no tienen sentido… pero un aeropuerto a 50 kilómetros de la ciudad y a más de una hora en coche, en el medio de la nada, se lleva la palma. Antes había otro aeropuerto en la propia ciudad pero, tal y como me comentó Jan, los chinos han pagado un enorme aeropuerto totalmente desproporcionado para sustituirlo… y, al menos, lo han hecho emulando la arquitectura tradicional camboyana. El que el taxista adivinara que íbamos a Ho Chi Minh City nos dio una pista que no supimos interpretar, pero al llegar y ver que solo hay tres vuelos programados, vemos que la infraestructura es una auténtica sobrada. Los letreros están en camboyano, inglés y chino, algo que no tiene sentido. De alguna forma se parece a la T4 de Barajas, pero con bastantes zonas cerradas.

Facturamos nuestras mochilas y pasamos el control de inmigración. Una vez más, queda demostrado que, cuanto más pobre es el país, más “papelismo” hay: el visado es un papelito fácil de perder y con cuatro datos mal escritos, algo que no está acorde con la era de la informatización en la que vivimos. Tenemos dos horas hasta que salga el vuelo, así que entramos a cotillear en las tiendas que hay: todo en dólares y del todo desorbitado. ¿Pero alguno de esos camboyanos que está con un caldero haciendo sopa y con un costillar colgando en una vitrina sucia luego viene aquí a comprar algo de Gucci o Fendi? ¿Si puedes comer por dos dólares luego alguien compra una bolsita de anacardos por quince?

Decidimos tomar algo en el Burger King, o mejor, en el San Bendito Burger King. Estando escribiendo el blog, nos viene uno y nos dice que nos tenemos que ir… que el vuelo va a salir. El poco personal del aeropuerto nos va acompañando hasta la puerta de embarque… nos dicen que es la última llamada, pero queda media hora aún. A nuestro paso van cayendo las persianas de las tiendas… se ve que tienen prisa por cerrar. Por si fuera poco, nos han cambiado de puerta a una que está en la otra punta… ¡Pero si no hay vuelos poned la puerta más cercana! Ah, y con esta saturación se han debido de quedar sin fingers y tenemos que ir al avión en autobús, en el cual, los pocos pasajeros que hay nos miran como diciendo “os estábamos esperando”. A pie de pista, con la que está cayendo, el personal nos hace un paseíllo con paraguas… ¡Insólito!

El avión es pequeño y solo tiene cuatro asientos por fila y no vamos ni quince personas… aquí hay una rentabilidad muy dudosa. Veinte minutos antes de la hora programada ponemos rumbo a la ciudad de Ho Chi Minh, mientras me preguntó si el seguro de viaje cubre que el vuelo salga adelantado. En el fondo nos viene bien, pero es la primera vez que nos pasa que un vuelo salga antes porque todo el personal de tierra se quiera ir a su casa. Hasta dudo de si han apagado las luces de las pistas de aterrizaje. Cuando se apagan las luces de los cinturones la azafata pasa con una bandejita… ¡Con vasos de agua! “ Only this?” le pregunto haciéndome el ofendido… pero se ve que nada más va a cruzar este esófago cortesía de Cambodia Angkor Air.

Una hora antes de lo planificado, aterrizamos en el aeropuerto de Saigón, donde pasamos el control de inmigración para entrar de nuevo en Vietnam. Nos cogemos un Grab que en media hora nos lleva hasta una de las estaciones de autobús de la ciudad. A la una de la mañana tenemos que coger un autobús que nos llevará hasta Can Tho y parece que todo está siendo mucho más fácil de lo que esperábamos. Tras tomar un café hecho con agua caliente en un tipo de 7-Eleven, montamos en el autobús litera. Hoy nosotros sí que podemos decir que estamos muy lejos… porque estamos, precisamente, en la mismísima Cochinchina.

20 sept 2024

Angkor I

Entre hoy y mañana visitaremos Angkor Wat, una serie de templos del imperio jemer, que está considerada como la estructura religiosa más grande realizada por el ser humano. Es Patrimonio de la Humanidad y fue candidata a ser una de las siete maravillas del mundo moderno. Obviamente también es la joya de la corona del país, ya que la gente que lo visita viene casi únicamente por esta maravilla de hace más de mil años… y claro, como el gobierno es consciente de ello, tienes que comprar las entradas con tiempo y soltar un elevado número de dólares americanos… por qué sí, hasta las cosas de palacio camboyano se pagan con dólar americano. 

Para visitar este enorme complejo hemos contratado en el hotel a un conductor de tuk-tuk, que hoy nos hará el conocido como Grand Tour y mañana el Small Tour. Sólo se limitará a llevarnos y, aunque el listado de templos está especificado, Pablo le hace al buenín recepcionista que, en caso de pedirlo, el conductor nos llevará a otros templos que estén razonablemente cerca para rellenar el horario.

A las nueve y media en punto nos recoge Jan, un camboyano que podría tener entre 25 y 50 años. Aquí, al estar sudando todo el día, la piel suelta todas las toxinas y la gente tiene la piel bastante tersa, por lo que es difícil averiguar su edad. Pablo le reitera que, además de los templos especificados, quiere kilo y medio más de templos que antes ni conocíamos. El hombre, muy agradable él, le dice que no hay problema… sin saber que lleva a la parejita OCU detrás.

Antes de ponernos rumbo a Angkor, paramos en una farmacia. Pablo ha estado dos días un poco resfriado y desde hoy yo cojo el testigo. Acabado el paracetamol que traíamos de casa, nos vemos en la necesidad de comprar alguna fórmula magistral que calme mi malestar. Cuando la farmacéutica, sobrina de la titular que la ha dejado mientras se va de vacaciones a Phno Iah, busca en Google los componentes del Frenadol y me ofrece un medicamento de GSK, que me suena es internacional. Al pagar, veo que solo me da un blíster, no una caja… ¡Sin prospecto ni nada! Justo hoy que me iba a leer los efectos secundarios por cada millón de pacientes… Bueno, seamos optimistas y pensemos que es porque ha considerado que no voy a necesitar más.

Iniciamos el Gran Tour y empezamos a parar en los primeros templos. Hoy no visitaremos los más importantes, pero, aún así, ya desde el inicio quedamos enamorados de estas construcciones que la Naturaleza parece empeñada en devorar. Muchos tienen piedras caídas, musgo, andamios… pero el hecho de que no haya apenas visitantes en estos templos y la lluvia que cae hace que estos lugares parezcan mágicos. Y es que, algo de místicos tienen que tener si han sobrevivido entre ocho y diez siglos.

En el recorrido está planificada la visita a los templos Preah Khan, Neak Pean, Ta Som, East Mebon y Pre Roup, aunque Pablo le va indicando otros entremedias que también quiere ver. Llevamos una guía con la descripción y detalles de cada templo pero al cuarto templo desistimos de leerla, porque los nombres de reyes, arquitectos y deidades nos parecen imposibles de recordar. Nos quedamos simplemente con la idea de que inicialmente fueron hinduistas y luego los convirtieron a budistas.













Mi resfriado va a peor, chorreo mocos literalmente. No me encuentro muy bien pero no quiero cortar el entusiasmo de un Pablo poseído por Lara Croft: templo para arriba y templo para abajo, andar sobre piedras irregulares y charcos, y sin haber comido nada siendo las cuatro de la tarde. El Tour toca a su fin y le decimos a Jan que nos deje en un Burger King, que ése sí es un rey y no ese tal Dharanindravarman. Con fuerzas renovadas, damos un paseo por el enésimo Mercado Central de nuestro viaje… cuando vayamos a Basauri voy a meter a Pablo en La Plaza y cierro por fuera.

El centro de Siem Reap está hecho prácticamente para turistas… hay hasta una “pub street” donde los ingleses e irlandeses pueden tomarse una pinta sintiéndose como en casa después de haberse recorrido medio planeta. También hay tiendas de souvenires en las que comprar budhas, réplicas de Angkor, pantalones perroflauta en plan “me costeo un pedazo viaje pero luego visto a lo pobre”... Y ¡algunas tazas! El balance de tazas compradas por Pablo desde que iniciamos el viaje sigue siendo cero y hay que salir de secano. Regateamos tirando por lo bajo… nos piden diez dolares y ofrecemos tres. A Pablo le dicen, literalmente que se vaya a su país a comprar tan barato… no, hombre no… esas no son formas, que ahí tienes todo tu stock cogiendo polvo. Aumentamos la apuesta y termina comprando una por cinco dólares, esto es apoyar la economía local.

No son ni las siete cuando decidimos ir al hotel ya. Por esta zona del planeta no abunda mucho el dulce y tenemos algo de mono. En una pastelería que encontramos pedimos unos Donuts para llevar… y la chica de detrás del mostrador parece contrariada. “One and one” le decimos señalando dos de chocolate. Llama a otra chica que viene a ver qué pasa… y resulta que la primera era una clienta y la segunda la que atendía… pero vamos, ni que estuviéramos pidiendo Donuts de ternera… ¡Qué poco brío!

Llegamos al hotel y empiezo un ritual sanador: ducha caliente, un café caliente, un seudo-frenadol y a la camita, que me duele todo y mi nariz sigue chorreando. Hoy no veré a la ranita, ni a las salamanquesas, ni a algunas mariposas que revolotean por el porche de nuestra habitación… ¿Conseguirán diez horas de cama aliviar mi malestar?