Dado que hasta las siete de la tarde no re-emprendemos el camino a casa, damos un paseo tranquilamente por el complejo amurallado. Las habitaciones son como pequeños adosados, rodeados de jardines, en los que se alternan restaurantes, salas de conferencias, zonas de reuniones y hasta unas pequeñas piscinas. La distinción de la gente que vemos contrasta con una tensa armonía, escenario ideal para una peli americana de domingo por la tarde... en el restaurante uno no sabe si pedir cocacolas o redención.
Tras el desayuno, vemos que hay un centro comercial en las inmediaciones, al que escapamos de esta improvisada prisión de cuatro estrellas. Las modas sudafricanas no acaban de convencernos, pero terminamos comprando alguna que otra prenda de corte occidental con nuestros últimos Rands. Bolsas en mano, cruzamos una autopista de varios carriles para volver al hotel, donde nuestra piel blanca es la única llave que necesitamos para pasar el control de seguridad negro.
Un shuttle nos lleva de nuevo al aeropuerto y de nuevo nos encontramos haciendo cola para realizar la facturación. Curioseando en internet habíamos visto que nos habían dado asientos separados y que no había opción de cambiarlos... así que, con nuestra mejor sonrisa y poniendo cara de gatito mojado, conseguimos que la afable azafata mueva a alguien para que los dos tortolitos puedan regresar a su nido juntos tras la luna de miel. ¡¡Pero qué alegría irradian los sudafricanos negros!!
Sin pensar que volveríamos a montar tan pronto en uno, el A380 de AirFrance despega suavemente rumbo a la capital francesa. Con tristeza nos despedimos del suelo sudafricano del cual hemos recorrido 4.080 kilómetros durante 18 días. Dejamos atrás el país, el hemisferio y el continente... ¡¡y hasta el clima!! En estos días hemos pasado por las cuatro estaciones: dejamos Madrid en invierno, llegamos a Sudáfrica en verano, pasamos al otoño y ahora volvemos a la primavera. Hay gente que en la luna de miel da la vuelta al mundo... nosotros hemos dado la vuelta al termómetro. De hecho, aterrizamos en París lloviendo y un segundo vuelo nos lleva al fresco sol de un día de primavera en Madrid... vaya descoloque. Sí, llevamos pantalones cortos en Marzo, ¡¿qué pasa?! En el metro la gente nos mira extrañada... y es que, no saben la gran experiencia que hemos vivido en este viaje.
Desde siempre tuvimos claro que el viaje de novios tenía que girar en torno a la naturaleza. Ahora haciendo balance, confirmamos que ha sido un acierto. Aunque nos ha sorprendido que blancos y negros están totalmente separados, que los animales en libertad no son tan fáciles de ver y que el verano es bastante lluvioso, Sudáfrica y Suacilandia nos han enamorado. Hemos visto animales en libertad, cañones de ríos preciosos, espectaculares cascadas, playas bañadas por el índico y el atlántico; hemos montado en avestruz y hemos hecho parapente; hemos recorrido los pasos de Mandela; hemos visto modernas ciudades y modestos pueblos; hemos conocido las culturas zulú y suaci; y, sobre todo, hemos disfrutado de Sudáfrica y Suacilandia después de uno de los días más importantes de nuestra vida.
Hoy ponemos punto y final a este viaje... ¡¡pero pensansado ya en el próximo destino donde lucir anillo!! Estad atentos porque el verano está más cerca de lo que parece y es que, la vida hay que aprovecharla a tope. Nos despedimos con una reflexión que nos dijeron en Soweto acerca de Europa... "Ellos tienen relojes, pero nosotros tiempo"... Hakuna Matata!!
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