Esta noche hemos dormido en un bed and breakfast muy bonito, con piscina en la puerta de la habitación y un jardín donde cenamos antes de ir a dormir. Lo habíamos elegido porque está en Phalaborwa, uno de los accesos al Parque Kruger. Como habíamos leído que se formaban colas para entrar, queríamos un lugar que nos permitiera entrar lo antes posible. Así que nos ponemos en marcha antes de que amanezca. Estamos en zona de malaria, así que nos damos un buen repelente de mosquitos y nos vamos, no sin antes convertir en manual la puerta automática de acceso al alojamiento.
En cuestión de minutos llegamos a la puerta del parque y enseguida hacemos el papeleo, entre lo que destaca el firmar que uno entra bajo su propia responsabilidad y que se compromete a cumplir las normas. Vamos que, si te devora un león, el parque no se hace responsable; eso sí, ni se te ocurra a ti cenarte un antílope y acompañarlo con un vinito. Pero para ver Krugrer, se firma lo que sea, ya que esta visita es uno de los pilares del viaje, pues es aquí donde esperamos ver naturaleza salvaje y eso era lo que nos motivó a elegir Sudáfrica.
Para que la visita sea un éxito nos hacemos con un mapa por 40 Rand con todas las rutas y servicios del parque, y que además trae información de los ecosistemas y de los animales que se pueden ver. Para nuestro primer día, establecemos una ruta que va primero hasta Letaba, luego hasta Olifants y de allí hasta Satara. El parque está muy bien señalizado, con nombres de carreteras y con las distancias entre los campamentos.
El recorrido se hace en el coche propio, así que nosotros, que pedimos expresamente un color discreto cuando reservamos el coche, iremos con el Clio rojo cereza que finalmente nos dieron. Bien pensado, si atrae a los animales mejor, ¿no? Lo que sí que tengo claro es que en el balance de animales que cada uno divise, empiezo habiendo ya perdido: Pablo, que puede divisar una ardilla en plena Castellana seguro que ve hasta una hormiguita bebiendo agua; mientras que yo, que cuando vamos a coger espárragos no los veo ni aunque tengan el grosor de un bate de béisbol, me voy a pasar todo el día preguntando '¿dónde? ¿dónde?'.
Dicho y hecho... mientras yo busco en el amanecer alguna jirafa o elefante, Pablo ve primero un caracol gigante y luego un ciempiés... ¡¡la que me espera!! Yo por el momento sólo veo troncos con formas extrañas, piedras que simulan animales y montículos que diría que están hechos con excrementos...
El día está nublado, lo cual es una ventaja ya que se ve mucho mejor. Recorremos alguna carretera secundaria y vemos algún que otro pájaro... cuando de repente... ¡¡aparece un búfalo africano!! Es un animal enorme y como no es el típico animal que se suele ver, nos encanta doblemente. Además, es uno de los Big Five... ¡¡no hemos tardado nada en tachar el primero!! Unos metros más adelante, nos damos cuenta de que no estaba solo, sino en una manda de unos siete ejemplares.
Continuamos y tras un largo tiempo sin ver nada, aparecen unos antílopes, que, consultando la guía, identificamos que son impalas. Son unos animales muy elegantes y también suelen estar en manada. Esta especie es una de las más abundantes en el parque, hasta el punto de que son el icono de SanParks, la entidad que controla los parques nacionales del país.
Seguimos recorriendo el parque a menos de 50 km/h bien atentos para encontrar animales. En un momento de inspiración, veo moverse algo a lo lejos... ¡¡un elefante!! Con ayuda de los prismáticos y de la cámara, observamos cómo arranca arbustos para comer. Estamos de suerte, porque en un par de horas ya hemos encontrado el segundo animal de los Big Five. Muy cerca, vemos a una cebra que juega al escondite y que apenas nos deja fotografiarla, es tímida.
Durante las siguientes dos horas no vemos grandes animales. Nos conformamos con algunos pájaros como la pintada y algunas mangostas de diferentes variedades. De pronto, vemos un grupo de monos muy traviesos de pelo color ceniza y ¡¡testículos azules!! Son los monos de Brazza, que quieren que les demos comida, algo estrictamente prohibido... pero ver cómo reaccionan al recibir una manzana no pasa nada, ¿no? Algo previsible: la devoran. Muy cerca Pablo ve a unos monos en la copa de un árbol... ¡¡papiones negros!!
Encontrar animales es más difícil de lo que pensábamos... Inconscientemente algo nos hacía creer que eran los animales los que iban a venir a nosotros, en lugar de pensar que éramos nosotros los que teníamos que buscarlos. El parque tiene una extensión equivalente a la provincia de Cáceres y hay que buscar en todo ese terreno pero limitándose a lo que alcanzamos a ver desde las carreteras. Si a esto le sumamos que muchos animales se confunden con el entorno, que la hierba está muy alta y que cada uno tiene su propio horario para dormir... ¡¡hay que armarse de paciencia!! Empezamos a pensar que no se puede echar de comer a los animales para que te entretengas tú comiendo algo: o encontramos animales o acabaremos gordos como los mismísimos hipopótamos.
Precisamente debido a la dificultad, cada ver que encontramos un animal, nos sentimos recompensados por el esfuerzo. Con las jirafas, hipopótamos, cocodrilos, cebras, ñus, ... nos detenemos a observarlos, maravillados de verlos en libertad en su hábitat natural. Ya por la tarde, vemos decenas de facóqueros, una especie de cerdo que se hizo muy conocido cuando Walt Disney lo convirtió en el personaje de Pumba.
Después de estar unas diez horas en el coche recorriendo el la parte central del parque, hacemos recuento de lo que hemos visto, y, la verdad es que no se ha dado del todo mal:
- Pintada común
- Búfalo africano
- Búfalo común
- Impala
- Elefante africano
- Cebra de Burchell
- Mono de Brazza
- Papión negro
- Mangosta amarilla
- Mangosta enana
- Drongo de cola bifurcada
- Toco piquigualdo
- Jirafa
- Escarabajo pelotero
- Cocodrilo del Nilo
- Hipopótamo común
- Pigardo africano
- Hiena manchada
- Racífero común
- Ñu azul
- Facóquero
- Avestruz
- Tortuga leopardo
- Antílope de agua
- Calao terrícola
Antes de las 6 de la tarde tenemos que estar en Satara, el campamento donde dormiremos. Aquí los horarios son muy estrictos, ya que cierran las puertas de los campamentos para que no se cuelen los animales... y si no estás dentro puedes ser la cena de algún león. Los campamentos están muy bien organizados, hay desde áreas para tiendas de campaña hasta apartamentos con todas las comodidades. Nosotros hemos elegido las rondavelts, unas casitas circulares que imitan a las casas tradicionales. Damos una vuelta por el campamento y en compramos algunas bebidas y un adaptador de enchufe en la tienda, donde la chica que nos atiende se llama 'Excite'... ¡¡curioso nombre!!
Para ver el parque desde una perspectiva diferente, hemos reservado un safari nocturno. Salimos a las 8 de la tarde, cuando ya es noche cerrada, con el objetivo de ver animales de hábitos nocturnos. Bajo un cielo estrellado precioso, salimos en una camioneta en la que dos personas rastrean con un foco en busca de animales. El truco está en encontrar los ojos brillantes de los animales por el efecto de la luz, pero parece que no va a ser nada fácil. Teníamos esperanza de ver algún león... pero durante las más de dos horas que dura el safari, sólo vemos impalas, un puercoespín, y algunas liebres, ¡¡ante las cuales la gente enloquece!! Por una mezcla de agotamiento y desmotivación, nos quedamos dormidos en un camión que se mueve más que el Space Mountain.
El día ha sido muy intenso y nos vamos a la cama con un balance de dos de los Big Five vistos: Búfalo africano y elefante. ¿Completaremos mañana la lista?
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