18 mar 2016

Salto a la ruta jardín

El despertador suena a las cinco de la mañana... como sigamos adelantando la hora de levantarse cada día, vamos a conseguir sacar un día extra de vacaciones en plan Willy Fog. Pero hoy está más que justificado, porque tenemos que ir al aeropuerto... pero no para volver a casa, ¿eh? ¡¡Aún nos queda una semana de viaje!!

Cuando ya estamos listos para salir, nos damos cuenta de una cosa: hemos elegido la ropa con los mismos colores y vamos a parecer los dos payasos del anuncio de Micolor, pues vamos con tonos diferentes. Si es que, estamos sincronizados. Y otro que también está muy sincronizado es el chófer del coche que nos llevará hasta el aeropuerto. Como es muy temprano, hemos contratado un transfer y el conductor ha llegado muy puntual con un cochazo enorme. Eso sí, parece un autómata porque no dice 'ni mu' durante los 20 minutos de trayecto desde Durban hasta el aeropuerto King Shaka International.

En el aeropuerto hacemos algunas compras y aprovechamos para desayunar. En muchos países, incluido el nuestro, en los sitios estratégicos abusan en los precios; aquí, sin embargo, todo es bastante razonable. Un café te cuesta parecido en un pueblo, en un bar del centro de la ciudad o en un aeropuerto, por lo que puedes dar rienda suelta a comprar lo que te apetezca sin recibir una cuenta de infarto.

En un trayecto de unos 80 minutos volamos desde Durban hasta Port Elizabeth, lo cual supone una distancia de unos 800 kilómetros. El vuelo es de British Airways pero operado por Comair, donde, como era de esperar, nos dan algo para 'comair'. En seguida nos damos cuenta de que el 99 % del pasaje es blanco, donde, por cierto, pensamos que somos los únicos turistas. ¡¡Somos la minoría de la minoría!

Volando paralelos a la costa, llegamos hasta Port Elizabeth, donde hace un día precioso. Recogemos las maletas y vamos a por el coche de alquiler, donde... ¡¡adivinad!! Nos dan un Renault Clio de color cereza matrícula de Gauteng idéntico al que devolvimos en Durban. ¡¡Si el Panda nos viera se pondría celoso!!

El primer lugar que visitamos es Boardwalk, un centro de ocio que incluye un casino, restaurantes y tiendas. Está en las afueras de la ciudad, frente al paseo marítimo. Recorremos el muelle mientras sentimos la agradable brisa del Océano Índico. Es un lugar donde la gente está practicando surf, corriendo o simplemente disfrutando del mar.

Después, nos acercamos al centro de Port Elizabeth, con algunos lugares históricos que recorremos. Es una ciudad que también nos desconcierta: por un lado hay casas que suscitan nuestra envidia y dos calles más abajo hay gente con dudosas pintas. Visitamos el faro, el Campanile y el hotel King Edward, que tiene un ascensor que funciona desde 1927. También visitamos el Teatro de la Ópera, al que entramos a ver si vemos algo y nos lo acaba enseñando de arriba a abajo una bedela muy maja. Hablando con ella nos dice que ella habla xhoso y nos dice una frase para que veamos como suena... ¡¡vaya sonidos tan guturales!!

Hoy estamos en plan relajado, ya que ayer nos cansamos mucho recorriendo Durban y hoy entre madrugar y el vuelo estamos un poco para el arrastre. Así que visitamos Addo Elephant National Park... ¿qué mejor que recorrer un parque pero sentados en el coche y con el aire acondicionado? Vemos élans, kudús, duíqueros, facóqueros, cebras, avestruces, ...  y, por supuesto, un montón de elefantes. Es la hora de la merienda así que muchos están dándole al arbusto y bebiendo agua. Un elefante prácticamente rodea nuestro coche y podemos observar que tiene unas pestañas enormes, pelo en los labios y legañas en los ojos. También vemos a una familia de tres miembros que merienda junta... ¡¡qué tierno!! Y otros que nos encantan son los facóqueros, los cuales doblan las patas delanteras para llegar mejor con la boca a la hierba. Vemos una facóquera con cuatro facoqueritos... ¡¡la familia Pumba crece!!

Y después de Addo, como quien no quiere la cosa, nos hacemos 250 kilómetros de un tirón. Guiados por los colores de la puesta del sol vamos dirección oeste hasta Storms River, un pequeño pueblo donde nos alojaremos hoy. El hotel tiene un aire rollo 'fiebre del oro', con casas de dos plantas donde hay cuatro habitaciones en cada una de ellas. Salimos a cenar y es una maravilla... ¡¡a las 7 de la tarde todo sigue abierto!! Además, nos atienden genial, la comida está deliciosa y entablamos conversación con el dueño, quien había pasado varias veces por nuestra mesa con ganas de saber de dónde éramos. El hombre es muy cercano y sincero con nosotros: nos dice que aquí la gente está muy dispersa y separada y que, cuando vivió una temporada en Londres lo pasó muy bien porque estaba todo muy animado; eso sí, también nos dice que a los europeos que vamos de viaje nos suele ver bastante estresados. Si le cuento que los días de escuela de idiomas salimos de casa a las 7 de la mañana y volvemos a las 10 de la noche, ¡¡le da algo!! Por lo que nos cuenta, pensamos que no es boer, sino de ascendencia británica... ¡¡aunque no nos cuadra que le encante Europa!! Después de una interesante conversación, nos despedimos y regresamos al hotel... Estamos en el corazón de la ruta jardín y mañana queremos descubrirla.

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