El paso de la frontera fue bastante fácil: enseñar los pasaportes, los papeles del coche y pagar una tasa de circulación de 50 Rands (3 euros). Es curioso porque empezamos a pensar que por estas tierras les encanta hacer papelitos: en inmigración te dan un papel, en la aduana te lo sellan y al pasar el control se lo quedan... ¡¡pero si están todos al lado!! Ya desde el principio vemos que este país va a ser sencillo pero práctico: el policía de frontera levanta la valla... manualmente. Ya estamos en la región de Hhohho y esperamos no tener que utilizar la onomatopeya.
Preparando el viaje pensábamos que las carreteras iban a ser de tierra, pero la verdad es que están bastante bien, con la señalización adecuada y con gente que conduce correctamente. Además, está todo muy limpio; no se ve ni un papel tirado por el suelo. Lo que nos llama más la atención es que hay gente paseando el ganado por los arcenes y, a medida que cae la noche, al no haber iluminación y con un color de piel tan negro... ¡¡nos cuesta verlos si no sonríen o parpadean!! Aunque no lo creáis, sirve de gran ayuda.
Extremando la atención, conducimos unos cuantos kilómetros hasta Maguga Lodge, uno de los mejores alojamientos del país y con vistas al embalse de Maguga. Es un complejo con muchas rondavels, casas tradicionales circulares con techo de paja. El sitio está muy bien, aunque, todo sea dicho, nos esperábamos mucho más. Quizá sea que el día no acompaña: está lloviendo y con lluvia todo desmerece.
Ponemos rumbo a la capital del país, Mbabane. No teníamos una idea formada de lo que nos íbamos a encontrar, y sorprender, nos ha sorprendido. El centro de la ciudad son básicamente unos cuantos centros comerciales unidos, donde se integran servicios como bancos y oficina de correos. En esta última compramos unos sellos de recuerdo y volvemos loca a la mujer que nos atiende porque empezamos a pedirle que nos dé monedas del país, que nos diga dónde está turismo y una tienda de recuerdos. En turismo nos dicen que la ciudad no tiene lugares históricos, ya que es básicamente de negocios y de compras. Como vamos justos de tiempo, decidimos continuar la ruta.
Visitamos el parque Mlilwane Wildlife Sanctuary. Es una pequeña reserva natural en la que, además de poder ver otros animales, hay una lago con hipopótamos. Una cosa peculiar de este parque es que puedes hacer rutas a pie bajo tu propia responsabilidad... ¡¡Pero si hay animales salvajes!! Para poder salir andando tienes que registrarte diciendo la hora a la que sales y la ruta que vas a hacer; cuando regresas, tienes que firmar la llegada, no vaya a ser que te haya devorado algún animal. Le echamos valor y hacemos una ruta y media de otra, pero no conseguimos ver a los hipopótamos, tan solo impalas y unos cocodrilos a los que es mejor ni acercarse. Un pájaro de la especie obispo rojo del sur nos viene a saludar y a posar para nosotros, y seguro que causa una gran envidia a algún cuñado amante de la ornitología.
Visitamos también el campamento, con unas casas tradicionales suazi, que eran otra de las opciones para habernos alojado. Nuestro paso por este pequeño país toca a su fin, ya que tenemos que hacer cuatro horas en coche hasta Hluhluwe Imfolozi en Sudáfrica. En la carretera, saludamos a los niños que vuelven del colegio y nos hace gracia que todos nos responden. ¡¡son una ricura!! La gente es bastante simpática, aunque muchos nos miran desconfiados, ya que apenas se ven blancos: en todo el día habremos visto a menos de diez. El paisaje de Suazilandia nos ha sorprendido gratamente: pensábamos que iba a ser un terreno árido y pobre y, sin embargo, es muy verde, con muchos bosques y árboles por todos los lados. Los paisajes son preciosos y variados: montañosos por el norte y más llanos por el sur.
Poco a poco nos despedimos del país de los suacis, para regresar a la provincia de los zulúes en Sudáfrica... ¡¡nos estamos jugando ser cocinados alrededor de un baile ancestral!! Estamos en KwaZulu-Natal, y nos apresuramos a llegar al parque Hluhluwe Imfolozi, al que hay que acceder antes de las seis de la tarde. Camino al campamento donde pasaremos la noche, dos hermosos rinocerontes aparecen ante nosotros... ¡¡nos encantan!! Hoy también dormiremos en una rondavel... y es que le estamos cogiendo el gusto: tiene la ventaja de estar en plena naturaleza con la ventaja (o riesgo) de poder ver animales en la mismísima puerta. ¿Tendremos hoy invitados a cenar?
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