17 mar 2016

Dos visiones del país en Durban

En la lotería del tiempo para hoy ha tocado... ¡¡sol!! Si anoche caían rayos y centellas sobre el skyline de Durban, hoy despertamos con sol, un cielo despejado y un aire costero húmedo que eleva la temperatura. Si a esto le sumamos que desde la habitación vemos el mar y que la ciudad tiene muy buena pinta, enseguida nos preparamos para empezar la jornada.

Pero hagamos las cosas en su debido orden: primero hay que degustar el desayuno gourmet hiltoniano, que todo sea dicho, es espectacular. Y es que para nosotros lo que hace de un hotel que sea bueno es que la habitación sea confortable y que la comida esté bien... las reverencias, sonrisas fabricadas y una exclusividad superflua, no van con nosotros. De hecho, hacemos carrera de obstáculos por el lobby del hotel, esquivando botones dispuestos a arrebatarnos nuestro equipaje entre el ascensor y el mostrador de la recepción. Con algún 'buenos días' y algún 'qué tal ha dormido' casi consiguen confundirnos pero finalmente conseguimos llegar a la meta 'maleta en mano'. La segunda prueba es salir del hotel sin tener que negar un taxi a ningún ordenanza... todo un reto de observación. Tras ver que la puerta está despejada y que no hay personal escondido detrás de ninguna columna, conseguimos salir por la puerta sin que nadie cuestione nuestra no-necesidad de transporte para llegar al otro hotel a 700 metros. Nunca entenderemos por qué hay gente a la que le gusta que en estos hoteles les traten como a paralíticos y encima les cobren por ello.

Si el Hilton era un hotel en una moderna torre, el Durban Manor es un hotel en un edificio victoriano con un esplendor venido a menos, pero aún así, con mucho encanto. Nos registramos y pedimos un mapa de la ciudad, aunque hubiese sido bastante más útil que nos hubiera dado un mapa del hotel, porque entre pasillos, patio y escaleras, casi enciendo el GPS por miedo a no saber volver. Por fin estamos listos para explorar Durban, Ethekwini para los zulús.

El hecho de estar en la costa le da un aire más abierto a la ciudad. Al sur se encuentra el puerto, el más importante de todo África. Al este se encuentra el Océano Índico, el cual vemos por primera vez... e 'indico' que es igual que los demás océanos. En el centro de la ciudad hay rascacielos de oficinas y de viviendas, así como edificios históricos. Entre ellos, destaca el del ayuntamiento, inspirado en el de Belfast. En su interior está el museo de ciencias naturales y el museo de arte. Son gratuitos, así que, interesados en conocer el edificio por dentro, pasamos a verlos.

Recorriendo las diferentes salas y observando animales disecados, entablamos conversación con un trabajador del centro. Hablamos con él de nuestro viaje y del tiempo, y como le vemos con ganas de cháchara, pasamos a temas más comprometidos como la segregación racial, la seguridad en las calles y la mentalidad de la gente. Hablamos de lo mucho que nos ha chocado que negros y blancos estén totalmente separados, a lo que él nos argumenta que los negros aún no han olvidado el Apartheid y nos dice que las imposiciones de los blancos hacen a los negros pobres. De alguna forma, culpa a los blancos de su mala fortuna y posiciona a los negros en una carrera hacia la libertad y la democracia que aún no ha terminado. Al hablarle de que en nuestro país, aún teniendo problemas económicos, se puede andar tranquilamente por la calle casi a cualquier hora, que la violencia es puntual y que hay educación para todos, el hombre se muestra muy interesado en saber más de nuestra cultura. Tras una hora de intercambio de impresiones, nos despedimos y nos agradecemos mutuamente habernos conocido. Sin embargo, momentos después, haciéndonos fotos en el exterior, volvemos a coincidir con él y nos dice que si queremos nos enseña la ciudad por la tarde; no tiene muchos recursos y, de alguna forma, conocer a gente de otros países puede ser un trampolín para salir de un país que no le ofrece oportunidades. Salvamos la situación sin ser descorteses, pues no nos vemos invitando a un desconocido a que cambie su destino por haber coincidido con nosotros. En cualquier caso, nos quedamos con un testimonio de primera mano de la situación del país.

Continuamos la visita por el paseo marítimo, con muelles de madera, carriles bici, bares y restaurantes. El mar está bastante bravo, así que no hay mucha gente en la playa, por lo que decidimos recorrer todo el paseo y recuperarnos así de los excesos gastronómicos. Durban tiene un aire a Benidorm, en el sentido de que tiene torres de viviendas mirando al mar justo en el paseo. Es la tercera ciudad más grande del país y, hasta ahora, la más moderna y organizada que hemos visto. Sin embargo, volvemos a reparar que casi la mayoría de la gente es negra. ¿¿Pero por qué??

Esta ciudad se ha hecho famosa por dos eventos recientes. Por un lado, aquí se hizo en 2011 una cumbre del clima en la que se aprobó prolongar la vigencia del Protocolo de Kyoto. Por otro, Durban fue una de las sedes del Mundial de Fútbol de 2010. Fue aquí, en el estado Moses Mabhida, donde España perdió el primer partido que jugaba; quizá empezar con mal pié hizo que fueran a por todas y que, tras ganar todos los demás partidos, alzasen victoriosos la copa del mundial. Lo que no sabíamos era que se puede subir por 60 Rands a lo alto del arco del estadio en un ascensor llamado 'Skycar'. Bueno, ascensor o montacargas, porque con nosotros suben las 'Big Six', seis mujeres a la cual más anchota de caderas... ¡¡Eso si son curvas y no la del arco del estadio!!

Apuramos los últimos minutos antes de las seis de la tarde, hora en la que se representa The Walking Dead por todo el país. Optamos por ver la Mezquita Juma Masjid, que no sólo es la más grande de África sino de todo el hemisferio sur. Tiene cúpulas doradas y, la verdad, es muy bonita. Ahora, lo de que es la más grande... ¿No habrá sido una durbainada?

Como es pronto para encerrarse en la habitación del hotel, y ante lo peligroso que nos ha pintado el hombre de esta mañana el estar por centro a estas horas, nos tomamos un café en el patio del hotel y preparamos la ruta de mañana. Mientras, dos jóvenes blancos de unos 26 años salen a fumar y, al oírnos hablar en otro idioma, acaban preguntándonos que de dónde somos. Entablamos una conversación con temas similares a los de esta mañana... pero con respuestas radicalmente diferentes. Nos cuentan que son los blancos los que están siendo arrinconados: en una entrevista de trabajo si el entrevistador es negro, nunca cogerán a un blanco; el gobierno está expropiando granjas a blancos para dárselas a negros; pagan muchos impuestos para que luego los negros tengan muchos hijos, pues el gobierno les da una paga mensual por cada hijo sin tener que trabajar; etc. Se unen otros dos amigos y nos pintan la situación como muy alarmante: si un negro ataca a un blanco y éste se defiende, el que irá a la cárcel será el blanco; a los blancos no les está quedando otra opción que huir cerca de Ciudad del Cabo, con mayoría blanca; e, incluso, tienen muy claro que abandonaran su Bloemfontein natal y hasta el país si es necesario. Tienen claro que en cualquier momento puede haber una guerra entre negros y blancos, ya que hay mucha tensión racial, pero en ambos sentidos. Los cuatro boers fuman sin parar mientras no paran de darnos todo lujo de detalles sobre la situación.

Ya solos, llegamos a la conclusión que, tanto el hombre negro de esta mañana como los chicos blancos de esta tarde han radicalizado demasiado sus posturas: se echan la culpa mutuamente. ¿Acaso estemos conociendo una Sudáfrica en tensa calma que pronto haya que redibujar en el mapa? Mañana volaremos hacia una zona predominantemente blanca y veremos si gira la balanza.

2 comentarios:

  1. Me parece superinteresante lo que os están diciendo los autóctonos de allí.... Es un viaje increíble!!! Zorionak por tu cumple Pablo!

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