12 sept 2022

Zion y Bryce

Hoy hemos tenido dos despertadores. Primero sonaron nuestros móviles, en torno a las cuatro de la mañana, mediodía en la España peninsular. Después, tan solo un par de horas más tarde, sonó el despertador para ya levantarnos y ponernos en marcha. A partir de hoy, pondremos los móviles en modo avión, porque estos sobresaltos nos dejan trastocados y hacen que finalmente no nos cundan las horas en las que supuestamente deberíamos estar durmiendo. La parte positiva es que hoy tenemos desayuno en el propio motel, algo que no suele ser muy habitual en estos hoteles de carretera. Unos gofres que se hace uno mismo, yogures y café filtrado, y el cuerpo se queda como un reloj para afrontar la visita a los dos parques nacionales que visitaremos hoy: Zion y Bryce.

Estamos en Utah, el estado de los mormones. Hasta ayer el paisaje era muy desértico y hoy se nota un importante cambio ya que hay bastantes zonas verdes. Por el camino, se ven pequeñas poblaciones con bares de madera al más puro estilo de los saloon de las películas de vaqueros. También se ven alojamientos con diligencias y tiendas de sioux, que no llegamos a saber si son típicas de la zona o, simplemente, una turistada.

Y llegamos a la entrada de Zion donde, una vez más, mostramos el pase anual que compramos antes de venir al viaje y que permite ver casi todos los parques nacionales durante un año. En la entrada, unas sonrientes rangers (hasta el momento siempre mujeres) te dan la bienvenida y te dan un mapa para que te organices la visita. Lo primero que hacemos es preguntar a ver si se puede visitar The Narrows, un cañón que se recorre directamente andando por el agua del río; nos comentan que hay previsión de lluvia y que nos lo desaconsejan absolutamente. Es la actividad estrella del parque, así que, volvemos a preguntar a ver si al menos se puede llegar hasta la entrada del cañón, a lo cual nos dicen que sí. Un poco desanimados, cogemos el autobús que recorre el parque hasta la última parada, justo donde empieza The Narrows. Al llegar, vemos que hay un montón de gente y que muchos están subiendo río arriba. Así que tenemos dos opciones: dar la vuelta y quedarnos con las ganas, o echarle valor e intentarlo. ¡¡Adivinad!! Cogemos una rama a modo de bastón, de las muchas que hay para que la gente las utilice, y ya estamos listos… sin botas especiales de neopreno ni nada por el estilo… ¡¡con las zapatillas deportivas!! El agua está fría, pero es soportable; lo difícil es avanzar, porque hay muchas piedras y hay que ir con cuidado de no hacerse un esguince o caer al agua.



El recorrido es espectacular. El agua es totalmente clara y se ve el fondo arenoso con unos toques de color verde azulado. Hay vegetación a pie de río, y también algunos arbustos por las paredes del cañón. A su vez, a medida que vamos subiendo, las paredes del cañón se van estrechando, convirtiendo el paisaje en algo muy singular. Asimismo, también hay cierta tensión, ya que, en el caso de que se pusiera a llover, estar ahí podría ser muy peligroso. Según nos indicó la ranger, la lluvia puede ocasionar rápidamente inundaciones repentinas en el cañón, motivo por el cual ha muerto gente ahogada. Nosotros, sinceramente, tampoco lo vemos para tanto y suponemos, una vez más, que estos avisos tan tremendistas se deben a que tienen que abarcar desde el deportista más aventurero, hasta el dominguero más patoso.

Tras unas tres horas entre subir y bajar, llegamos al punto de partida con la alegría de haber podido disfrutar de esta actividad. Tenemos los pies mojados, pero parece que no será un problema ya que el tiempo va a mejor, está subiendo la temperatura y la amenaza de lluvia cada vez es más reducida. ¿Y ahora? Zion es un parque pequeño, más disfrutado por nacionales que por extranjeros, pero es bastante completo porque tiene muchas rutas para hacer. Nosotros, nos centraremos en las rutas que van a los tres estanques esmeralda. Aunque éstos no son de ese color y como estanques tampoco valen mucho, lo bonito de hacer este recorrido son las magníficas vistas. Montañas rocosas altísimas y de diferentes colores se alternan con zonas verdes y el cielo azul. Además, nosotros le damos un toque adicional de color, ya que vamos vestidos como Epi y Blas, de amarillo y de naranja.

Cogemos la lanzadera de nuevo, esta vez para ver las tres montañas conocidas como La Corte de los Patriarcas. Aquí no hacemos ninguna ruta, tan sólo subimos a un mirador desde donde tomar algunas fotos y disfrutar de una temperatura muy agradable. De nuevo a la lanzadera y llegamos al aparcamiento. Pero, ¿dónde está nuestro coche? A diferencia de otros parques en los que te mueves en tu vehículo, aquí tienes que dejarlo aparcado y utilizar las lanzaderas. Eso hace que el aparcamiento sea enorme y que la gente no encuentre donde aparcó su coche… entre los que nos encontramos nosotros. Finalmente conseguimos localizarlo y, tras comer algo en una mesa de picnic, abandonamos Zion para ir al segundo parque de hoy.

Bryce es un parque totalmente diferente a Zion. Aquí no hay un río protagonista, ni montañas elevadas, ni tan siquiera vegetación. Bryce es más un capricho de la naturaleza, una fantasía de piedra, una bella rareza. La erosión ha esculpido durante miles de años, las rocas de esta zona, creando unos pináculos conocidos como hoodoos. La vista desde los diferentes miradores a lo que denominan el anfiteatro es todo un cuento de hadas.

Para vivir la experiencia del parque, enlazamos dos rutas: el sendero Navajo y el de Queens Garden. Caminar entre los pináculos es una experiencia mágica. En cierta medida nos recuerda a cuando visitamos la Capadocia en Turquía… pero multiplicado por diez. No hay palabras para describir lo peculiar, estrambótico y alucinante de este sitio. La paleta de colores arena, marrones y naranjas nos encandila y contrasta con el cielo azul. Además, como ya está cayendo la tarde, no hay muchos turistas, y se puede disfrutar de Bryce con plena tranquilidad.

Menudos dos parques que nos hemos echado hoy a la retina. Zion ha sido una encantadora aventura acuática, y Bryce, a su vez, nos ha transportado como a otro planeta. Pero para transporte el que tenemos por delante… tres horas tenemos por delante para llegar hasta Green River, donde nos alojaremos para visitar mañana otros dos parques nacionales. 

Autovías rectas, sin iluminación, sin apenas poblaciones ni casas, tan sólo con la compañía de la línea blanca de los arcenes y la doble línea amarilla central… la conducción aquí es algo realmente monótono. Por haber, no hay ni gasolineras. Pablo permanece con la mirada clavada en la carretera, atento también a que ningún animal invada repentinamente la calzada. Y por fin llegamos al hotel en Green River. Una mujer muy rara nos da la bienvenida en la recepción, para pasar a hablar en un inglés totalmente incomprensible. ¿Seguro que es inglés? Entre balbuceos, interpretamos que lo que quiere es cobrarnos la habitación, que ya estaba pagada, pero que no le cuadra el precio y que tenemos que pagar. Tras demostrarle que ya está pagada y que si tiene algún problema lo solucione con booking, nos hace el check-in a regañadientes. Si tuviese que apostar, diría que llevaba alguna copa de más. Pero da igual, es casi media noche y buscamos tan sólo una cama… pero tan sólo para dormir, porque hoy los paísajes de Zion y Bryan ya nos hicieron estar dentro de un sueño.

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