Anoche, como la conexión a internet del hotel no llegaba bien hasta la habitación, me fui a eso de las dos de la mañana hora local a sentarme en las escaleras entre las dos plantas para poder publicar la entrada recién horneada. En una de las primeras habitaciones del pasillo se oía la televisión, de la misma forma que cuando llegamos, después del show de la recepcionista. Ahora, en torno a las ocho, se sigue oyendo… ahí dentro debe de haber alguien que ya no respira o que, simplemente, le encanta la teletienda. Pero, ¿dónde están todos esos americanos sonrientes y simpáticos alojados? Aquí en cada motel se puede sacar mucho jugo… definitivamente si Stephen King hiciese nuestro viaje, se podría inspirar para sacar "El resplandor, la serie" y contrataría a nuestra vecina del tercero, que es igual que la protagonista y además no pararía de poner lavadoras para todo el elenco de actores.
Hoy es nuestro segundo día en el estado de Utah, y visitaremos dos de sus muchos Parques Nacionales: Arches y Canyonlands. Llegamos al primero y una sonriente ranger nos da el mapa correspondiente, a la que nos dan ganas de decirle, "Hola, ¿qué Arches?"; aunque es muy tentador, dejamos la broma para otro día. Todos los parques que visitaremos en nuestro viaje tienen algo diferente y, ¿qué es lo que tiene éste? Pues que, como su nombre anglosajón indica, tiene arcos… ¡¡pero muuuuuuchos arcos!! Se calcula que hay más de 2.000, de diferentes tamaños, por todo el parque.
Nada más entrar, los primeros puntos de interés curiosamente no tienen ningún arco. Primero paramos en las Courthouse Towers, con un grupo de columnas al fondo llamadas Las/Los Tres Cotillas… como en inglés las palabras no suelen tener género, queremos pensar que el nombre no tenía una connotación sexista y que vale para todos… Además de "las" y "los", pongamos también el "les" en lenguaje inclusivo, no vaya a ser que Irene Montero me cierre el blog.
El siguiente lugar donde paramos… ¡¡tampoco tiene arco!! Aún así, es un lugar muy peculiar: la Balanced Rock, que parece que en cualquier momento se va a precipitar ocasionando un gran estruendo.
Continuamos el recorrido y empiezan a aparecer por aquí y por allá, los primeros arcos. Hacia la mitad del parque se encuentra la joya de la corona, el Delicate Arch. Para llegar hasta él hay que recorrer un sendero durante hora y media, con un ascenso suave y unas vistas magníficas. Está nublado y la temperatura es ideal para caminar, así que, mucho antes de lo esperado encumbramos y llegamos hasta este precioso arco. Además de ser el más representativo del parque, también lo es del propio estado, ya que viene dibujado en las matrículas del estado.
Otro de los arcos más fotografiados del parque es el Landscape Arch, ya que es el más grande. En el año 1991 se cayó parte del mismo, así que no te puedes acercar, ya que se piensa que en algún momento terminará por colapsar. En el fondo, todos estos arcos son estructuras geológicas efímeras, que están en constante cambio… aunque esa transformación sea tan lenta que dure miles de años.
Además de los arcos sencillos también los hay dobles. Muy cerca se encuentra el llamado Double O Arch, en el conocido como Devil’s Garden. Para verlo, decidimos hacer un recorrido que enlaza tres rutas, de unas dos horas aproximadamente. En el horizonte se ven muchas nubes negras, con algún que otro relámpago. Como la temperatura es agradable y parece que le queda mucho hasta que llegue hasta donde estamos nosotros, emprendemos la marcha, ascendiendo por rocas inclinadas y trepando por algunas más verticales.
Hablamos con un hombre que no está seguro de si continuar o no mientras señala los nubarrones; nosotros le decimos que somos optimistas y que pensamos que aún no va a llover. Y no podíamos estar más equivocados. En cuestión de minutos se levanta un fuerte viento y empieza a lloviznar. Como nos falta poco para llegar al arco, tiramos para adelante… hasta que empieza a caer la del pulpo y empezamos a correr retrocediendo por el camino. La lluvia es bastante intensa y con las prisas no recordamos bien el camino… pero unos asiáticos (posiblemente japones o koreanos) nos van indicando por donde es… normal, como fabrican microchips tienen mucha memoria. Una ranger a la que adelantamos nos dice que esto es muy raro; definitivamente somos unos chamanes de la lluvia, porque… ¡¡segundo día que nos llueve en el desierto!! O eso, o que hoy es martes y trece y no podía salir todo bien. Después de media hora bajo la lluvia, llegamos al coche, empapados hasta arriba y con la esperanza de que el pasaporte no se haya mojado (nos pusimos la mochila del revés para proteger la documentación). Y, efectivamente, ha sido de lo poco que se ha salvado del líquido elemento. Todo lo demás, está absolutamente empapado. Dentro del coche, nos quitamos la camiseta, nos secamos con lo que podemos y empezamos a esparcir todo por asientos, respaldo y maletero. El contrato de alquiler, los billetes de dólares, gafas, calcetines, … el interior del coche parece un mercadillo de inundación. Mi pulsera deportiva marca Santander Accionistas ha pasado a mejor vida, pero los móviles parece que funcionan con normalidad… y menos mal, porque si no, nos quedaríamos sin GPS, documentos y hasta método de pago. Sin camisetas, con los cristales empañados y pareciendo lo que no es, ponemos un poco de sentido común y hacemos lo único que podemos hacer, ¡¡comer!! Ya que tenemos todo más revuelto que una furgoneta hippie, aprovechamos el tiempo para montarnos un buffet de maletero… es decir, comer a discreción los alimentos inconexos que hemos ido adquiriendo por diferentes supermercados; y así, tendremos el estómago igual de desordenado que el coche.
Poco a poco pasa la tormenta y sale de nuevo el sol. Este tiempo es un poco bipolar, ¿no? Tan pronto hace calor, como llega la borrasca. Como no sabemos si va a volver a cambiar, reanudamos la visita, dirigiéndonos a la Window Section. Además de los arcos simples y dobles, hay un tercer tipo de formación denominado “ventana” que consiste en una especie de agujero en la pared. Es curioso porque, de forma inconsciente, cuando miras al paisaje tratas de buscar a ver dónde hay arcos, como si encontrarlos fuera una especie de juego.
A pesar de la lluvia, que ha sido puntual pero intensa, el Arches National Park nos ha encantado: son unas formaciones muy curiosas, cuya existencia desconocíamos y, menos aún, que hubiese un lugar en el mundo con tantos ejemplares. ¿Qué nos deparará Canyonlands, el siguiente parque que visitamos? Ambos están muy cera y en menos de una hora llegamos. Este parque se caracteriza porque aquí se juntan los ríos Green River y el Colorado, formando unos impresionantes cañones. El parque está dividido en tres secciones incomunicadas entre sí, y nosotros nos centraremos en la conocida como Islands in the Sky, que es la más bonita.
Nos acercamos hasta Shafer Canyon y nos quedamos asombrados de las vistas. Bajo nuestros pies se despliega un amplio cañón, que serpentea al fondo y te quita la respiración. En el campo de visión, kilómetros y kilómetros de piedra de diferentes tonos de marrón salpicados por una escasa vegetación.
El segundo punto que visitamos es el Mesa Arch, un arco que parece estar enmarcando un paisaje sobrecogedor, con cañones dentro de los cañones. Es simplemente, una joya de la naturaleza. Como en muchas ocasiones, una foto no puede capturar el cúmulo de sensaciones que origina ver este espectáculo en directo: la amplitud, las luces y sombras con las que juguetean las nubes, y el aporte de la agradable brisa de una tarde de verano, son cosas que el objetivo de la cámara no puede almacenar en una secuencia de bytes.
Arches y Canyonlads nos han encantado, y se empieza a poner difícil el ranking de nuestros parques favoritos. ¡¡Y eso que nos quedan aún varios platos fuertes!! Pero por hoy las visitas ya han terminado y toca descansar, así que vámonos al autobús. ¿Al autobús? Pues sí, por raro que parezca hoy vamos a dormir en un autobús de los escolares amarillos, convertido en alojamiento. Se trata de un lugar llamado Indian Canyon Ranch que encontramos en internet y que nos pareció muy peculiar. Está en la mitad de la nada, pero el propietario nos ha enviado un mapa con todo lujo de detalles para llegar, así que nos ponemos en marcha.
Ya es de noche cuando llegamos al desvío desde la interestatal. Nos adentramos en un camino de tierra por el que han empezado a aparecer las nieblas de humedad nocturnas, ya que la temperatura ha bajado hasta los doce grados. No hay ninguna luz, tan sólo un camino con árboles a los lados. Se supone que tenemos que encontrar una casa azul, que aún no vemos por ninguna parte, y, al llegar a un cruce decidimos continuar por el camino que mejor pinta tiene. Hasta que encontramos una casa. ¿Será azul? Bueno, da igual, hay luz y será el propietario que nos esta esperando. Salgo del coche y con la ayuda de la linterna del móvil llego hasta la puerta, donde llamo tras abrir la puerta mosquitera. Oigo música, pero no sale nadie. “Hello? Hi?” grito para ver si alguien se da por aludido. Quién viva aquí no es precisamente la persona más ordenada del mundo, porque tiene el porche convertido en una escombrera. Por una ventana se ve luz, así que me acerco y veo a un hombre, que se asusta al verme y se dirige rápidamente a la puerta. Pues ya está, ya nos hemos encontrado. El hombre, que debe de ser el gemelo desaparecido de Nacho Duato porque es igualito, me dice que a ver quien soy y le digo que si este no es el Indian Canyon Ranch… al responderme que qué es eso me lo empiezo a hacer encima. Le digo que estamos buscando una especie de hotel y me dice que por allí no hay nada de eso. Percibo que piensa que le estoy tomando el pelo, así que me pongo nervioso y, de repente, no soy capaz de articular palabra en inglés… y creo que ni en castellano. En medio de la nada, con este tío en una casa desordenada, con Pablo en el coche seguramente impaciente, sólo me sale decir “booking”. ¡¡Ahí, mejorando la situación!! El hombre ve claramente que no represento una amenaza, así que me pregunta a ver que qué dirección busco o algo más. y le muestro la reserva… pero me dice realmente no le suena nada de eso y que siente no poder ayudarme. La situación se relaja un poco, y dándole las gracias me despido… tocando ahora la propiedad transitoria de relajar a Pablo, que estaba preocupado ante mi tardanza. Pasa el momento tenso, pero seguimos en la casilla de salida.
Volvemos hasta el cruce y revisando las indicaciones, vemos que hay una pequeña flecha con las iniciales del alojamiento, ICR. Seguimos por el camino y, al de un buen rato, llegamos a otra casa, que nos aseguramos sea azul. Pero, ¿es la fiesta de la tensión o qué? Ya que estoy en racha, me bajo y llamo a la puerta, pensando en lo rico que uno se podría hacer montando una empresa de timbres de puerta… ¡¡pero por qué nadie tiene!! Un perro que se asoma por una ventana es el único que reacciona a mi llamada. Ah, que en esta prueba ahora toca un perro encerrado con insomnio, menuda suerte la mía. Pero, a pesar de mis repetidas llamadas, tampoco sale nadie. De vuelta al coche, decidimos ir a lo bruto… tocar el claxon. A oscuras, en un silencio casi absoluto y con un frío que pela, tocar el claxon resulta algo violento. Pero, curiosamente ¡¡efectivo!! De repente aparece una camioneta y al verme, me pregunta “¿José?” Buf, no son horas para soltarle “Joseba, con jota, Egia, como suena sin la u”... asi que un “yes” y una sonrisa forzada son suficientes. Ma-dre-mí-a, ma-dre-mí-a… un hippie con aire joven pero que aparenta sesenta, con una cinta en la frente a lo Piratas del Caribe y montado en la furgoneta del amor, nos indica que le sigamos. Esto no pinta nada bien. Tras unos minutos traqueteando por un camino de tierra, llegamos al centro del campamento. Aparcamos y nos bajamos. El hombre empieza a hablar sin parar como si no hubiese visto a un ser humano en años… y nosotros sólo nos fijamos en que hay unos holandeses con un cochazo sacando el equipaje del maletero. ¡¡Tenemos aliados!! El hombre es muy majo, pero la situación es bastante rocambolesca. Nos indica dónde están los baños y nos dice que las duchas sólo tienen agua caliente a partir de mediodía, ya que van con placas solares. Nos comenta que no hay ni electricidad ni agua corriente en el campamento, porque esa es su filosofía. Nos enseña lo que llama cocina… un abrevadero con una tejavana donde empieza a abrir y cerrar armarios, para que nuestras pesadillas sean más intensas aún. Y yo que le mandé un correo hace un par de horas preguntándole a ver si íbamos a disponer de un hervidor en la habitación… ma-dre-mí-a. Nos dirigimos al autobús reconvertido en habitación… ¡¡qué buena era la idea y qué mala la ejecución!! La única iluminación es una tira de bombillitas, huele a cerrado y ha sido amueblada con restos. Bueno, seamos positivos, que después de la tensión acumulada vamos a poder dormir en blandito. Y oye, que si alguien viera cómo llevamos el coche, se podría hasta dudar de quién son los hippies. El coche, por cierto, está a un minuto andando, y, para no subir el equipaje hemos ido subiendo lo que pensábamos era necesario, dándonos cuenta de que se nos habían olvidado más cosas y teniendo que bajar y subir unas cuántas veces. Cenamos en una mesita que hay al lado de la cama y Pablo se va a dormir, con chaqueta y con la capucha puesta, igual que un gnomo. Yo me pongo a escribir, sin dejar de pensar… ¿no tiene electricidad? ¿Y cómo ha lavado las sábanas? ¿Las ha lavado? Ma-dre-mí-a.
Hace frío, mucho frío. La última vez, el termómetro del coche marcaba 12 grados. Antes de venir en internet marcaba que todos los días íbamos a pasar muuuuuuucho calor. Y hoy nos ha llovido y hace un frío que pela. Siempre se ha dicho que unos vaqueros sirven para cualquier ocasión… así que, me visto para la ir a la cama. Vaqueros, la parte de arriba del pijama, sudadera, chaqueta y ¡¡calcetines!! Mañana me levanto, me calzo las zapatillas y ya estoy preparado, ¡hay que verle el lado positivo! Contra todo pronóstico, hemos dormido estupendamente: el camastro era muy cómodo y las capas de ropa y mantas han hecho que estuviéramos calentitos. Ya es de día y salimos a ver el entorno, ya que anoche todo era oscuridad. Lo del autobús tiene su gracia, pero no hay que tentar a la suerte: nos quedaremos con la duda de cómo era el baño y la ducha, utilizando el campo como baño y el retrovisor como espejo. Es todo cuestión de adaptarse… aunque a partir de ahora vea de forma diferente a los autobuses escolares amarillos.
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