Hemos dormido ocho horas y, como dijo el emérito… no volverá a repetirse. Tenemos por delante 17 días para madrugar más que si fuéramos a trabajar, ¿pero qué es eso de dormir sin poner el despertador? ¡Hemos venido a aprovechar el tiempo a tope! Pero antes, tomemos un cafelito con un bollo relleno de crema para desayunar, que tengo hambre ¿ok?
Y para hacer este roadtrip, ¿no nos falta algo? ¡¡Pues
claro, el coche!! Andamos media hora por esas aceras que los lugareños no saben
ni que existen hasta la compañía de alquiler de coches. Cuando estuvimos
mirando los alquileres, los precios en las grandes ciudades estaban totalmente
desorbitados y, a base de buscar en localidades más pequeñas, encontramos
precios mucho más razonables. Al entrar en Hertz, una mujer que está al
teléfono nos dice ‘¡hola!’, a lo que le respondo ‘do you speak spanish’? Mientras
me doy cuenta de que, o es evidente que sí, o que me ha visto repartidor de
revistas de la prensa rosa. La mujer es muy agradable y nos da todo tipo de
información. También nos comenta que no tiene el Ford Fiesta que habíamos
reservado y que sólo puede ofrecernos un Nissan Rogue… un coche mucho más
grande con unas ruedas mucho más grandes. Poniendo cara de resignación y con
sensación triunfal por dentro, aceptamos el pedazo “carro” que nos vamos a
llevar. No es tan bonito como el de José Luis (porque ninguno lo es), pero bien
nos servirá para hacer nuestro viaje sin miedo a meternos por alguna carretera
no asfaltada.
Y ya con el coche, toca hacer el segundo paso: llenarlo de
comida. En la primera ciudad por la que pasamos, entramos a un supermercado a
comprar agua y comida poco saludable, que no requiera de nevera, que esté rica
y que podamos comer en cualquier lugar. En el supermercado, nos llama la
atención varias cosas: casi todo el mundo es latino, los envases son todos
tamaño XL y es todo algo caro. La verdad es que hemos venido en el peor momento
a Estados Unidos, ya que el euro y el dólar valen lo mismo, lo cual significa
que a los europeos ahora nos sale todo mucho más caro que hace un año. Pero
bueno, es comida de supermercado, que tampoco estamos yendo al Hilton a comer.
Ya preparados, ponemos rumbo hacia Sierra Nevada, pero la de
California. Durante un par de horas el paisaje es desolador: es un auténtico
desierto. ¿Seguro que por aquí se va a Yosemite? Pues sí, de repente empezamos
a ver árboles enormes y carretera alpina. No hay duda, estamos a punto de
entrar en el primer Parque Nacional del país: Yosemite.
Entramos por el acceso oeste y nos dirigimos a la zona de Tuolumne
grove. Aquí hay un camino que nos lleva hasta unas sequoias gigantes, donde incluso
se ha hecho un pasadizo en una de ellas. Vemos también algunas sequoias
derribadas, donde puedes ver lo grandes que son. Divisamos también algunos
animales, sobre todo ardillas de diferentes tamaños y pájaros carpinteros.
Como vamos un poco mal de tiempo, decidimos dejar el valle
central para mañana y hoy centrarnos en la Tioga Road, hasta su salida por el
este. Hacia la mitad del parque está el Olmsted Point, un magnífico mirador con
unas vistas panorámicas alucinantes. Hay una mezcla de árboles y montañas de
granito claro que son una verdadera pasada.
Siguiendo la carretera y disfrutando de las vistas llegamos
al lago Tenaya. Sus limpias aguas, la amplitud y el hecho de que no haya mucha
gente (algunos turistas y algunos budistas), dan una sensación de tranquilidad
y conexión con la naturaleza únicas. Es difícil captar en una foto la belleza
del Parque Nacional… es algo que hay que sentir en primera persona.
Contra todo pronóstico… ¡¡empieza a llover!! No sabemos muy
bien cuándo ha sido… pero cuando estábamos viendo las sequoias hacía 43 grados
centígrados y ahora estamos en tan sólo ¡¡15 grados!! Es cierto que estamos a
unos 3.000 metros de altitud, pero no contaba con ponernos la sudadera tan
pronto… ni en abrir el paraguas. Menudos contrastes que hay en Yosemite, ¿no?
Está ya atardeciendo y nos ponemos rumbo al hotel de esta
noche: el Big Meadow Lodge en Bridgeport. Es pronto aún y, en el fondo, no
queremos recogernos ya. Así que hacemos dos visitas de última hora: primero
paramos en el Mono Lake, que pensábamos iba a ser más bonito; después paramos
en una zona de travertinos con aguas termales, donde no sólo huele a huevo
cocido sino que también los hay: unas parejas de nudistas está disfrutando de
las aguas termales y, de alguna forma, disuadiendo a que los demás estemos por
la zona viendo semejante espectá-culo.
Y ya casi de noche, llegamos al hotel. Tiene su punto rural,
con sus paredes interiores de madera. Lo extraño es que, por la carretera de al
lado, pasan unos trailers a toda pastilla que no se ven ni en el MercaBilbao…
¡¡pero si estamos en medio de la nada!! Y… aunque parezca una locura… ¡¡qué
bonito es estar en medio de la nada!!
¡Qué fotos más bonitas!
ResponderEliminarQué pasada!!, Me encanta, pasadlo súper...y cuidado con las gasolineras abandonadasjjjj
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