8 sept 2022

Yosemite: el valle

El hotel de Bridgeport lo recordaremos por dos cosas. Por un lado, por el frío que hemos pasado; se supone que estamos en plena ola de calor, o al menos es lo que se indica por todos los lados, y, sin embargo, no sólo no hemos puesto el aire acondicionado sino que hemos estado tentados de poner la calefacción, algo que no hemos hecho por pereza. Por otro, por la infinidad de lucecitas que había en la habitación: la tele, el detector de humos, sensores varios… ¡¡hasta los enchufes tenían luces dentro!! En Navidades seguro que basta con apagar alguna luz y ya tienen la iluminación navideña montada.

Son más o menos las seis y media de la mañana y emprendemos la marcha los tres: Pablo, yo y nuestra nueva mascota, un pollo asado que nos acompaña en nuestro viaje y que compramos en un supermercado. Iba a ser la cena de anoche, pero finalmente nos decantamos por unos chorizos extra picantes estilo Louisiana hechos en California… una joyita para los amantes de lo picante y de Crónicas Carnívoras… fue buena elección cuando anoche optamos por cenar en el jardín a unos diez grados y con noche cerrada: conseguimos entrar en calor sin que se nos viera cara de sufrimiento, ya que la única luz que había era la linterna del móvil. Cada uno se pone romántico a su manera, ¿no?

Los primeros rayos de sol empiezan a calentar y a iluminar la carretera, por donde circulamos nosotros y ¡¡el sheriff del condado!! Y un poco más adelante, ¡¡un par de school bus amarillos!! Es como estar en una película y ser uno mismo el protagonista. Pero sin duda, si hay algún protagonista aquí, ése es el paisaje. Hacemos una parada breve en el Mono Lake donde estuvimos ayer a última hora y las vistas son fantásticas.

Hoy volvemos al Parque Nacional de Yosemite, del cual nos alejamos un poco para alojarnos, ya que los hoteles más cercanos son bastante caros. Hacemos la rentrée por Tioga Pass, para dirigirnos primero a los prados de Toulumne. Aparcamos y recorremos un sendero disfrutando de las vistas, con las montañas, prados y ríos colocados como si del mismísimo paraíso se tratara. Mientras, vamos comiendo productos de Calidad… no, no es que sean de buen género y elaboración, sino todo lo contrario… pero es que caemos en la cuenta de que la marca se llama así, Calidad.

Llegamos hasta Soda Springs, una zona en la que brota del suelo agua carbonatada. Es curioso ver cómo salen burbujitas del agua, como si estuviera hirviendo, aunque, en realidad, está totalmente fría. Otra cosa que vemos es la gran cantidad de castores que hay por la zona, que de vez en cuando se ponen pinos para ver qué ocurre a su alrededor. Al volver al coche, un matrimonio jubilado entra en conversación y hablamos de nuestras respectivas procedencias (ellos son de Seattle) y de los recorridos que estamos haciendo. ¡¡Una pareja muy maja!!

Y después de este aperitivo, nos dirigimos al plato fuerte de hoy, la zona conocida como el “Valle de Yosemite”. Se encuentra en el corazón del parque, por donde discurre el río Merced y están las vistas más impresionantes. Primero, nos dirigimos al mirador de Tunnel View… desde donde, al llegar… ¡¡no se ve absolutamente nada!! ¿¿Pero qué está pasando?? Pues resulta que hay tres incendios en el parque y, aunque están muy lejos, está llegando todo el humo. Preguntamos a unos vigilantes y nos dicen que para el mediodía ya se habrá disipado… así que toca esperar. Teníamos pensado hacer una ruta de unas cuatro horas, pero como no íbamos a poder ver nada, decidimos hacer tiempo recorriendo algunas pequeñas ruta por el valle, visitando la iglesia, parando en los merenderos a comer más chorizo extra picante, e incluso refrescándonos los pies en el río… hasta que vemos que, por fin, se ha disipado gran parte del humo.

Volvemos a recorrer la carretera circular del valle, disfrutando de las magnificas vistas, sobre todo de las montañas de granito de la Catedral y de El Capitán, la formación rocosa más grande del mundo. También aquí se bate un récord: la cascada más alta de todo Estados Unidos; lástima que en esta época del año lleve muy poca agua. Una de las mejores vistas es, sin duda, el mirador de El Valle. Te quedas mirando como si lo que estás viendo no fuera real, sino una escena recreada por ordenador. Pero no, lo que capturan tus retinas es un verdadero éxtasis de naturaleza.

Y si de abajo es impresionante, desde lo alto lo es aún más. Volvemos al mirador de El Túnel donde, ahora sí, las vistas te quitan la respiración. Es, sin duda, la imagen más reconocible del parque y donde todo el mundo quiere hacerse la foto para capturar este momento. Entablamos conversación con una pareja muy agradable que se ofrece a sacarnos una foto y, casualidades de la vida, vamos a ser en breve ¡¡casi vecinos!!

La última visita del parque nos lleva hasta Mariposa Grove. Esta zona no la teníamos muy controlada y, al llegar, descubrimos que está llena de gigantes secuoyas, las cuales se pueden ver recorriendo unas pasarelas de madera primero, y una ruta marcada después. Es una auténtica pasada, esos árboles milenarios te hacen sentir que eres un ciudadano de Liliput… son enoooooormes. Lo que nos llama la atención es que algunos están quemados y otros están caídos, pero parece que son técnicas realizadas a posta para cuidar estos bonitos bosques de secuoyas y pinos gigantes. Hoy estamos muy parlanchines y entablamos conversación con una pareja de venezolanos afincados en California, una pareja muy maja con la que hablamos de todo un poco.

Toca despedirse de Yosemite y abandonar este mágico lugar. Siendo sinceros, pensábamos que los Parques Nacionales no iban a ser para tanto pero, al menos éste, nos ha dejado boquiabiertos… ¡¡y nos quedan un montón a lo largo del viaje!! Cogemos rumbo al sur cruzando un paisaje muy extremeño dirección a Fresno, donde dormiremos esta noche. Nos estamos quedando sin gasolina y buscamos una gasolinera donde repostar, no sin antes repasar las unidades de medida del ciclo de primaria… ahora que ya controlamos las millas y los pies, toca calcular a cuánto equivale el galón, unidad en la que te cobran los repostajes. Pero, para nuestra sorpresa, lo más difícil estaba aún por venir: tras hacer un prepago del combustible, vemos que la manguera choca contra el depósito al intentar repostar. Y empezamos hasta a dudar de si el coche es de gasolina o de diésel. El de la gasolinera no es muy colaborativo, pero finalmente conseguimos que nos ayude… limitándose a preguntar a otra cliente a ver de qué tipo de combustible es nuestro coche… ¿pero no debería ser él el experto? Finalmente, descubrimos que la confusión se debe a que la manguera de diésel es verde y la de gasolina es negra… ¡¡al revés que en Europa!!

Un último momento de tensión nos espera antes de ir a descansar. Decidimos cenar en un restaurante, de esos con camarera y todo. Y claro, antes de pagar nos entra la duda… ¿¿hay que dejar propina?? ¿¿Y cuánto?? Este sistema está muy mal pensado, yo prefiero el europeo: cenas sabiendo lo que vas a pagar y, si la atención ha sido excepcional o simplemente quieres fardar delante del resto de comensales, dejas propina. Pero esto de no quedarte corto ni dar una propina excesiva es más tenso de lo que parece. Y, si encima, no te coge la tarjeta al pagar, más aún. Finalmente, seguimos el dictado de nuestra conciencia y salimos airosos.

Hace mucho calor, pero mucho mucho. Esto más que Fresno, debería llamarse Fresh-no...

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