21 sept 2022

El Big Sur

Hoy recorreremos lo que se conoce como Big Sur, una zona costera llena de acantilados y pequeñas playas en la costa central de California. Es temprano y nos ponemos en marcha, con tan sólo dos cafés en el cuerpo ya que no trajimos apenas comida y por aquí no abundan los establecimientos, ni supermercados ni locales donde sirvan un desayuno a cualquier hora del día.

Nuestra primera parada es Elephant Seals Rookery: una pequeña playa llena de focas elefante, que juegan y se pelean entre sí, se hacen carantoñas o simplemente descansan. Se ven desde una barandilla de madera a pocos metros de ellas, y es un verdadero espectáculo de la naturaleza. Aunque bonachonas, parecen un poco tontas, porque tan pronto parece que se están midiendo para ver quién es el macho dominante, como se ponen a arrastrarse hacia ninguna parte, o se ponen a molestar a otras focas que están medio dormidas. ¡¡Lo que hace el aburrimiento!! También hay un montón de pelícanos y gaviotas, quienes se dedican a quitarse la comida entre sí y simular que no ha pasado nada.


Muy cerca se encuentra el Hearst Castle, una especie de palacio realizado el siglo pasado pero imitando a los palacios europeos. Seguramente será una maravilla de castillo, pero decidimos no visitarlo porque tampoco tiene ningún valor histórico.

Un poco más al norte, llegamos a Ragged Point, un mirador a unos enormes acantilados. Han construido un hotel y han acondicionado la zona para los turistas, aunque, a estas horas estamos prácticamente solos. En este recorrido, hay muy pocas poblaciones, así que ver un poco de gente hace que no te sientas en una zona tan solitaria. El paisaje es bonito, la mezcla del azul del mar y el monte verde siempre funciona; sin embargo, el monte no está especialmente verde, ya que lo que más se repite es el bosque bajo.

En el Parque Estatal de Julia Pfeiffer visitamos dos lugares. Primero, visitamos las cataratas McWay, que vierten su agua dulce a una playa del pacífico. El lugar es muy bonito y, más aún, cuando Pablo se da cuenta de que a lo lejos ¡¡se ven ballenas!! Sobre todo, lo que se ve es el chorro de agua que lanzan (que realmente es el aire que exhalan), la aleta y el lomo.

Después, hacemos un pequeño recorrido hasta Partington Cove, una bajada hasta el nivel del mar donde se llega hasta una playa de piedras. El sitio realmente no tiene nada de especial, pero estar cerca del agua y sentir la brisa marina en un día tan agradable com éste, es una maravilla.

La siguiente parada es el puente de Bixby Creek. Realmente es lo que esperábamos… ¡¡un puente!! No tiene nada de especial, pero el hecho de que en cualquier página o catálogo en el que se hable del Big Sur salga, hace que esta estructura de hormigón entre el océano y las montañas, sea una visita obligada.

Cruzamos el Parque Estatal de Garrapata que está en el camino y llegamos a Point Lobos. Éste es un parque en el que se pueden hacer diferentes rutas bordeando el océano y cruzando pequeños bosques.

Seguimos rumbo al norte y paramos en Carmel-by-the-sea, pueblo donde vive y del que fue alcalde Clint Eastwood. A la entrada del pueblo se encuentra la misión de San Carlos de Borromeo de 1771, que fue la segunda que ordenó Junípero Serra y donde está enterrado. Después, nos damos una vuelta por el pueblo y nos sorprende que no tiene nada que ver con las localidades que hemos visto hasta ahora: tienen un centro lleno de tiendas por el cuál pasea la gente; las casas son muy bonitas y es todo muy idílico.


Nuestra última visita de hoy es Monterey, que fue la capital de la Alta California, es decir, mientras estas tierras pertenecían a los españoles. De hecho, en una de las plazas están las banderas de Estados Unidos, México, California y España, pero esta última en la versión en la que está sólo el escudo de Castilla y León. Descubrimos también que tienen una escultura dedicada al capitán Gaspar de Portola, primer gobernador de California; nos llama la atención que la estatua la regaló el rey emérito… ¡¡qué triste que tengan que venir los de fuera para recordarles la historia de estas tierras y regalarles un estatua "portola" cara!! Parece, una vez más, como si la etapa anterior a la llegada de los ingleses se redujera sólo a la existencia de los mejicanos… ¡¡Más Canal Historia y menos programas de reformas!!

En el puerto de Monterey asistimos a otro espectáculo de la naturaleza: cientos de focas en el agua y tumbadas al sol, molestándose gratuitamente unas a otras, haciendo unos sonidos como si de bocinas se trataran y estornudando constantemente. Es muy divertido ver cómo se arrastran por el suelo, se montan unas por encima de otras, se pelean, se dan cariño o, simplemente, se rascan la piel con esa aleta que parece que tiene dedos. Y, todo esto, a menos de dos metros de nosotros. ¡¡Son enormes!!




Dos horas nos separan de Oakland, en la bahía de San Francisco, donde dormiremos las tres últimas noches de nuestro viaje. Al llegar al hotel, en la recepción vemos a un matrimonio indio y, cómo no, a Lord Ganesha… esto rápido no va a ser. Le damos el pasaporte y lo mira como si fuera criptonita, con una lentitud asombrosa. Luego, en lugar de apuntar el nombre del país, copia la palabra España de la portada del pasaporte… y claro, se atasca con la Ñ, lo cual termina resolviendo una una N sin el gurruñito. Después, ambos nos preguntan insistentemente a ver si fumamos y les tenemos que decir diez veces que no, que fumar es malo. Toca pagar el hotel y se empeñan primero en que pague con la misma tarjeta que he reservado… ¡¡qué más dará si voy a pagar lo mismo!! Y después, viene el momento en el que para pagar hay que poner el PIN y, no sé cómo lo hace, que me bloquea la tarjeta. Con el móvil entro en la cuenta y la desbloqueo y, le digo que, tengo que meter el PIN… a lo que me responde ‘tienes que poner el PIN’... ecoooo ecooooo. Pero claro, han puesto un cristal en la recepción como si se tratase del Banco de España (¿aquí vienen los protas de La Casa de Papel todos los días o qué?), y tiene que salir por una puerta para que meta el PIN… ¡¡lo habrá tenido que hacer treinta veces hoy y se hace la molestada!! Al menos vamos avanzando… pero la maldita máquina funciona a la misma velocidad que sus cerebros… pulso una tecla y aparece el correspondiente asterisco lo menos tres segundos después; desacostumbrado a esta lentitud pongo un PIN de cinco cifras y me la rechaza… ¡¡es como cuando fallas lo más obvio!!; la mujer me dice que sólo un intento más o que si no, que pague en efectivo… ¡¡y encima la cabreadita es ella!! Esta tercera vez el PIN está bien, así que reentro en la recepción con cara de ‘¿ves cómo valía?’... pero ¡agua de nuevo! La máquina no realiza la transacción sin dar ninguna explicación. Es como lo de que los perros se parecen a los amos… pues aquí el datáfono es igual que los propietarios, con la información justita. Intentamos hacerle entender que es la primera vez que nos rechazan la tarjeta y que, si el problema es del datáfono, nosotros no tenemos la culpa. Pero nada, han sido programados con el modo de desesperación siempre ON. Desistimos, vamos a buscar un cajero… y volvemos con los billetes para que se cobre de una vez. Pensamos ‘nos la va a liar, no nos va a dar el cambio bien y no nos va a dar factura’... ¡¡error!! Para dar el cambio mira moneda a moneda como si fueran diamantes naturales y da igual que te lleves las manos a la cara demostrando desesperación… porque él va a su ritmo. Una vez ejecutado el ritual de la devolución, y, antes de que me dé tiempo a que le diga nada, veo que está imprimiendo el recibo, que me hace firmar como si fuera a hacerme un análisis caligráfico de personalidad. Venga, esta copia para ti y esa otra… ¡¡¿¿pero qué está escribiendo??!! Ah, la password del wi-fi… me ha pillado totalmente fuera de juego. Pensaba que era rústico lo de dar un recorte minúsculo de papel con la password más facilona imaginable, pero lo de escribir la clave en la factura es lo más. Y por fin, námaste… ná-más-te-deseo que todos los clientes tengan nuestra paciencia. Visto lo visto, cuando queramos salir del país deberían retenernos, regalarnos la green card, darnos trabajo en Google y en la dirección de Mondelez Internacional… ¡¡Si estos lo han conseguido para nosotros debería ser pan comido!!

Excepto este final irritante, el día de hoy ha sido muy tranquilo. Si ya estar cerca del mar resulta relajante, el poder ver animales en libertad te alinea con la vida. Diferentes tipos de focas, ballenas, pelícanos y otras aves nos han acompañado hoy por el Big Sur hasta San Francisco. La cuenta atrás del final de nuestro viaje ha comenzado.

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