10 sept 2022

Las Vegas

Cuando viajamos, preferimos alojarnos en hotel, sea mejor o peor. Pero esta vez, al coincidir nuestra estancia en Las Vegas en fin de semana, los precios estaban disparados y finalmente reservamos en un AirBnb, algo a lo que recurrimos como última opción. Cuando preparamos el viaje elegimos uno que estaba a una distancia aceptable del centro, con fotos de una bonita habitación, pero sin comentarios de huéspedes anteriores. Anoche, al llegar, nos resultó todo un tanto extraño: los anfitriones, una pareja joven, eran muy majos, pero igual la inexperiencia les hacía comportarse de una forma algo extraña. Siendo ya tarde, se pusieron a cenar de forma improvisada, mientras nos invitaban a que tomásemos un trozo de tarta que había hecho la chica, quién nos contaba que era para una clienta que finalmente no la había recogido. En general, la casa tiene buen aspecto, aunque con una decoración brilli-brilli y limpiada sin mucho esfuerzo. Nos hablan también de los niños, que no vemos por ninguna parte… y del gato, quién sí está presente, inicialmente en formato alfombra y después en formato frotapiernas… ¡qué gordote y tranquilote! La habitación tiene buena pinta, con el típico armario empotrado americano con luz de cadenita, donde han puesto una mini nevera, y un escritorio con una máquina de café que no invita a ser utilizada. Pero si algo destaca, es ¡¡el frío!! Pero, ¿se ha puesto de acuerdo todo el país para convertirlo en una extensión de Canadá? Salgo a preguntarles a ver si lo pueden bajar… y ahí entramos en el lío de los grados Celsius versus Fahrenheit. Él, muy dispuesto, se pone a preguntarle a Siri la conversión, mientras ella le recrimina diciendo que se lo pregunte a Google. Yo, hago un cálculo a ojo y bajo el termostato con la esperanza de que la habitación deje de ser “No Frost”, mientras sonrío y les digo “thank you, see you tomorrow”, y los dejo en su competición de qué asistente virtual es el más inteligente. El chorro de aire se para y con la sensación de estar salvados nos vamos a dormir. Horas más tarde descubriré al ir al baño a media noche, que en algún momento Bryan consiguió que su móvil le diera la temperatura que yo le había dicho en Fahrenheit, y que el aire volvía a estar en marcha, aunque algo más suave. Espero que no viaje nunca a Europa, porque cuando vea que en lugar de millas son kilómetros, en lugar de galones son litros, en lugar de libras son kilogramos… buf, su asistente no es tan inteligente.

Ya por la mañana, nos despedimos del gato gordo y salimos a la calle para disfrutar de la ciudad del pecado. Es curioso porque está en medio del desierto y, ¿qué es lo primero que ocurre? ¡¡Se pone a llover!! Nos resguardamos en el porche de una casa, con cierta tensión por aquello de que estamos invadiendo una propiedad (aunque sea sólo medio metro) y seguramente las leyes federales verían bien que nos acribillaran a balazos. Pero bueno, tampoco hay ningún cartel que ponga expresamente “no resguardarse de la lluvia los sábados a partir de las 8 de la mañana”... y es que aquí todo está señalizado, por todos los lados y en todas partes: mires hacia donde mires, siempre hay algún cartel indicando lo que no debes hacer, lo prohibido o ¡¡multa!! ¡¡prosecución!! ¡¡solicitación!! ¡¡ofensa!! No puedes ni traspasar, ni holgazanear, y diría que ni mirar, porque todo es "private property". ¿Hay unos cubos de basura? Pues también son propiedad privada y acercarte a ellos supone cadena perpetua. A ver si os relajáis un poco porque tenéis mucha tensión acumulada, ¿no?

Tras un paseo por casas de aspecto regular, llegamos a Fremont Street, que es la zona en la que se instalaron los primeros casinos. Lo más espectacular y llamativo es, sin duda la pantalla que cubre toda la calle y que presume de ser la pantalla más grande del mundo… ¡¡es una pasada!!

Otra cosa que destaca es la cantidad de pobres y gente con mala pinta que hay por la zona… lo cual justificamos por ser aún muy pronto. Entramos a los casinos, donde la gente fuma y bebe mientras mete monedas a las tragaperras. Cientos y cientos de máquinas con sus lucecitas y musiquitas intentan estimular tus sentidos para que te dejes ficha a ficha el sueldo de todo el mes. Cada cuál es muy libre de gastarse el dinero donde quiera, pero no sé… el ambiente es un tanto decadente y patético. Nosotros, a modo de curiosidad, entramos en el hotel-casino Golden Nugget a ver la mayor pepita de oro encontrada hasta la fecha, que se expone en él y que no encontrábamos, hasta que hemos preguntado y la teníamos al lado.

A medida que Las Vegas ha ido creciendo, los nuevos grandes hoteles-casino se han ido instalando en el Bulevar de Las Vegas, una calle kilométrica conocida como The Strip. En la misma, además de templos del juego, también está la otra actividad económica de la ciudad: las bodas exprés en las que te casa, por ejemplo, un hombre vestido de Elvis Presley, quién fue, precisamente uno de los primeros famosos en casarse aquí y popularizar los votos nupciales para llevar. En una de ellas, por cierto, vemos que se casó John Bon Jovi… ¿en cuál habrá sido el reciente enlace de J.Lo con Ben Affleck? Para nosotros es un poco circo, pero para los clientes que vemos, esto va en serio y hoy es "su día". Vemos a una novia que eso de que el novio no le vea el vestido debería prolongarse hasta el divorcio… aunque hay novios que parece que vienen de fiesta con los amigotes. Ala majos, al Cadillac rapidito que a y cuarto hay otro… y recordad… lo que Elvis ha unido que no lo separe la vuelta de la esquina.

Por cierto, a la vuelta de la esquina nos encontramos con la tienda de Empeños a lo Bestia… sí, esa serie documental que nadie recuerda en qué canal segundón se emite pero que todo el mundo conoce, y en la que por un bidón oxidado de Texaco te dan uno de los grandes y ellos parece que se van a poder jubilar en Hawaii.

Ya cerca de la zona nueva de hoteles, entramos en el Stratosphere, que tiene forma de torre de control de aeropuerto y que, curiosamente, tiene unas atracciones de vértigo en la azotea. Más tarde, entramos en uno de los hoteles míticos, el Circus Circus, con un payaso gigante en la entrada ideal para una peli de terror. Y, en el fondo, eso es lo que hay dentro… produce terror ver a la gente poseída intentando conseguir los tres limones, y es más escalofriante aún el ver que hay una zona para niños. ¿Pero no se supone que no pueden entrar? Pues aquí, a modo de feria, se inicia a los chavales para que en un futuro sean clientes de las máquinas de slot. Además, el gancho a veces está en que te ofrecen un espectáculo gratuito, para que luego te des una vuelta y piques en el resto de instalaciones 

Aunque hemos salido desayunados, aún no hemos tomado un café… y presagio que voy a necesitar mucha cafeína en el cerebro para procesar todo esto. A lo americano, nos acercamos a un 7 Eleven para comprar un café para llevar… y adivinad… ¡¡dentro también había máquinas tragaperras!!

Lejos de los hoteles decadentes, ahora pasamos a otro nivel. Un salto abismal nos lleva a los establecimientos que mezclan juego, alojamiento, restauración y tiendas de lujo. Dudo que haya en el mundo más tiendas de Louis Vuitton, Chanel y Fendi por kilómetro cuadrado que aquí: cada hotel diría que tiene centenas de marcas top (¡sí, cada hotel!), convirtiendo en humilde la avenida parisina de los Campos Elíseos. Sin embargo, el ambiente no es en absoluto selecto, estando nosotros y nuestra ropa que no volverá, al mismo nivel o por encima de la mayoría de huéspedes que se mueven por el lugar.

En Las Vegas lo que se visita es precisamente los hoteles… muchos tienen decoraciones fascinantes, además de vestíbulos, salones y pasillos hechos con mucha clase. En el lobby del hotel Wynn vemos una instalación de flores naturales y el bar de los parasoles. Luego vemos uno de los más famosos: el Venetian, donde han reproducido el Palazzo Vecchio, el Campanile, el Puente de Rialto… pero es que dentro está el Gran Canal y la Plaza de San Marcos con gondoleros y todo. Es una auténtica pasada, porque hasta el cielo parece real, y con un espectáculo de música italiana, parece que estás en la mismísima ciudad de los canales. Además, está hecho con muy buena calidad, nada de cartón piedra… es muy lujoso… hortera pero lujoso.



Otro de los hoteles que nos dejan atónitos es el Caesars Palace… no sabrán por donde cayó el Imperio Romano, pero la que han montado ahí dentro. Mármol por todos los dados para recrear la antigua Roma donde han colado un Miguel Ángel del renacimiento, o templos de los dioses romanos mezclados con el salón florentino del Cinquecento… ¿pero esto lo ha diseñado Bryan preguntando a Siri? Aunque las referencias históricas estén bastante equivocadas, hay que reconocer que el hotel es una auténtica pasada… ¡¡y hay escaleras mecánicas curvas!!

El siguiente que visitamos es el mítico hotel Flamingo. Aunque se le ve un poco eclipsado por los nuevos hoteles de superlujo, su jardín “habitat” con flamencos de verdad resulta ser un remanso de tranquilidad donde aislarse del ruido del Strip y del sonido de las tragaperras. Y otro hotel ya mítico es el París: con reproducciones a escala real del museo del Louvre, el Orsay, la Ópera Garnier, el Arco del Triunfo y la mismísima Torre Eiffel, es un lugar que no pasa desapercibido.

En Estados Unidos el tema aceras está bastante atrasado, ya que todo el mundo se desplaza en coche. Aquí, al menos han hecho algunas aceras y puentes para cruzar las carreteras que tienen más tráfico que la A3 en plena operación salida. Entre la gente, hay algunos turistas como nosotros (los menos) que han ido sólo a mirar; luego está la gente que ha ido a jugar a los grandes hoteles quienes, por lo general, no suelen salir de los mismos; y luego hay un tercer perfil de gente convencida de lo elegante y moderno que es ir a Las Vegas… entre las que hay muchos grupos en plan “Resacón en Las Vegas” y muchas chicas rollo Kardashian con cuerpos adulterados (que si pestañas enormes, que si cintura mariposa, que si bolso de Gucci con chanclas, …). Si Balenciaga levantara la cabeza seguro que preferiría haberse dedicado a operar una fresadora industrial. Y por cierto… la ciudad huele constantemente a marihuana… por todas partes. En esta ciudad se permite hacer muchas cosas que en otros lugares están prohibidas: beber alcohol en la calle, fumar en los establecimientos, la marihuana… pero como te resfríes, primero consulta al sheriff a ver si el Vicks VapoRub es legal, eh?

Va anocheciendo y el tiempo se nos echa encima… Visitamos la tienda de Coca-Cola en cuya fachada hay una botella gigante, la tienda de M&M más grande del mundo, el hotel Cosmopolitan, el Mirage, la calle The Linq, el Excalibur, el Luxor, el Mandalay Bay, … y otro mítico, el New York New York, con su reproducción de la Estatua de la Libertad, el puente de Brooking, Ellis Island, el Empire State, el Crysler… y con una montaña rusa delante del hotel.

Finalizamos el día de hoy en el hotel Bellagio, con el mítico espectáculo de luz y chorros de agua. No tiene música y es bastante corto, pero es el colofón final para los más de 30 kilómetros que llevamos andados. ¿Y ahora qué? Volver hasta la casa son dos horas y media… así que, después de andar mendigando enchufes para cargar los móviles, y los wi-fi de los hoteles, conseguimos reservar nuestro primer Uber para ir a casa. ¡¡Menudo día!! ¡¡Hemos enloquecido con la orgía de luces y sonido de los casinos, y del bullicio constante de la gente yendo y viniendo!! Y ahora toca lo mejor… la bienvenida del gato gordo al llegar a la casa.

3 comentarios:

  1. ¡Buenísimo! "Si Balenciaga levantara la cabeza seguro que preferiría haberse dedicado a operar una fresadora industrial", me parto, ja, ja. ¡Disfrutad...y saludos al gato!

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  2. Parece que tenéis el mundo a vuestros pies,según leo en las vegas está todo

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