20 sept 2022

El Camino Real

Hace unos días recorrimos la Ruta 66 que, en el fondo, no son más que bonitos vestigios del esplendor que tuvo una larguísima carretera. Hoy recorreremos un tramo de otra ruta, mucho más importante desde un punto de vista histórico y mucho más influyente en el mundo occidental: el Camino Real. Desde la colonización de América, España fue construyendo misiones entre lo que hoy sería San Diego y San Francisco, tanto de jesuitas como franciscanos, con el objetivo de evangelizar esas tierras. 21 de esas misiones se encuentran en una ruta conocida como El Camino Real, si bien por aquella época cualquier camino dentro de la jurisdicción del rey o de los virreyes de la Nueva España, podía denominarse así.

Para adentrarnos en la ruta, que discurre cerca de la costa californiana, hacemos primero una parada en Malibú. Es una playa orientada a practicar el surf, y siendo temprano por la mañana ya vemos a unos cuantos intentando coger olas. Al contrario de lo que podría parecer, es una zona poco explotada, con algunos conjuntos de casas pero sin masificaciones.


Visitamos la misión de Santa Bárbara, la cual lleva en funcionamiento desde el año 1786 aunque ha tenido que ser reconstruida varias veces debido a varios terremotos. Está rodeada por viñedos, bonitas casas coloniales y jardines. Frente a la misión hay una fuente que es idéntica a la de Guadalupe, ya que son de la misma época.


Seguimos rumbo al norte para hacer una parada en un lugar inesperado: Solvang, la capital danesa de Estados Unidos. En 1911 unos daneses compraron estas tierras y se hicieron su pequeño pueblo escandinavo, con casas típicas, molinos, tiendas de pastas danesas, y ¡¡hasta una copia de la sirenita!! Si lo llegamos a saber, nos ahorramos la entrada de Universal de ayer… ¡¡porque está muy bien ambientado!!




En el mismo pueblo de Solvang, se encuentra también la misión de Santa Inés, fundada por el monje franciscano Fray Junípero Serra en 1804 y que fue el primer seminario del estado. Por la carretera, según se recorre el Camino Real, hay una serie de campanas con un letrero para señalizar el camino.

Seguimos rumbo al norte y llegamos a Morro Bay. Es el típico pueblo pesquero de película al que va un escritor para escribir su nueva novela, y una serie de incidentes lo involucran en un asesinato, donde una rubia blanca resulta ser la inesperada asesina. Es un pueblecito muy apañado, al borde del mar y con algo que nada más llegar nos llama la atención: los leones marinos. Al principio vemos sólo algunos ejemplares sueltos, pero luego vemos una buena manada tomando al sol en una plataforma del muelle.


También vemos nutrias que flotan en el agua con sus crías, y unas ardillas que nos llama la atención que estén tan cerca del mar. Hay algunos locales paseando y la zona se ve muy tranquila. Lo más característico del lugar es el peñón, que según leemos fue creado con la lava solidificada de un cono volcánico que posteriormente se erosionó.


Y llegamos a San Simeón, donde dormiremos hoy. Es un pueblo formado básicamente por moteles, al lado del mar y con unas vistas del Océano Pacífico magníficas. Son poco más de las seis y media y se está poniendo el sol, así que decidimos comprar una cerveza y bajar a la playa. En todo el viaje es lo único que hemos tomado que lleve alcohol, ya que aquí son muy estrictos con consumir bebidas alcohólicas en público. De hecho, al bajar a la playa y “arriesgarnos” a beber la cerveza, uno tiene la sensación de que estuviera traficando con drogas… y es que, nos podrían multar por tomarnos la lata sin taparla… y no me refiero a añadirla una tapita, que por hambre no sería.

Con el sol ya puesto, volvemos al hotel, que está bastante bien. Mañana seguiremos rumbo al norte para descubrir el Big Sur… contradictorio, ¿verdad?

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