9 sept 2023

Lençóis Maranhenses, Santo Amaro

Hoy nos hemos alojado en el hotel que seguramente menos hemos aprovechado de nuestra vida. Llegamos al aeropuerto de San Luis a las doce y media de la noche y, entre recoger el nuevo coche de alquiler y llegar al hotel nos han dado la una y media… ¡¡y tenemos que levantarnos a las cuatro!! Encima, el hotel tiene muy buena pinta, con garaje cubierto incluido, habitación grande y apariencia de hotelazo. Eso sí, dadas las horas los pasillos no están apenas iluminados y da un poco de miedo, aunque con las pintas que llevamos si se nos apareciesen las niñas de El Resplandor, saldrían despavoridas.

Vemos amanecer en el coche, recorriendo la carretera que desde San Luis nos lleva hacia el este. La carretera está mejor que las de Recife tanto en cuanto al estado del firme como al de la limpieza; incluso la vegetación parece más abundante.

No hemos desayunado aún, así que Pablo propone parar en algún puesto familiar: hay muchas casas en las que delante han puesto una mesa con un termo de café y lo que parece bollería. No parece lo más higiénico, ni apetecible, ni seguro… pero como no hay otra cosa, probamos a ver qué tal va. En el puesto que paramos nos atiende un niño de unos 10 años, pero con una tranquilidad y profesionalidad que ya querrían en El Corte Inglés. El niño nos dice de qué son los bizcochos que vende, nos prepara los cafés y nos cobra; luego, nos empieza a decir algo seguro de que nos va a interesar… hasta que caemos en la cuenta de que lo que nos está ofreciendo es la conexión wifi… ¡¡es un crack!! Como hoy es sábado, al no tener colegio, estará ayudando a la economía familiar; de hecho, en un momento dado sale quien pensamos es su madre y parece del todo despreocupada sobre qué tal irá la recaudación.


Son las 8 de la mañana y ya hace 31 grados según el termómetro del Chevrolet Onix que hemos alquilado. Antes de las 9 de la mañana llegamos a Santo Amaro, una localidad que es uno de los puntos de entrada al Parque Nacional de Lençóis Maranhenses. A la entrada de la localidad hay un control pero no sabemos de qué tipo de policía se trata, pues podría ser local, regional, estatal, federal, nacional, fiscal, militar, … aquí las tienen todas. Pero no, es una especie de control para que no pases con el coche si no vas a a alojarte en el pueblo, entendemos que para que los turistas no aparquen y terminen por colapsarlo. Como no entendemos muy bien lo que nos dicen, le hablamos directamente en castellano y el guarda, por no complicarse, nos deja pasar.

En Santo Amaro no todas las calles están asfaltadas. De hecho, muchas de ellas son de arena y, hasta las casas diríamos que están construidas sobre arena. Con el GPS llega un momento en el que nos damos por vencidos y acabamos aparcando el coche en una calle cercana al alojamiento, para luego continuar a pie andando por la arena. El lugar donde nos alojaremos esta noche tiene buena pinta, aunque está a medio construir, con los muros mal revocados y bastante desorden. Aunque no podemos entrar a la habitación, nos hemos venido aquí porque hoy hemos contratado un tour y nos recogerán aquí.

Con una hora de retraso, por fin aparece el 4x4 que nos llevará de excursión al Parque Nacional de Lençóis Maranhenses. Este parque se caracteriza por ser una extensión inmensa de dunas en las que se generan pequeños lagos de colores preciosos. Después de llegar tarde, nos paran en una tienda donde nos empiezan a preguntar lo que vamos a querer para comer. Miro la carta de precios en el móvil de uno de los guías y veo que son superiores a los precios que nos dijeron cuando contratamos la excursión. “¡¡Un momento!! A ver, ¿quién manda aquí?” pregunto yo, para después pedir una aclaración de por qué no vamos a comer al mismo sitio que nos habían indicado al principio. Nos dicen que van cambiando de lugar y que el otro era de hace tiempo. Venga, vamos a fiarnos…

Cuando la comida ya está pedida y los neumáticos algo desinflados para poder circular por la arena, nos topamos con una manifestación de gente a caballo. ¿En serio? Pero, ¿qué probabilidad había que hubiera una manifestación en un pueblecito así? Después de pensárselo, esquiva la manifestación para llegar a la entrada del parque… ¡¡donde hay una cola de coches 4x4 para entrar larguísima!! Vamos ya con dos horas de retraso y no hemos visto nada por la falta de previsión.

Pero, una vez entrado en el parque, todo cambia. El 4x4 empieza a coger velocidad y empezamos a surcar una duna tras otra. En algunos momentos los saltos del vehículo te hacen sentir que estás montado en el Saltamontes y la arena contra la cara parece que es una sesión de acupuntura. Pero las vistas son increíbles… hemos pasado de un pueblo destartalado a esta maravilla de la naturaleza. Es una extensión enorme de una arena fina y blanca, salteada por lagos de diferentes colores; algunos de los lagos tienen muy poca agua y muestran lo que pensamos son restos de algas secas; en otros casos, las aguas verdes, azules y turquesas de los lagos te dejan hechizado mirándolos.



Hacemos una primera parada y los dos guías que vienen con nosotros montan una sombrilla y colocan unas sillas de playa para que nos bañemos o estemos sentados en la orilla. Pero… un momento… somos seis los turistas y sólo hay cinco sillas. ¿Es que vamos a jugar al juego de la silla? Como todos hemos pagado lo mismo, en un momento en el que una pareja llevaban un largo tiempo sin usarla, se la cogemos y nos apropiamos de ella. También hay algo de tensión porque vamos en total tres parejas y como a nosotros nos han recogido los últimos parece que somos los que tenemos que ir separados en las dos filas del 4x4. Ah, pues ¡tampoco lo vamos a consentir! Muy hábilmente, cuando volvemos a subir al 4x4 tras las paradas, alternamos algunas en las que nos ponemos juntos con otras en las que vamos separados. Eso sí, hay una pareja que le hecha morro y no acaba de pillar la indirecta… por lo que nunca termina por viajar separada.


Este parque nacional es una auténtica pasada. Las innumerables dunas, los lagos, la temperatura, … es una auténtica pasada. Incluso el lugar donde comemos, también resulta ser muy agradable y genuino. Después de comer, paramos en otra laguna, donde aprovecharnos a bañarnos y a subir a las dunas para ver las vistas.




En un momento dado, cuando pensábamos que ya nos iban a llevar a los respetivos alojamientos, nos llevan a lo alto de una duna para que veamos la puesta de sol. Es una maravilla poder ver cómo se pone el sol en Lençóis Maranhenses.

La excursión va tocando a su fin y salimos del parque cuando ya casi ha anochecido. Nos reparten por los respectivos alojamientos y aprovechamos a hacer el check-in en el hotel. Aún es muy pronto, ya que no serán más de las 8 de la tarde… ¿vamos a algún sitio a cenar? Venga, pues vamos al centro… y es ahí cuando empezamos a pensar “¿pero qué necesidad tenemos?”. De noche, con pocas farolas, calles de arena, casas destartaladas, gente en moto, perros sueltos, … Si es que, no nos puede pasar nada porque cualquiera pensaría que somos un objetivo demasiado fácil como para ser cierto.

Contra todo pronóstico, llegamos al centro del pueblo y vemos que esta muy animado. Nosotros, por el contrario, estamos agotados, porque todo el día en esta especie de playa nos ha dejado para el arrastre. Así que, cenamos algo en una hamburguesería donde hemos acabado todos los turistas y, después, a volver por esas calles hasta el alojamiento… ¡¡madre mía si alguien nos viera!! Pero, suponemos, es el peaje que ha habido que pagar por ver esta maravilla brasileña.

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