Tercer día en el Amazonas y al ir al baño no hay agua. Lo de vivir sin comodidades es un reto, pero ir al baño y que la taza no descargue agua es una cochinada. Aún son las seis y media, y como todo es muy relajado, seguimos un ratito más dando vueltas en la cama. Cuando suena el despertador, ya vuelve a haber agua, vaciamos la taza y nos damos una ducha. Hace bastante calor y, además, es húmedo por lo que se suda bastante y es de agradecer que el agua te limpie un poco la piel aunque sea intentando no derrocharla. El que ha vuelto a aparecer es el pequeño lagarto negro que estaba en el baño… ¿pero qué hago contigo criatura? Si es por tu bien que abandones la casa.
Vamos al porche de la casa a ver si ya está listo el desayuno y oímos “Hola corazoooonneeeeeessss”... Es Regina la mujer de la casa, que con sus más de cien kilos, su pañuelo en el pelo y su vida en bañador perpétuo nos da los buenos días. Es muy enrollada, pero igual un poco excesiva… estamos muy buenos, lo sabemos, pero no tanto como para que nos piropee tanto… “yo mucho feliz de ustedes aquí, a mí encantar mi travalho si vosotros contentos… ay que guapos ustedes”. Además de ella y la familia que conocimos el otro día, hoy hay más sobrinas y sus parejas; también viene una nuera con una nieta… el árbol genealógico es tan complicado que anoche Pablo le dijo que tenía que tomar apuntes… “no preocupar, yo dibujar familia” dice y se echa una risotada de las suyas que retumba por toda la selva.
A su vez, Napoleón, el mono travieso y juguetón, ya está suelto y controlando lo que él considera su territorio… es decir, todo el lodge. Los cuatro perros que tienen (que después del ménage-à-trois de anoche, hay otro en camino) también andan jugueteando y acompañándonos a donde nosotros vamos. Hombre, animales, técnicamente podemos decir que nos hemos hartado a ver… pero domésticos.
Algo después de las nueve, empezamos con la actividad de hoy: una caminata por la selva. Los perros se supone que no deberían venir con nostros, porque según Gabriela, la hija, es mejor que no vengan para no hacer ruido y espantar a los animales… pero supongo que para ellos también es excitante poder salir del lodge y es imposible controlarlos para que no vengan.
Al adentrarnos en la selva pensamos “esto sí que es lo que habíamos imaginado”. Six Days va con un machete, cortando plantas, lianas y haciendo cortes en los árboles para luego recordar el camino de vuelta. Gabriela está muy dicharachera y conversamos más distendidamente que los días anteriores. En la selva, nos enseñan algunas cosas que utilizan para sobrevivir. La primera de todas es un hormiguero… ¿y para qué les sirve? Six Days rompe un poco el hormiguero y miles de hormigas salen a la superficie, pone la mano a la que se empiezan a subir y, acto seguido, se frota las manos para embadurnarse con pasta de hormiga machacada. Gabriela nos cuenta que eso sirve para evitar el olor humano y que otros animales te ataquen. Curiosamente, el olor a pasta de hormiga es muy agradable.
En el camino hay algunos árboles que tienen formas caprichosas, con forma de serpiente o con partes retorcidas, todo hecho de forma natural. Hay otro árbol enorme que nos cuentan sirve para pedir ayuda: si te pierdes en la selva y encuentras el árbol, coges un tronco y golpeas sus raíces, haciendo un fuerte sonido que se oye a distancia. Es un árbol con unas raíces en forma triangular, al que Six Days también trepa usando unas lianas. Yo pruebo a subir y la verdad que cuesta; Pablo prueba y consigue subir unos dos metros… ¡esta hecho un Tarzán!
No sé si es para que yo tenga otro rol, pero Six Days corta una rama de una planta y me hace una corona al estilo Pocahontas… bienvenidos al carnaval de la Amazonía. Siguiendo con los troncos que te pueden salvar la vida, nos enseñan uno que, al cortarlo, emana agua potable. Es impensable que de un tronco de árbol salga tal cantidad de agua y en ese estado tan líquido. Además, sabe bastante bien.
Luego, nos enseñan otro árbol que ya lo quisiera el de Bricomanía. Al cortar el tronco se pueden sacar unas hebras que son muy resistentes. Nos dan un trozo para que Pablo y yo tiremos de los extremos… y con esta sokatira, esas láminas ni se resienten. Nos cuenta también que las utilizan para hacer los techos de paja, cestería, artículos de decoración… y en vivo y en directo nos hacen unas pulseritas que nos colocan en las muñecas. Pues ya tenemos todo el equipo… estamos amazónicos perdidos.
Una última demostración es una gigantesco nido de termitas. Gabriela rompe un poco el nido para que salgan y… es asqueroso… ahí hay millones de esos bichos come-madera que pueden poner en peligro cualquier mueble o estructura hecha de madera.
La excursión ha durado unas dos horas y ha sido muy interesante… aunque de animales sólo hemos conseguido ver un escarabajo. Ni tucán, ni iguana, ni jaguar… A la vuelta me veo yendo directo desde el aeropuerto a Faunia para compensar. Como regalo de compensación, nos llevan a casa de unos tíos que viven cerca, donde conocemos a Lola, una guacamayo preciosa que está subida en un árbol viendo las horas pasar… hasta que hemos venido nosotros a molestar.
Volvemos al lodge y preparamos nuestro equipaje. A muchos viajes solemos llevar ropa que en España o no utilizamos o que ya está demasiado usada, de forma que si la perdemos o se deteriora del todo, no regresa. Como en este rincón tan aislado no será fácil comprar ropa, decidimos que, en lugar de abandonarla en el último hotel, se la demos a la familia del Cabana Nativa. Así que, la preparamos y se la llevamos a Regina “Muuuuuchas graciasssss amooooooores!! Son buenas persoasssssss” y suelta una risotada de las suyas. Pues nada, ya hemos sembrado nuestro granito de arena en al Amazonas Fashion Week.
Aguardamos hasta la hora de comer: primero en compañía de un clon de los panguis versión amazónica, que nos salva de que Napoleón, en su jugueteo, nos muerda como si fuera una piraña; después, de uno de los trabajadores que pululan por allí, con el que nos comunicamos sin absolutamente entendernos… y al que le decimos que no hemos visto iguanas y se pone a buscar por todas partes… aunque sin éxito.
Toca la hora de comer y Regina nos pone en una mesa, como ha venido siendo habitual, el bufé para que nos sirvamos. Hay pescado frito (que está muy rico para ser de río), ensalada, arroz amarillo y arroz con fréjoles. Pero vamos a ver… de América nos trajimos el tomate, cebolla, patata… ¿y no pedisteis nada a cambio? Unas vainas, unas lentejas, unas patatas a la riojana, un bacalo al pil-pil… aunque sea unas carcamusas para preguntar “¿eso que era?” cada vez que te lo ofrecen. Pero es que lo del arroz es bastante limitadito, ¿no?
Como cuando estás en clase y suena el timbre, la voz de Neil diciendo que nos tenemos que ir, interrumpe en seco la comida. Nos tenemos que ir ya, así que nos despedimos de la familia desestructurada pero encantadora con la que hemos pasado estos dos días y medio. “Chao amoooooorreessssss, placer haberlos tenido conmigo, aquí, esta es a sua casssssaaaaaa; bon viajeeeeeeee” grita, cómo no, Regina, sobreponiendo su voz a la del resto de la familia.
En cierta medida, nos da pena irnos, porque nos hubiera gustado ver más animales; pero, por otro lado, también nos apetecía, porque, al no haber más huéspedes en la casa, los temas de conversación con la familia se agotaban y veíamos que ya no daba para más. Por un lado, ha estado bien esa exclusividad… en este tipo de excursiones el grupo que te puede tocar puede ser una auténtica lotería: puede ser gente muy divertida o gente que sólo se ilusiona si le traen cervezas por la noche. Por otro lado, si hubiera habido más gente hubiesen ocurrido situaciones nuevas, que también habrían resultado interesantes.
Para desandar los 50 kilómetros desde Maçarico hasta Manãos, toca que organicen los transportes para que cuando lleguemos a un punto enlacemos con el siguiente. Neil nos lleva hasta lo que hemos denominado “Avenida de América… del Sur”, dado que es el pequeño puerto donde confluye la carretera con los diferentes canales del río. Nos despedimos de Neil, el padre del lodge y quién nos ha traído en lancha… para reencontrarnos con Donut de Chocolote, el hombre morenete y regordete que nos trajo el otro día. Volvemos a ocupar los asientos delanteros, donde, cada vez que cambia una de las cuatro marchas que tiene la furgoneta, su antebrazo y mi muslo comparten fluidos… mientras pienso en lo desaprovechada que está nuestra ducha a miles de kilómetros.
La furgoneta recorre el camino de tierra y la general, recogiendo gente y apiñándola en los asientos traseros… Si fuera un BlaBlaCar, no tendría marcado lo del asiento intermedio libre. Donut de Chocolate se le ve buena gente… saluda a los vecinos y a los conductores de otros vehículos, e incluso hace un silbido piropo a una chica que se atusa el pelo y que debe ser conocida.
Llegamos a un pequeño puerto lleno de mugre. Me gustaría decir otra cosa, pero es que para dejarlo limpio sería mejor arrasarlo y construir otro. Donut de Chocolate nos indica que esperemos, para luego dejarnos en mano del conductor de una embarcación que nos llevará al puerto de Manãos… es que no se le escapa una, lo tiene todo controlado. Es como el antiguo Correo, trae y lleva tanto personas como mercancías, y se asegura de que lleguen a su destino. Esta vez vamos en un barco lleno como un autobús hasta la otra orilla del río Amazonas.
Al llegar, le preguntamos al “comandante” a ver quién nos va a llevar hasta el centro de la ciudad, nuestro destino final. Nos señala unos taxis a lo lejos y nos dirigimos allí… donde nadie parece saber nada ni estar esperándonos. Pablo se queda a la espera y vuelvo al embarcadero, donde veo que el barco ha zarpado y le hago señas para que vuelva… ¡y va y me obedece! Pero hombre, un poquito de orgullo… que tampoco soy Geroge Cloney… bueno, ya que has vuelto le suelto un poco la peta porque ya hemos pagado y quiero que nos diga quién nos lleva… y coge y me acompaña hasta donde los taxis… “vamos a ver, ármame el pollo y pónmelo difícil, que así no tiene gracia”. Bueno, ya que está predispuesto nos acompaña hasta los taxis y les dice que venimos con una agencia y que ya hemos pagado… ninguno parece quere coger el testigo… así que le medio obligamos a uno a que llame al de nuestra agencia… “pero hombre, si esto no iba contigo, dímelo, záfate un poco, ¿no?”. Como les diga que tengo hambre, me sacan un plato de arroz fijo. Bueno, la cuestión es que llama y el de la agencia acuerda con ellos que nos lleven. “Tú llevare, mais ya pagado, no reais, eh?” Yo ahí soltando mi A1 de portugués y resulta que el conductor es colombiano. Así no se puede… dicen que Brasil es peligroso pero realmente son todos muy buenines.
Son en torno a las cuatro y llegamos al hotel donde nos alojamos tres días. Le echamos un poco de morro y les decimos a ver si nos pueden guardar las maletas… y nos dicen que sí… y porque no le hemos pedido una habitación, que igual hasta suena la flauta. Como hace tres días vimos la ciudad de noche, aprovechamos para verla un poco de día. Empezamos por el mercado Lisboa, donde venden artesanía… entramos en conversación con una colombiana que se interesa por nuestro viaje y nuestra opinión del país… “pues yo no cambio este paraíso por nada”. ¿Paraíso? Edificios medio caídos, bordillos para incapacitar gente, cables de electricidad por todos los lados, bordillos con agua que corre cuando no ha llovido desde hace meses… eso es ser positiva y lo demás tonterías.
Hoy es nuestro aniversario de “conocernos”. Quién nos iba a decir que 21 años después íbamos a estar en esta ciudad en la que, a excepción del Teatro de la Amazonía, no se salva nada. Además, como esta noche volamos de madrugada a São Paulo, no tenemos ni hotel y vamos a estar tirados en el aeropuerto hasta la una de la mañana… para llegar a las 7 al destino. Para hacer un poco de tiempo, volvemos al hotel donde tenemos las maletas y cenamos en el restaurante. Después, nos cogemos un uber al aeropuerto internacional, en donde, tras cabecear mientras esperamos, embarcamos en el último vuelo interno de nuestro viaje. Recordando a la colombiana positiva, podemos decir que vamos a pasar la noche de nuestro aniversario “por todo lo alto”... del cielo brasileiro.
Cuando volváis hacemos una paellada...ya sois expertos arroceros😂😂...
ResponderEliminarQue gran descubrimiento tu capacidad literaria!! Muchas gracias por este diario!!
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