8 sept 2023

Costa Sur de Pernambuco

Yo ya no sé si el despertador va con la hora local o con la hora de España, porque a las cinco de la mañana ya está sonando para que nos pongamos en marcha. Lo bueno es que hoy será un día tranquilito, de esos de sol y playa si las condiciones metereológicas lo permiten. Como es nuestra última noche en el apartamento, recogemos nuestras cosas y nos ponemos rápidamente en la carretera, intentando dejar atrás el viento que parece perpetuo en el barrio de Boa Viagem.

Durante dos horas de trayecto Pablo sortea enormes agujeros en la calzada, motoristas, ciclistas, camiones que van por el carril de la izquierda, peatones que cruzan la calzada, … mientras, yo por la ventanilla veo casas medio en ruinas, basura, puestos ambulantes, chatarrerías y cacharrerías… eso sí, mezclado con una muy abundante vegetación rebosante de palmeras, plataneras, cañas de azúcar, … las señales están medio borradas, así que confiamos en el GPS y conseguimos llegar hasta nuestra primera parada de hoy.

Maragogi es un destino vacacional lleno de pequeños resorts muy bien cuidados, de los cuales la gente sólo sale a la zona de playa colindante… porque las calles, si así pueden llamarse, son de arena o, más bien, de barro debido a la tormenta que ha caído. Al entrar, parece que estamos en una atracción de feria subiendo y bajando debido a los cráteres que hay en la calzada. Y, como era de esperar, ya tenemos el coche por fuera lleno de barro.


El objetivo de visitar Maragogi es para hacer una excursión en barco para ver peces de colores. Toda la zona está protegida por una barrera de coral que hace que las aguas sean menos profundas y que se puedan ver bancos peces… de hecho Recife se llama así debido a este arrecife. Para poder hacer la excursión la marea tiene que estar baja y, sin embargo, está aún muy alta y hay mucho viento. Preguntamos en varios lugares y nos dicen que hasta las tres del mediodía no hay excursiones… así que nos damos un paseo por la playa y, como el pueblo (fuera de los resorts) no tiene gran cosa, decidimos irnos.


La siguiente parada del día es Porto Carneiro. Aquí, encontramos un poco más de lo mismo… una bonita playa y un conjunto de resorts que forman la localidad, pero poco más. Aún es muy pronto y tampoco invita a sentarse bajo una sombrilla a tomar algo… así que decidimos pasar a la tercera parada de hoy.


Casi a mediodía, llegamos a Porto Galinhas. Esta es una localidad que no tiene nada que ver con las anteriores. Hay un centro bien formado, con calles llenas de tiendas y restaurantes, y mucha gente. Al habernos levantado tan pronto, hemos hecho ya hambre y lo que primero hacemos es comer; queremos hacer un paréntesis de comida brasileña y, dado que no hay mucho abanico de posibilidades, acabamos comiendo una hamburguesa en un local prototipo de otros que hemos visto; resulta que hay bastantes restaurantes donde tienen un self-service en el que vas cogiendo y luego pagas en función del peso; además, tiene también cafetería y pastelería; en este tipo de lugares lo que hacen es que te dan una tarjetita que lleva un número, y van incluyendo en la cuenta asociada a ese número todo lo que vayas pidiendo en los diferentes mostradores, para pagar luego todo a la salida.

En Porto Galinhas, la idea es también coger un barco para hacer la actividad de ver los peces de colores. Muy cerca de la playa, están los cazadores que buscan clientes para las embarcaciones, así que en seguida se nos acerca un joven a convencernos de que la hagamos con ellos; regateamos y conseguimos que baje de 90 a 60 reales por persona… pero resulta que al llegar a la oficina para firmar el contrato y pagar, ya no hay plazas. Enseguida nos engancha otro chico, que nos ofrece la misma excursión (aunque sin las fotos que el primero sí hacía) por 50 reales, que es el precio que marca en la taquilla. Como nos parece bien, cerramos el trato y a las tres y media de la tarde estamos en el punto donde se embarca.

Las barcas son de vela y entran como máximo unas diez personas. Nosotros hemos tenido suerte porque la anterior a la nuestra se ha llenado y en la nuestra vamos sólo cuatro personas (nosotros y un matrimonio brasileño algo flipado). La temperatura es muy agradable y el agua está calentita, pero hace bastante viento. Primero nos pasean cerca de la arena y luego se mete mar adentro (pero no mucho) hasta llegar al lugar donde están los peces y muchos turistas viéndolos. Hay un montón de pececitos de rayas grises y amarillas, pero para verlos los guías echan comida para que se acerquen e incluso salten un poco fuera del agua. Nosotros llevamos gafas y tubos de snorkel, así que nos sumergimos un poco para verlos mejor… pero hay mucho viento el agua lleva mucha arena y apenas hay visibilidad. Al de poco tiempo el guía nos dice que vamos a continuar, y nos da otro paseo para dejarnos en la orilla donde nos recogió. La verdad es que esperábamos bastante más… cuando organizamos el viaje las fotos de este sitio mostraban agua cristalina llena de diferentes peces de colores y hasta un fondo marino como si de un acuario se tratase; sin embargo, ha sido bastante breve y los peces estaban muy acotados a la zona donde estaban cebándolos los propios guías… pero bueno, en todo viaje se pica con alguna turistada y nosotros con esta ya hemos cumplido con el cupo.

Porto Galinhas está muy animado y antes de irnos nos bañamos en el mar y damos un paseo por sus calles. Después, toca el momento hippie del día: cambiarnos al lado del coche, reorganizar el equipaje y tirar la basura, ya que hoy es nuestro último día en la zona de Recife y tenemos que ir aeropuerto. Como también tenemos que devolver el coche de alquiler, aprovechamos a intentar dejarlo un poco apañado, no vaya a ser que nos cobren un cargo por limpieza o algo así. Así que sacudimos las alfombrillas sin ningún reparo… ventajas de no estar en Vitoria.

Ahora, ya sólo queda desandar el recorrido para regresar a Recife. En la carretera, cogemos una carretera de peaje… y es eso, ¡¡una carretera!! Tiene sus rotondas, sus cruces, sus peatones y sus bicis… pero apenas hay tráfico, que es lo bueno.

Contra todo pronóstico, llegamos a la oficina de alquiler de coches y lo devolvemos en tiempo récord. Después, nos llevan en una furgoneta al aeropuerto y, de nuevo en tiempo récord pasamos todos los controles. Así que, aprovechamos a descansar antes de embarcar hacia San Luis, en el estado de Marañāo, donde pasaremos los próximos tres días.

Hoy ha sido un día muy tranquilo, con mucho coche pero poco caminar, con mucho sol pero también con viento… ha sido un día de contrastes para despedirnos del estado de Pernambuco.

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