1 sept 2023

Río por todo lo alto

Después de unas buenas horas de descanso, toca ponerse en marcha para descubrir la magnífica Bahía de Enero, que realmente es lo que significa Río de Janeiro; resulta que se descubrió un uno de enero y que en su momento no había diferencia entre río y bahía… así que se le quedó ese nombre a la que posteriormente fuera capital del imperio portugués; y he ahí otra curiosidad: Río de Janeiro ha sido la única capital de un territorio europeo estando situada fuera de Europa. De hecho, lo raro es que situaran la capital fuera del país colono.

Desde el hotel cogemos un autobús que nos lleva hasta la estación del tren cremallera que nos subirá hasta el Corcovado. Por el camino, observamos que hay bonitos edificios coloniales, muchos de ellos algo abandonados, alternados por torres de apartamentos. También hay mucha vegetación, palmeras altísimas (la palmera imperial), gente vendiendo cosas y un tráfico intenso aunque no caótico. La ciudad rebosa de energía a las siete y media de la mañana.

A la hora para la cual compramos las entradas hace más de un mes, cogemos el tren y comenzamos el ascenso. El tren serpentea por el Parque Nacional de Tijuca mientras asciende los 700 metros de altitud hasta la cima. El paisaje es muy verde, con plantas de hoja ancha y grande fruto de la humedad del lugar; de hecho, Pablo observa que muchas plantas que en España son de interior aquí crecen al aire libre sin problema.

Una vez arriba, tras subir algunas escaleras mecánicas y otras a pié, llegamos hasta la estatua del Cristo Redentor. Es alucinante por fin estar a los piés de este monumento Patrimonio de la Humanidad y, de alguna forma, símbolo del país. Tiene 38 metros de altura incluyendo el pedestal y, a decir verdad, parece más pequeña que cuando la ves en la tele; de hecho, aunque uno puede pensar que será el Cristo más grande que existe, resulta que no, que hay otras tres esculturas parecidas más grandes por el mundo. Una cosa que nos resulta curiosa es que tiene un corazoncito labrado, porque, realmente es un Corazón de Jesús…


Aunque tiene un aspecto solemne, yo digo que parece más bien un Cristo haciendo el avión apunto de despegar, como si fuera el patrón de los viajeros y bendiciendo a todos aquellos que han llegado hasta aquí… y mira que somos muchos, porque en la base no cabe un alfiler y se forman colas para hacerse fotos con la estatua y con las vistas desde las barandillas. A pesar del gentío, estamos de auténtica suerte, porque muchas veces el Cristo está oculto por la niebla y hoy está radiante bajo un espléndido sol y una temperatura agradable.


Después de disfrutar de unas preciosas vistas de la ciudad, de sus playas, del estadio Maracaná y del Pan de Azúcar, nos despedimos de esta maravilla del mundo moderno para descender con el tren cremallera hasta la calle. Hemos hecho ya algo de hambre y en un supermercado compramos una especie de alheira, pan, bebida de guaraná y unas bolas de pan de queso, que parecen como si fueran de gusanitos y que son un auténtico vicio.

Ahora, toca ver si conseguimos un reto: hacernos con una tarjeta SIM para poder tener internet en los móviles. En internet habíamos leído que para conseguir una tarjeta prepago se necesitaba tener el CPF, equivalente a nuestro NIF… y que sin él era imposible. En un centro comercial preguntamos en una operadora de telefonía y nos dicen que con el pasaporte se puede. ¡¡Tomaaaaaa!! ¡¡Pues no era tan difícil!! Sin embargo, después de 15 minutos con el ordenador, la chica que nos atiende nos dice que el sistema está caído y que no puede gestionarlo. Intentamos preguntar en otras tiendas y nos dicen que sin el CPF no se puede… y en otras nos dicen, de una forma algo sospechosa, que tienen alguna tarjeta ya activada por un precio desorbitado. Hemos visitado dos centros comerciales y estamos dedicándole demasiado tiempo… así que decidimos dejarlo por ahora y seguir mendigando wifis.

A lo que no renunciamos es a ir probando cosas por aquí y por allá… y para animarnos tomamos unos zumos naturales de frutas exóticas que seguro tendrán un montón de vitaminas. Pablo elige uno de guayaba y yo un “3 en 1”, que resulta llevar naranja, zanahoria y remolacha. Con el esófago rosa fucsia, continuamos el camino hasta nuestra siguiente visita, el Pan de Azucar. Se trata de un peñasco en la entrada de la bahía que se visita en teleférico y desde donde se obtienen también preciosas vistas de la ciudad. El mar, la ciudad, las playas, las montañas… todo en perfecta sintonía para componer la mejor de las postales.




Después de jugar con unos monos a darles algunas bolas de pan de queso que nos quedaban, abandonamos este sublime paraje Patrimonio de la Humanidad, para volver a descender a pié de calle. Ahora, lo que toca hacer es dar un paseo por una de las playas más famosas del mundo: Copacabana. Con su suelo empedrado al estilo portugués, sus altos edificios de apartamentos y los chiringuitos en la playa, el paseo resulta muy agradable, especialmente si se ameniza con un agua de coco verde; en muchos sitios hemos visto puestos que venden un coco enorme de color verde, que abren con un machete y le hacen un pequeño orificio, para luego beber con una pajita su refrescante corazón líquido.


Y de Copacabana nos vamos a Ipanema, otra de sus famosísimas playas e igualmente agradable. Está atardeciendo y el sol se ha escondido ya detrás de los montes del Tijuca, creando un cielo dorado y refrescando el aire. El agua del atlántico se ve algo brava y en ambas playas no hemos visto a la gente bañarse; parecen, más bien, playas para tomar el sol, hacer deporte o disfrutar de sus muchos chiringuitos con música en directo y happy hour de caipirinhas.


Después de todo el día caminando, y siendo poco más de las cinco y media, decidimos irnos a cenar. ¡¡Sí, a cenar!! Hemos oído que andar de noche puede ser algo peligroso y, como estamos prácticamente recién llegados, no queremos arriesgar e ir viendo poco a poco cómo funcionan las cosas. De camino al metro, vemos un bar que tiene muy buena pinta y nos lanzamos a pedir dos platos típicos: feijoada completa y lo que entedemos com “carne a la brasa”. Cuando nos lo traen a la mesa vemos que es muchisima comida; por un lado, la feijoada es un puchero de una especide de cocido de alubias negras acompañado por un gran plato de arroz, torreznos, polenta, brotes y naranja; por otro, la carne realmente era en salsa, y acompañada por arroz, patatas, batata frita, berenjena y aros de cebolla. Así, sin quererlo, estamos dentro del programa Crónicas Carnívoras… ¿vencerá el humano o el plato? Definitivamente, ha vencido el plato… ¡¡no podemos más!!


Y si nuestro estómago ha dicho basta, nuestros pies han dicho “sólo hasta el hotel”. Cogemos el metro desde Ipanema hasta la estación de Gloria y en el hotel, tumbados ya descansando decimos “pues sí, ahora sí que estamos en la gloria”.

1 comentario:

  1. Vaya, pues es muy bonito lo que estáis viendo eh??, Muy de disfrutar del países, se la comida!!, Me alegro un montón.

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