13 sept 2023

Amazonas I

Hoy comienza nuestra ventura amazónica, que consistirá en pasar tres días en el corazón de la jungla, rodeados de naturaleza y también de algunos animales que podrían llegar a ser algo peligrosos. Pero antes de que nos vengan a recoger al hotel, tomamos un contundente desayuno… si acabamos siendo devorados por alguna criatura, que se sacie bien saciada. De todas formas, creo que estamos en nuestro día de suerte… en el hall del hotel hay más turistas que también van a ir a excursiones por el amazonas. Entre ellos, nos destaca uno al que le asoma la barriga por debajo del polo, a quién la guía le está comentando las actividades que van a hacer y que sólo se alegra cuando le dice que habrá mucha comida disponible… como sale antes que nosotros, el caimán que lo pille se va a poder hacer hasta tuppers.

Poco después de las ocho entra un hombre a la recepción y nos enseña en su móvil mi nombre. Voilà! Aquí tienes a tus dos Indiana Jones. El hombre es un taxista que la agencia ha contratado para llevarnos hasta el puerto. Jo, pues qué nivel, ¿no? Transporte privado para los dos. En el puerto, el taxista nos pasa con otro hombre que es el conductor de una lancha a motor. Suponemos que habrá que esperar a más gente, pero no… nos dice que montemos y salimos quemando gasolina. Pues sí que le miman a uno en el Amazonas, sí.

El primer contacto con el río Amazonas es espectacular. Más que en un río tienes la sensación de estar en una bahía o en un lago, ya que la otra orilla se ve lejísimos. En realidad, donde embarcamos no es aún el Amazonas como tal, sino el Río Negro, que a pocos minutos de zarpar vemos fundirse con el Solimões, el nombre que en Brasil se le da al Amazonas y cuyo color es más amarillo. De hecho, hay un punto conocido como el Encuentro de las Aguas, que es donde se juntan pero no se mezclan, ya que tienen densidades diferentes; a lo largo de muchos kilómetros se sigue manteniendo esa división entre las aguas de los dos ríos.


Llegamos a la otra orilla del Amazonas a un puerto muy básico, donde el barquero no nos deja bajar hasta que se asegura de que el conductor de la furgoneta ha llegado. Es un hombre regordete y muy sudado, pero que inspira muy buen rollo. En estre trayecto no iremos solos: además del conductor van otros seis pasajeros más un gato (que al principio oímos pero que nadie responde cuando preguntamos “¿Hay gatão”?); eso sí, nos han reservado los dos asientos delanteros de al lado del conductor.


La furgoneta tiene mucha mugre por dentro, los cristales no conocen Cristasol y los cinturones de seguridad ni nos planteamos usarlos. Como hace calor, Pablo se dispone a bajar la ventanilla, pero no hay ni manivela, ni botón, ni nada… el conductor se percata y le dice “no, no, se baja así”, haciendo ventosa con la mano y forzándolo hacia abajo. Pues nada, ya tenemos aire acondicionado y estamos todos. ¡¡A la carretera!! Recorremos unos cuántos kilómetros sorteando algunos baches y obras, algún puente derrumbado sustituido por una barcaza, y también paramos en una tienda a comprar algo para beber. El conductor lleva el maletero lleno de cosas y ha comprado también pan de molde que deja en el salpicadero.

Poco después llegamos hasta un río, donde hay una especie de sala de espera con un bar… la intermodal de aquí es una estructura de madera, funcional y con mucho estilo. El conductor de la furgoneta nos deja a nosotros dos y a dos chicas, y nos dice que ya vienen a buscarnos. Bueno, pues a esperar otra lancha. Mientras, Pablo repara en que justo al lado del agua hay un montón de mariposas de color amarillo verdoso. Nos acercamos y vemos cómo de vez en cuando se arrejuntan, para luego salir a volar haciendo círculos. Es un momento muy bonito, especialmente teniendo en cuenta de que en nuestro país cada vez se ven menos mariposas.


Tras unos quince minutos, aparece un hombre al que los demás reaccionan señalándonos a nosotros. Es el propietario del alojamiento donde nos vamos a quedar. Nos acompaña hasta la lancha donde está su hijo, montamos y salimos surcando el agua. Estamos en algún afluente del Amazonas y, ahora, el paisaje se ha vuelto mucho más frondoso y verde. Hay un montón de palmeras y otros árboles, y, entre ellos, está Cabana Nativa, una especie de lodge donde vive la familia con la que conviviremos estos días. Cuando contratamos la excursión se suponía que íbamos a estar en un grupo de cinco personas, en un lodge muy “para urbanitas que huyen de la ciudad”... y, por lo que nos dicen, vamos a estar sólo nosotros dos con ellos, oriundos de la tierra. Esto va a ser como ir a aprender inglés a Reino Unido, pero la versión de curso intensivo de tupi-guaraní.

La familia se compone del matrimonio, un hijo sólo de él, con una hija de los dos y, a su vez, con un hijo de la mujer del hijo; es la versión amazónica de la familia de Julio Iglesias, vamos. Además, hay otros miembros de la familia: cuatro perros, un gato y Napoleón, un mono muy juguetón con el que puedes interactuar pero que en cuanto abre la boca (con una dentadura Trident perfecta) sales corriendo porque va a querer probar tu carne.

La hija, que habla un inglés perfecto y que nos cuenta que lo ha aprendido de los turistas, nos enseña la habitación. Es de madera, con unas literas y un baño rústico, pero tampoco esperábamos sábanas de seda, ¿no? Después de acomodarnos un poco, comemos con la familia. La mujer es nacida en Perú y chapurrea el castellano, ya que volvió a Brasil siendo muy niña. Es una cachonda, siempre sonriente y con muuuuucha buena energía. Nos prepara un bufé de arroz, pollo, pasta y ensalada… todo un manjar, porque hay que recordar ¡¡que estamos en el Amazonas!! Una cosa que hemos observado es que los habitantes de esta zona funcionan como una gran comunidad, ayudándose los unos a los otros. Si alguien necesita algo, a cualquiera que vaya a hacer el trayecto se lo pide y se lo trae… y de ahí que la furgoneta viniera cargada de gente y de víveres.

La hija nos dice a ver si queremos descansar un poco antes de que hagamos la actividad de la tarde. Preferiríamos dar vueltas y ver las vistas, pero por cortesía, nos vamos a la habitación… donde caemos profundamente dormidos… ¡¡pues sí que ha estado acertada la chica!! 

A eso de las tres y media, salimos en lancha motora con el que hemos renombrado como “Six days”. Es un cachondo porque cuando le dije mi nombre empezó a reirse y a decirle a la familia “yo selva”... al principio no lo pillaba, pero luego caí… ¡¡son muy ocurrentes!! Bueno, la cuestión es que salimos en lancha… para ver pájaros y ¡¡pescar pirañas!!

Muchas veces, cuando uno va a un lugar con animales, espera que todos estén ahí para que les hagas la foto. Supongo que es natural pensar que vas a ver cientos o miles de pájaros… pero no… la realidad es que ellos están en su hábitat pensando en cazar o simplemente escondidos para no ser cazados. No vemos una gran cantidad, pero los que vemos nos saben a gloria. Algunos son blancos con cabeza azul, otros marrones con tripita crema, … es una maravilla cada vez que ves uno.

Llegados a un punto, Six Days nos hace una demostración de cómo pescar pirañas. Nos ponemos los tres y, aunque conseguimos que alguna piraña coma el pollo del cebo, no conseguimos capturarlas. Cambiamos varias veces de sitio… pero nada… hoy las pirañas está bien cenadas… igual es que los caimanes compartieron tuppers.


A pesar de no haber conseguido capturar esos pececillos carnívoros, las vistas, la tranquilidad e incluso esos pequeños ruidos en el agua que oyes pero que no ves, son una experiencia sensorial sin precedentes. Hacemos algunas fotos que, en cierta medida, capturan parte de ese momento… pero la magia no se puede fotografiar, sólo vivir.




Poco a poco se va poniendo el sol y toca volver al lodge. No sé cómo lo hace, pero Six Days se orienta perfectamente en el laberinto de ríos en el que estamos inmersos. Llegamos sin pirañas en el cesto… pero Regina, la mujer de la casa, nos tiene ya preparada una cena que está de lujo. El plato principal es una especie de lasaña de carne, que está deliciosa; como siempre, acompañada con el omnipresente arroz y fríjoles. De postre, una piña dulcecita que le chiflaría a mi aita y una especie de dulce de leche que está para empezar y no parar. Ha sido todo un festín.


Ya es de noche, y tras conversar con la familia, va tocando irse a dormir aunque no sean ni las nueve. Mañana nos espera un día intenso…

1 comentario:

  1. Se te ve en tu salsa pescando pirañas...aunque no pesques.Oyes, todo en lancha, la cara de felicidad de Pablo es una pasada. Pedazo película "yo selva"😂😂

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