Nuestra habitación es rústica. Es una estructura con cinco habitaciones totalmente hecha con traviesas de madera, por cuyas rendijas se cuela la luz. Incluso en el suelo se ven las rendijas por las que cabría una moneda de euro, que sería difícil de recuperar. Hay también dos literas y una puerta para el baño, con una ducha que tiene una especie de pantalla que puedes desplegar para no encharcar todo el baño. También hay un aire acondicionado que hace mucho ruido… por lo que anoche decidimos pasar un poco de calor antes que estar toda la noche con un “brrrrrrrr” constante. Aunque sea todo muy básico, hemos dormido estupendamente y estamos ya listos pare empezar el día.
A las siete y media desayunamos con la familia. Nos ha preparado un desayuno con muchas cosas ricas: huevos fritos, jamón, queso, huevos revueltos, pan, bizcocho… y también tapioca, una especie de crêpe con algo biscoso dentro, muy blanquecino, con textura rara y poco sabor. Lo que sí que está rico es el café, tanto solo (que es como lo suelen tomar) como con leche. Dormir y desayunar bien, nos dejan el cuerpo como un reloj. Además, hoy vamos a tener un montón de actividad según el hombre de la casa.
Antes de partir, paso por el baño a echarme protección solar y repelente anti-mosquitos. Al entrar al baño veo una pequeño reptil con muchos deditos en las patas. No es una lagartija, ni tampoco una salamanquesa… además, su color es muy oscuro. No sé lo que es pero a Pablo, que le dan pavor los reptiles, no le va a gustar saber que ha dormido y que esta noche dormirá, con la posibilidad de que eso esté ahí. “Mira, vamos a hacer un trato, yo no digo nada… pero a la vuelta ya no estás, ok?” He creído ver que me guiñaba un ojo para confirmar nuestro secreto.
El día de actividad no empieza hasta las 9 y media… bueno, aquí funcionan las cosas más pausadamente, así que seguro que en breve estamos en un no parar. Hoy nos acompaña la hija Gabriela y el hijo Six Days. Montamos en la lancha y empezamos a surcar los diferentes ríos de la zona… y a parar en un montón de casas… que si unos vecinos, que si a comprar hielo, que si a comprar bebida, que si a comprar gasolina… madre mía, nos están llevando de compras.
En torno a las once entramos en materia y nos empiezan a enseñar algunos pájaros. No hay muchos y la mayoría son los mismos que ayer. La chica nos va diciendo los nombres de algunos de ellos, pero sin mayor explicación. Uno de los sitios que más nos gusta es un lugar donde hay un montón de una especie de pato pequeño en las copas de unos cuántos árboles… pero tampoco hemos cambiado de hemosferio para ver patos, ¿no?
En un momento dado Gabriela nos dice que ahora, que vamos a juntarnos con otro río, vamos a ver muchos más animales porque el río es más grande y tiene más peces, lo cual significa comida para muchas especies. De repente, vemos saltar sobre el agua a algunos botos, los delfines de río que hay sólo en el Amazonas. Gabriela nos cuenta que hay dos tipos, los rosas y los grises, siendo los primeros más tímidos que los segundos. Hay que estar muy pendiente porque siempre se ven en la lejanía. “Ah, pero, ¿no se acercan hasta aquí?” En las fotos de la web de la excursión aparecían turistas tocando el hocico y, de alguna forma, piensas que es lo que vas a poder hacer… pero no… los delfines no están ahí para que les toques las narices.
Bueno, al menos hemos visto un montón de delfines… ¿qué toca ahora? Nos acercamos a un callejón de agua sin salida, donde Six Days coloca una red para pescar peces… que nos lleva un laaaaaargo rato. Se me va a quedar el culo con la forma del asiento como no tengamos algo de actividad… Terminamos bajando de la lancha, sí, pero porque ahora toca la hora de comer. Descargan la comida y lo necesario para hacer un fuego de forma controlada. También instalan unas hamacas para que nos tumbemos mientras ellos lo preparan todo. El menú de hoy es una especie de salchichas gruesas a la barbacoa... ¡con arroz! Con tanto arroz estoy cagando ladrillos toledanos… cuando vuelva a España me voy a pedir hasta la paella sin arroz. La verdad es que está todo muy rico, pero con tanto arroz… en cuanto descubran el arroz con leche se vuelve postre nacional. Por ahora, unas rodajas de piña para terminar. Y después de comer, ale, a echar la siesta en las hamacas. Mmmm… paseo sentado, comida y siesta… ¿esto es un viaje del Imserso o qué? Sólo falta bailar paquito chocolatero esta noche.
Cuando uno piensa en el Amazonas se imagina una selva en la que hay que ir sorteando lianas y cortando ramas con un machete. También uno se imagina que, mientras estás observando un tucán un caimán entra a bañarse, un jaguar sube a un árbol, una iguana captura un insecto y una anaconda se come algún roedor despistado. Pero no, nos han vendido demasiadas películas y la publicidad de las excursiones no se ajusta a la realidad. Lo cierto es que sí, hay muchos animales, pero no es nada fácil verlos… tiene que coincidir que se vean desde el río y que justo estés mirando a donde algo está sucediendo.
Un poco decepcionados con nuestras espectativas, ahora nos llevan a ver un tipo de árbol, que se llama el Samaúma. El ejemplar que vemos tiene unos 400 años y es la especie de árbol más grande que hay en el Amazonas. Es un árbol muy bonito, pero estamos un poco desanimados, así que no le damos mayor importancia. Y ahora, volvemos a la pesca de la piraña. Ayer no conseguimos pescar ninguna… pero ¡¡por nosotros que no quede volver a intentarlo!! Y, esta vez, es todo un éxito: Pablo pesca seis ejemplares y yo uno, lo cual es todo un logro para nosotros. Gabriela nos dice las diferentes especies que hay y cuáles hemos capturado, mientras que Six Days nos enseña los dientes que tienen. Una de las pirañas que capturamos Six Days la trocea para utilizarla de cebo… y Gabriela nos dice que las pirañas también se comen entre ellas. La verdad es que pensábamos que lo de las pirañas era un mito, pero no… caerse al agua podría ser un problema, porque estos bichos te muerden sin contemplación.
Haber tenido éxito en la pesca de la piraña nos sube el ánimo: ha resultado muy divertido y es, además, algo que no podemos hacer habitualmente. Con un espíritu mas alegre, emprendemos el viaje de vuelta, donde vemos más delfines que ahora vemos con más ilusión. Un sol anaranjado va camino de esconderse, y, mientras juguetea con el horizonte, Six Days reduce la velocidad del motor. ¿Qué ocurre? ¡Ah! Que nos falta la captura del caimán.
Six Days saca una linterna y empieza a iluminar los alrededores. En un momento dado, para la barca y señala hacia la orilla… se acerca a nosotros para compartir el haz de luz y entonces lo vemos… los ojos de un caimán reflejan la luz de la linterna… y muy cerca hay otro. Gabriela toma el control del motor y nos acercamos hacia el caimán, mientras Six Days se tumba en la parte delantera de la lancha. En cuestión de segundos lo vemos meter las manos en el agua, retorcerse y salir con un caimán de un metro de largo. Con una mano le sujeta el cuello y, aunque al principio se retuerce para liberarse, enseguida se queda paralizado. Es una auténtica pasada, porque lo ha capturado en cuestión de segundos.
Gabriela nos explica los diferentes tipos que hay, la longitud que puede alcanzar, etc. Yo estoy deseando tocarlo y me animan a hacerlo. El lomo es muy duro y la tripita lo es aún más; las patitas son suaves y los deditos parecen de juguete; enima de los ojos tiene una parte rectangular que es como de hueso, muy dura. Lo que no me atrevo a tocar es el morro y los ojos, no vaya a ser que no esté todo lo sujeto que debería. Six Days le abre la boca para que veamos los dientes… y, curiosamente, ¡no tiene lengua! En la parte inferior de la mandíbula tiene una membrana flexible, la cual Six Days mueve metiendo el dedo por la parte inferior. Visto por debajo, vemos que tiene unas cicatrices y nos dicen que es que le han mordido pirañas y que se ha salvado. Lo que no conseguimos saber es si es macho o hembra, porque el aparto reproductivo lo tiene oculto. Pablo, al que no le gustan nada los reptiles, se arma de valor y le toca un poco el lomo, pero retira la mano enseguida. ¡¡Fobia superada!!
Ya es de noche y toca volver para el alojamiento. Una cosa que nos ha llamado la atención es que durante el día apenas hay mosquitos, pero que cuando cae la noche, los mosquitos dejan la tierra firme para ir al agua del río. Y claro, en la lancha motora, a toda velocidad, empezamos a notar cómo nos impactan decenas de mosquitos… mejor no abrir la boca e ir con los ojos cerrados. Ahora sabemos lo que siente un parabrisas en verano.
Ir por los ríos de noche y a toda velocidad, resulta ser otra experiencia. Aquí no hay señales, ni GPS, ni nadie que guíe la lancha. Six Days, con la linterna que lleva en la cabeza va dirigiendo la luz hacia las orillas para orientarse. Hay veces que, en una oscuridad en la que apenas se distingue la silueta de los grupos de árboles, piensas que vamos a acabar estampados. Estamos en las manos de Six Days… si le pasara cualquier cosa a él y a su hermana, estaríamos perdidos. Para aliviar la tensión miramos el cielo… para descubrir un bonito cielo estrellado… es toda una experiencia.
Llegamos por fin al alojamiento, sanos y salvos. Hoy se suponía que íbamos a dormir en la selva; de hecho, nuestro tour se llama “3 días / 2 noches, tour de supervivencia”. Sin embargo, esta mañana, el hombre de la casa nos comentó que si queríamos lo hacíamos, pero resulta que era como a unos cien metros de la casa. En su momento pensábamos que iba a ser estando más aislados de esta zona aislada… pero, para estar cerca de la casa y acabar con la espalda torcida por dormir en una hamaca, decidimos que mejor vamos a ser prácticos y vamos a dormir en el lodge.
Al final el día ha estado muy bien. No ha sido la aventura salvaje con la que habíamos fantaseado… pero aún así ha sido una experiencia bastante completa: pájaros, delfines, pirañas, caimán, … y un paseo nocturno que da respeto. ¿Qué nos deparará nuestro tercer día en el Amazonas? Mañana más…
¡Habéis pescado pirañas, tocado caimanes... qué pasada!. Es todo tan diferente...pero me gusta porque lo podéis vivir mejor, y la familia muy maja, no?
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