7 sept 2023

Isla de Itamaracá

Como los señaleros en los aeropuertos, dirijo a Pablo que está al volante para sacar el coche de la plaza de aparcamiento; “avanza, izquierda, para, un poquito para adelante y un pasito para atrás” parece la canción del verano. ¿Pero aquí aparca un utilitario o una roomba? Y, más aún… como el propietario sea entradito en carnes, más le vale tener un descapotable o techo panorámico para salir por la puerta de arriba.

Hoy es festivo nacional, ya que se conmemora el Día de la Independencia de Brasil. Aunque el “procés” brasileño se produjo durante varios años, se considera el 7 de septiembre de 1822 como la fecha que marcó la separación de Portugal. 201 años después, siguen celebrando el Brasilexit, ¿pero estáis seguros hijos de Deus? ¡Con lo bonito y cuco que es nuestro país vecino y lo poco cuidado que tenéis el vuestro! Desde el inicio del viaje vengo observando que el esplendor latente es predominantemente lo que construyeron los portugueses y la naturaleza salvaje que llevaba ahí toda la vida. Y ya han pasado dos siglos como para haber madurado y evolucionado como nación, ¿no? Pero bueno, las cosas son como son y los temas de identidad son muy sensibles.

No sabemos si la gente aquí tiene segundas residencias; pero lo que está claro es que, en cualquier ciudad de un tamaño considerable, llega un festivo y la gente nos echamos a la carretera. Hoy queremos visitar una isla que se encuentra al norte y para recorrer unos 60 kilómetros tardamos dos horas. ¡¡Menudo atasco!! Además, el paisaje no es muy alentador… Cincueterre versión favela, gente cruzando la carretera, motos haciendo la anguila y colándose por todos los lados, … eso sí, todo el mundo parece muy resignado y relajado. Así que, como los locales, bebemos refresco de guaraná y avanzamos como podemos.

Casi a medio día, llegamos al sur de la Isla de Itamaracá, donde se encuentra el Fuerte Orange. Las vistas son estupendas, con el mar azul, muchas palmeras y pocas construcciones. Además, hay un ambiente bastante distendido, donde la gente está comiendo en familia, bañándose en el mar o, simplemente, charlando.


Al lado del fuerte hay una zona con varios chiringuitos y, como hemos hecho hambre, empezamos a ver qué se puede degustar en esta zona. Acabamos cogiendo mesa en primera línea de playa, aunque también existía la opción de coger mesa directamente ¡en el agua de la playa! Para elegir, como no tenemos ni idea de los nombres de los pescados en portugués, un camarero, muy hábilmente, trae el muestrario de peces… una bandeja con todas las criaturas y nos canta el nombre de cada una de ellas. Pablo le pregunta a ver cuál es el pescado más típico de la zona, y le responde que la “cioba” señalando a uno de los peces más rositas. ¡Pues marchando cioba! Y, de acompañamiento, arroz, judías, yuca y ensalada. Para maridar, un zumo de maracuyá.

Mientras esperamos que nos traigan la comida, observamos lo que ocurre a nuestro alrededor. Constantemente está pasando gente vendiendo algo, por lo general comida: ostras, helados, caldereta, frutos secos, gambas, cangrejos, croquetas, patatas fritas, pasteles, collares, gafas, espejos artesanos (¡y de tocador!), … hasta uno trae una caja con algo que parecen sobres con cosas dentro y que nos deja intrigados. Lo que nos hace tilín es un queso a la brasa, que nos lo prepara al lado nuestro y nos comemos en la mesa. Porque, lo curioso es que, aunque estés en un chiringuito, se puede consumir también las cosas que los vendedores ambulantes te ofrecen. Podría parecer que es un sitio donde no te dejan en paz… ¡¡pero todo lo contrario!! Son muy agradables y en cuanto les dices “no” continúan su camino; de hecho, llega un momento en el que estás esperando a ver “qué trae” el siguiente, porque le acabas cogiendo gusto. Y con gusto nos comemos el queso a la brasa… ¡¡está buenísimo!! Con orégano, salsa de ajo y miel está para empezar y no parar.

Cuando llega la comida, una vez más, vemos que son muy generosos con las cantidades: platazos de arroz y de judías, y el pescado en bandeja con el resto de la guarnición. Con lo que yo no contaba era que las judías llevaran ¡¡cilantro!! Mira que hay muy pocas cosas que no me gusten… y ha tenido que tocar una. Así que de las judías se encargará Pablo y del arroz, yo. La yuca está siendo otro descubrimiento, ¡¡tiene su punto!! Y el pescado… mira que no soy yo muy de comer peces… ¡¡pero está soberbio!! La intuición de Pablo es que esa especie debe de comer gambas (que hay muchas en la zona) o pequeños crustáceos… y es que, la cioba ¡¡sabe a marisco!! La comida ha sido todo un festín y el ir y venir de vendedores es mejor que poner la tele. También es divertido ver costumbres como bañarse con camiseta o aprender palabras en portugués, como ‘socorrista’ que se dice ‘guarda-vidas’... e, incluso, intentar adivinar lo que los vendedores ofrecen… a uno le entendemos algo de “sobremesa, bolo, cinco reais” y le indicamos que venga para que nos enseñe “su material”, que resulta ser unos postres caseros en unas tarrinas; probamos uno que parece como un bizcocho bañado con algo y por encima crema de maracuyá… ¡¡que está riquiiiiiiiiisímo!! Así que, después de pagar la comida, vamos a buscarle para comprarle las otras dos variedades para más tarde.

La zona del Fuerte Orange ha estado genial: comida rica, ambiente agradable y buenas vistas. Pero tenemos más lugares que queremos ver y volvemos al coche… donde Pablo ve unos monos en los árboles que están justo en frente: son de esos que tienen pelo blanco por las orejas y que no paran de moverse de un árbol a otro.

La siguiente parada es la Playa de Jaguaribe, desde donde damos un paseo por la arena hasta llegar a la Playa de Pilar. Aquí el ambiente es un poco más desenfadado. Hay familias que han venido a comer con su altavoz, pero no con uno de esos pequeñitos bluetooth, sino con uno de esos con dos circunferencias y mucha potencia. También hay mucha gente, desde niños a mayores, jugando al fútbol o al futvóley (como el voleibol de playa pero sin usar las manos). Aquí la playa parece algo más un sitio de reunión, ya que muy poca gente parece que esté expresamente tomando el sol y en el agua, aunque hay bañistas, hay proporcionalmente pocos. Lo que también hay son vendedores ambulantes, y hay unos que nos llaman especialmente la atención; Pablo los ha bautizado como los “alquimistas” porque en su carrito traen botellas con líquidos de colores como si hubiesen estado haciendo fórmulas magistrales; yo, para mí que son aguardientes… Nosotros, que somos más sanos, nos damos al agua de coco verde... ¿será el coco recolectado directamente en esa misma playa?


Nuestra última parada de hoy es la Playa del Capitán, que está cerca pero ya fuera de la isla. Es una playa de esas idílicas que cuando salen en la tele te quedas con la boca abierta: arena blanca y fina, agua cristalina y palmeras. ¡¡Es una auténtica pasada!! Pero hay cosa que en la tele uno no observa… y es que, hay bastante basura (dentro de lo que uno espera, claro); aunque hoy es festivo y quizá hay más gente de lo habitual, lo cierto es que hay gran cantidad de restos de plástico como botellas y platos desechables. Es una pena porque es un sitio muy genuino (en todo el día no hemos visto extranjeros) y la naturaleza les ha dado todo lo necesario… así que, con un mínimo de educación y de conservación del entorno, éste sería un lugar de matrícula de honor.


Se ha puesto ya el sol y toca volver al apartamento en Recife. Como seguramente hay mucha gente que ha bebido, en la carretera pasamos por un control de alcohol. Cuando Pablo baja la ventanilla y le acerca el alcoholímetro, veo que Pablo va a soplar tocándolo con la boca… ¡¡nooooo!! El agente le indica que sople sin tocarlo… y es que, es un medidor que no requiere boquilla ni contacto… ¡¡y tiene una lucecita verde para indicar que puedes circular!! Bueno, circular o verte sumido de nuevo en otro atasco. Porque todos los que esta mañana salieron de la ciudad, ahora quieren también volver.

Lo que son las cosas… ayer estábamos un poco decepcionados con Recife y hoy, sin embargo, hemos tenido un fabuloso día en su costa norte. Está claro que no puedes dar por hecho qué va a ocurrir de un día para otro… Eso sí, ¡¡la plaza de garaje sigue siendo igual de pequeña que ayer!!

1 comentario:

  1. Oye, playero total...estais envidiciadoa con el coco verde...cuidado que sube a la cabeza.

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