Hoy es nuestro último día en Pekín y tenemos que aprovechar para ver los lugares que tenemos pendientes de la ciudad. Dejamos las mochilas en el hotel y nos dirigimos, una vez más, a la plaza de Tiananmén. Allí, pretendemos ver el Mausoleo de Mao, pero sigue cerrado por la cumbre Chino-Africana. Tampoco está abierto el Palacio del Pueblo (Parlamento). Pero, por lo menos, hay mucha menos seguridad que los días anteriores y podemos ver el Gran Teatro Nacional. Se le conoce como "El huevo" y tiene la peculiaridad de ser la mayor construcción de bóveda del mundo... otro claro ejemplo de que aquí todo se hace a lo grande.
Bueno, no todo es grande en China. Especialmente en Pekín, hemos observado que hay muchas motos eléctricas pequeñas con las que se desplaza la gente; también hay bicicletas y pequeños cochecitos, aunque estos últimos son una minoría. Hay que tener mucho cuidado porque al ser eléctricos no los oyes, y cuando te quieres dar cuenta los tienes detrás a punto de atropellarte. Más atención hay que prestar a los coches y autobuses normales; aquí los semáforos y los pasos de cebra deben de ser sólo una sugerencia, porque en repetidas ocasiones nos hemos encontrado cruzando un paso de peatones ancho como la m-30 y esquivando coches. Por cierto, que aquí tienen todas las marcas de coche europeas (aunque sólo hemos visto algunos ejemplares de cada), más un montón de marcas desconocidas que pensamos son chinas.
Dando un largo paseo llegamos hasta el Parque Beihai, otro de esos mimados enclaves de la ciudad. Con la de parques que hemos visitado, ¿qué nos trae hasta éste? Por un lado que es uno de los parques chinos más importantes, dado que se construyó en el siglo X. Por otro, su característica pagoda tibetana blanca. Además, en él se encuentra el otro muro de los dragones de Pekín, igual de bonito que el de La Ciudad Prohibida. Pero, una vez más, le dedicamos más tiempo a ver a la gente que a los propios monumentos: un grupo de personas bailando, otro dando de comer a unos peces naranjas enormes, otro grupo haciendo volar unas cintas, o simplemente saludando a todos aquellos que se nos quedan mirando por no tener los ojos rasgados.
Casi se nos había olvidado... ¡¡no hemos probado el pato pekinés!! Como ya es la hora de comer, encontramos en una zona de restaurantes uno que nos convence... y donde ponen una música que parece una imitación del himno de España. Además del pato, pedimos ternera mongola y arroz para acompañar. Los platos en los sitios turísticos tienden a ser pequeños, aunque mejor preparados; fuera de ellos, las cantidades son mayores, aunque son menos elaborados. El pato lo sirven fileteado por un lado y por otro los huesos por si quieres rebañar. Está rico, pero no difiere mucho del que se puede degustar en cualquier chino de España.
Otros dos lugares de visita obligada son la Torre de la Campana y la Torre del Tambor. La primera indicaba el amanecer del día, mientras que la segunda marcaba el anochecer. Ambas formaban como una especie de reloj que luego fueron imitadas en muchas ciudades chinas.
Si bien Pekín se está convirtiendo en una ciudad del siglo XXI, hay multitud de barrios anclados en el pasado. Se llaman hutongs y son conjuntos de casas en los que la gente vive en comunidad. Los baños, por ejemplo, son comunes ya que las casas no disponen de ellos. Tienen lugares de reunión, para cuidar a los mayores, para la educación, o simplemente para jugar a las damas o a las cartas con los vecinos. Muchos hutongs fueron destruidos para construir edificios nuevos, pero aún quedan muchos donde conocer cómo es la vida tradicional pekinesa.
Nuestra última visita de la ciudad es el "Palacio Yonghe" o "Templo Lama". Aunque ya hemos visto muchos templos, éste es de visita obligatoria, ya que es el templo budista tibetano más importante fuera del Tibet. Como siempre, bonitos patios y pabellones... pero el plato fuerte viene con la gran estatua de Maitreya, que según el libro Guiness de los récords es la escultura de buda más grande hecha en una única pieza de madera. Según oímos a un guía se tardó tres años en encontrar un árbol de sándalo en el Tibet para hacerla; otros tres para traerlo hasta Pekín, y otros tres para tallarlo. La estatua es colosal y está dentro de un edificio de tres plantas.
Definitivamente Pekín es una ciudad muy interesante, con mil lugares para visitar y mil cosas para hacer... se podría estar en esta ciudad un mes y a uno le seguirían quedando cosas pendientes. Pero las vacaciones son limitadas y sólo le hemos podido dedicar cuatro días. Ahora, toca poner rumbo a Datong, la siguiente ciudad que visitaremos.
Para viajar hasta Datong, lo hacemos en un autobús de dos plantas. El conductor pega muchos frenazos y en la carretera se pican entre los coches, autobuses y camiones. Pero, en general, las autovías y autopistas están muy bien cuidadas y señalizadas. Dentro del autobús, la gente es formal y silenciosa. Mientras vemos la versión china de "Ahora caigo" parece que alguien se ha encendido un cigarro y la copiloto sargentona sube para ver a quién hay que expedientar.
Tras entrar en la provincia de Shanxi, llegamos a esta "pequeña" ciudad de 3,3 millones de habitantes. La temperatura aquí ha bajado drásticamente... estaremos a unos 15 grados. Así que Pablo negocia rápida y férreamente un taxi para llegar al hotel. Desde el coche, vemos la muralla de la ciudad que mañana recorreremos a pié.
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