Para disfrutar de nuestros días de asueto nos hemos hecho 9.250 km. Pero ¿Qué podía hacer un emperador hace 300 años? Pues montarse un palacio de verano a no más de 12 km. Desde luego que a prácticos nos ganaban, ya que los emperadores chinos se mudaban durante la temporada estival al Palacio de Verano, que está en la misma ciudad de Pekín.
Aunque hace viento, la temperatura es agradable y la gente ha salido a la calle para disfrutar del día. En el palacio, un grupo de mujeres bailan coreografías con el objetivo de hacer ejercicio, algo que ya hemos visto en muchos otros sitios y que nos parece una idea genial para quemar las calorías de noodles y dumplings.
El Palacio de Verano es uno de esos sitios que es para venir a pasar el día, ya que hay un gran lago con nenúfares, puentes, una isla, ... El palacio como tal no deja de ser una secuencia de edificios tradicionales, muy bonitos pero generalmente vacíos. Así que, lo más interesante es pasear y ver gente pasar. A menudo, resulta más interesante mezclarse con la gente que lo que es el propio monumento en sí.
Uno de los lugares que nos cautivan es el Gran Corredor; se trata de un pasillo cubierto por el que los emperadores paseaban protegiéndose del sol, y que está pintado a mano en su totalidad... y eso que tiene 750 metros. Pero sin duda, el lugar más emblemático es un barco hecho en mármol. Un barco que, evidentemente, no ha surcado el lago, pero que aún así les servía como entretenimiento a los dirigentes del imperio, en especial a la emperatriz Cixi.
Pekín es una ciudad que siempre se suele asociar con contaminación y con caos. Sin embargo, la Pekín que nos hemos encontrado es una ciudad muy limpia y con los niveles de contaminación que cualquier ciudad europea de tamaño medio pueda tener. De hecho, nos trajimos unas mascarillas para poder hacer frente al escenario apocalíptico que parecía íbamos a sufrir... y ha sido todo lo contrario. Además, los jardines, calles y espacios públicos están como una patena. Propongo poner bote para traer a Manuela Carmena y que conozca lo que es una ciudad limpia.
Después de comer, visitamos otro de los puntos imprescindibles de la ciudad: El Altar del Cielo. Muchos lo llaman erróneamente "templo", pero no lo es porque allí no se venera a ninguna deidad y tampoco hay incienso quemándose. Este altar de sacrificios, el mayor del mundo, servía a los emperadores para rogar por una buena cosecha anual. Como es el altar del cielo, los azulejos vidriados que predominan son azules, del color del cielo. Y ahí está desde el año 1420, para que nosotros ahora lo disfrutemos.
Otro lugar de interés de la ciudad es el conocido como "Mercado de los bichos". Habíamos pasado un par de veces cerca, pero no habíamos caído en que estaba ahí. Al principio los puestos que veíamos eran todos normales: de brochetas de carne, de patatas, de fruta... pero luego empiezas a ver algunos puestos salteados en los que hay brochetas de gusanos, de saltamontes y de escorpiones principalmente. Teníamos pensado poner a prueba nuestros estómagos y probar "algún pequeño aperitivo"... pero enseguida vemos que son puestos exclusivamente para turistas, y que no se ven chinos comiéndolos. Así que, dado que no hay ninguna necesidad de volver a un estado diarreico, renunciamos a tan poco suculento manjar.
Comparando Shanghái con Pekín, podríamos decir que la primera es mucho más moderna y vanguardista que la segunda. En Shanghái había muchos rascacielos y se respiraba un ambiente más moderno. En Pekín, es todo más clásico, más imperial. Sin embargo, dado que están las sedes de importantes organizaciones, también hay algunos edificios arquitectónicamente interesantes. El que más, a nuestro juicio, es la sede de la CCTV, la televisión pública china. Se encuentra en un barrio que se está aún construyendo... y en el que hay tiendas gigantes de las firmas de moda más exclusivas.
El día que llegamos vimos que cerca del hotel había un centro de masajes y pedicura. Como llevamos ya muchos kilómetros andados, me doy un homenaje y por algo menos de 8 euros disfruto de una hora de masaje en los pies. Puede sonar muy reconfortante, pero puedo asegurar que en determinados momentos me retorcía del dolor... ¡¡no sabía que se podían tener contracturas en las plantas de los pies!! Y el masajista, como si nada... hablando por el móvil y todo. Hay otros siete hombres haciéndose tratamientos, quitándoles los callos, haciéndose las uñas... Nunca pensé que el hombre chino fuera tan coqueto. ¡¡Eh, que lo mío es pura necesidad!! Y da resultado porque al salir es como si tuviera piernas nuevas... ¡¡ya estoy preparado para continuar el camino!!
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