Antes de ir a descansar tras el agotador ascenso al Taishan, probamos a conectarnos a internet y vemos que algo no funciona. En China, la red de redes está controlada por el gobierno, bien para evitar influencias extranjeras (no vaya a ser que los chinos adquieran ideas diferentes a las del gobierno), bien para evitar comunicarse con el exterior sin que el gobierno apruebe el contenido. Para ello, el gobierno utiliza el denominado "Gran Cortafuegos", que lo que hace es básicamente bloquear todos los sitios web que no le interesan, como por ejemplo periódicos, WhatsApp, servicios de Google, etc. Sin embargo, lo que hace todo extranjero un poco espabilado antes de venir aquí es contratar una VPN que digamos "camufla" a dónde te quieres conectar y así saltarse la censura de una forma un tanto alegal.
Sin embargo, al intentar revisar el correo y WhatsApp vemos que la VPN no funciona. Estar incomunicado puede resultar ser un problema; especialmente de cara a la familia, que podría pensar que nos ha ocurrido algo. Así que intentamos buscar una solución, bajando a recepción para garantizar que la conexión funciona, y poniéndonos en contacto con el servicio 24h de la VPN. Durante casi tres horas hacemos un máster acelerado de todas las opciones que tiene Android para configurar una conexión, pero ninguna de las pruebas finaliza con éxito. Es tan frustrante que si volviendo a subir el Taishan recuperásemos la conexión con occidente lo haríamos sin dudarlo. Pero a las dos de la mañana el protocolo DHCP nos fulmina y abortamos la operación.
Tras poco más de cinco horas de sueño nos levantamos con la sensación de ser huérfanos digitales. En un ataque de realismo, nos disponemos a continuar con lo que hemos venido a hacer: conocer Pekín. A diferencia de Shanghái, aquí no hay un billete de metro con viajes ilimitados, así que tocará ir echando a la máquina de billetes como si fuera una tragaperras para poder movernos por esta inmensa ciudad.
En el metro se ve muchísima seguridad: unos jóvenes uniformados que no entendemos para qué sirven, pero que parecen vigilantes; luego están los que te indican que no puedes pasar al metro sin pasar por seguridad; también los al menos cinco de seguridad que hay en cada acceso; unos tres para ayudarte en las máquinas de billetes; en cada andén hay otro vigilante subido a un pódium; y cada dos puertas una persona con un micrófono que te da instrucciones; y de limpieza al menos otras tres personas. Resumiendo, para acceder al tren te cruzarás con treinta personas como mínimo de personal, más centenares de viajeros en todas direcciones. ¿Caos? ¡¡Para nada!! Todo está pensado para que los flujos de gente sean ordenados y nadie se choque; además, en las pantallas de los vagones no paran de poner vídeos de todas las normas que no debes infringir... Bajo esa piel perfecta que tienen estoy convencido que hay cortocircuitos en lugar de carne.
Y si la seguridad en el metro es desorbitada, la que hay en la plaza de Tiananmén es prácticamente de otra galaxia. Hay que pasar multitud de controles, pasaporte incluido. Pero todo merece la pena por ver el monumento más importante de Pekín: La Ciudad Prohibida. Aquí vivieron varias dinastías de emperadores y adquirió ese nombre porque nadie que no fuera de la corte o de su séquito podía acceder a la misma... Y no se andaban con tonterías, porque al que lo intentara lo ejecutaban al momento. Y así fue durante más de 500 años.
De este sitio se dice que es el complejo palaciego más gran del mundo, así que le dedicaremos gran parte del día. Tras pagar la entrada que va registrada con el número del pasaporte, empezamos a ver las diferentes explanadas y pabellones. Tienen nombres muy místicos: Salones de la armonía suprema, de la armonía central, de la preservación de la armonía... ¡¡El emperador tenía que estar sobado todo el día!!
Uno de los pabellones que más nos gusta es donde el pequeño emperador sale a presentarse al su séquito en la película de El Último Emperador de Bertolucci. Casualmente, casi al lado una mujer nos pide una foto con su niño, y como nos hace mucha gracia le decimos que nos saque a nosotros una también. Es también un pequeño emperador... pero de las patatas que se está comiendo. ¡¡Es como un muñequito!!
Otro sitio que nos gusta mucho es el mural de Los Nueve Dragones, que representan al emperador. De este tipo de murales sólo quedan tres en China: dos en Pekín y otro en Datong. Por cierto, hablando de animales... Hasta ahora, habíamos visto que en muchos edificios colocan en la entrada dos esculturas denominadas los "leones guardianes". Pues bien, nos hemos enterado de que el de la derecha es el macho, el que se apoya sobre el mundo y que representa al emperador gobernando el mundo; el de la izquierda es la hembra, que se apoya sobre una cría y que representa la fertilidad. ¡¡Y nosotros que pensábamos que eran sólo un adorno!! Lo que tampoco son un adorno son los inmensos calderos que hay por toda La Ciudad Prohibida. Estos calderos se llenaban de agua y servían para apagar el fuego en caso de incendio.
Tenemos unas agujetas que nos hacen andar como Chiquito con los dolores... pero al menos mi estómago e intestinos han dejado de rebelarse contra mí. Pero el sueño que tenemos hace que nos quedemos dormidos en el metro o en cualquier lugar donde hacemos un descanso por pequeño que sea.
Donde no te puedes dormir es en la Plaza Tiananmén, ya que corres el riesgo de que implique quebrantar alguna regla desconocida, y que una horda de guardias te detenga. Estamos en la mayor plaza del mundo, rodeada no sólo de la Ciudad Prohibida, sino también de edificios con aire soviético como el Museo Nacional, el Mausoleo de Mao o el Gran Salón del Pueblo (el Parlamento). Preguntamos a ver si se pueden visitar, pero nos responden que no, porque hay una cumbre Chino-Africana, y, lo que es peor, no saben qué día los abrirán al público. Así que cambiamos de plan y nos dirigimos al cercano Teatro Nacional, una joya arquitectónica con forma de huevo. Pero también resulta imposible, ya que todo el centro está acordonado.
De alguna forma, la ciudad nos está diciendo que seamos pacientes y que nos vayamos a descansar. Vamos a estar casi tres días completos en la capital china, así que, nos retiramos a descansar para recuperar fuerzas... ¡¡Mañana tenemos otro plato fuerte!!
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