12 ago 2016

Turismo olímpico

Hoy hemos dormido en Dimitsana, en un hotel rural con vistas hacia un gran valle verde con una pequeña central nuclear a lo lejos... curiosa composición. Por esta zona no hay muchos pueblos, pero los que hay están muy animados, posiblemente porque los que emigraron a la capital vuelven durante la temporada estival. De hecho, hoy lo cruzamos en coche y la única calle de transporte rodado se convierte en una improvisada M-30 en hora punta. El pueblo tiene un aire balcánico, estando en cuesta en la ladera de un monte, con preciosas vistas desde todas sus casas.


Después de desayunar y despedirnos de la recepcionista que anoche nos confundió con italianos, nos disponemos a hacer un poco de ejercicio recorriendo la garganta del río Lusios. En ella hay tres monasterios, de los cuales inicialmente teníamos pensado visitar dos. El primero que vemos es el Moni Aimyalón, donde se respira una gran paz y donde sólo nos cruzamos con un monje de aspecto taciturno. El segundo monasterio es el Moni Prodrómou, mucho más espectacular al estar suspendido en la ladera de un monte. Un monje muy amable, al que le aclaramos que no somos franceses, nos explica lo que hay para ver y nos indica por dónde se accede a la pequeña capilla que se adapta a la roca y en la que hay frescos de hace 500 años.


Nos venimos arriba y nos animamos a ver un tercer monasterio, que inicialmente no teníamos pensado ver. Hacemos una ruta que en unos cuarenta minutos nos lleva hasta el Monasterio de los Filósofos, o Néa Moni Filosófou. El recorrido transcurre por la sombra, pero el calor y la humedad del río hace que lleguemos al monasterio sudando. Quizá ese ir y venir justifique el olor a sudor de un monje que nos invita a tomar agua. El monasterio es también muy apacible, y tiene también frescos en la capilla.


Tras tres horas de ruta con el frescor de la mañana, retomamos el viaje en coche con el aire acondicionado a tope. De nuevo curvas y más curvas durante dos horas, que hubiesen sido varios días de trayecto con Aitor a bordo. En un momento dado Pablo llega a cuestionar la eficacia de Beckie, nuestra GPS que nos guía en nuestros viajes. Yo la defiendo pues todo apunta a que la información de carreteras proporcionada por el Gobierno Griego no debe de estar bien clasificada, y eso hace que a veces nos metamos por carreteras más locales en lugar de opciones más generales. En cualquier caso... ¿en qué utilizaron estos griegos los fondos de cohesión? Aquí las únicas carreteras rectas son las pistas de aterrizaje.


A eso de las dos del mediodía, con toda la solana quemándonos el cuello, visitamos Olimpia. Aquí nacieron los Juegos Olímpicos hace 2800 años, aunque entonces en lugar de jugarse entre países se jugaban entre ciudades-estado. Además de hacer las competiciones, aquí era donde los atletas se ejercitaban en el gimnasio y en la palestra, que no era el Sálvame Deluxe Griego, sino un centro de entrenamiento. Aunque apenas quedan algunas columnas y calles, seguro que son las ruinas griegas que mejor recordaremos, aunque sólo sea por el hecho de que cada cuatro años veamos cómo unas señoritas vestidas de blanco encienden la antorcha olímpica que será llevada hasta la sede de los Juegos Olímpicos. ¿Alguna vez conseguiremos que el destino del fuego olímpico sea Madrid?


Pero Olimpia no era sólo el centro deportivo más importante de aquel milenio, sino también uno de los centros religiosos más importantes. Aquí se veneraba a Zeus, al que Fidias construyó un gigantesco templo y una grandiosa escultura, conjunto que pasaría a considerarse como una de las siete maravillas del mundo antiguo. A modo de curiosidad, decir que el nombre de Olimpia no viene porque el suelo esté resplandeciente (no es ciudad Maruriana), sino del monte Olimpio, que era donde vivían los dioses griegos, y que está a 400 kilómetros de aquí.


Para finalizar la visita a Olimpia, pasamos un rato al museo arqueológico que es similar a otros anteriores que hemos visto: sección de ánforas, de menaje, cascos de guerra prêt-à-porter, huesitos y diseña la moda con cuerpos sin cabeza. A destacar una escultura muy famosa a la que ahora ponemos nombre: el Hermes de Praxíteles. Por cierto, se permite hacer fotos a las esculturas, pero no fotografiarte con ellas... curioso, ¿verdad?


De camino hacia la playa, paramos en un Carrefour en Pirgos... y es de lo más extraño. Para empezar, la multinacional francesa operaba con un socio llamado Marinopoulos, pero con la crisis griega decidió de dejar de operar en el país y su socio decidió mantener la marca; por tanto, aparece el símbolo pero no el nombre de Carrefour. Para continuar, el interior parece más propio de Venezuela: estanterías vacías e incluso neveras de las de yogures con botellines de agua colocados para que no se vea el desabastecimiento. ¡¡Éstos no han visto La Gavia antes de Navidades!!


'¿¿Nos vamos a la playa de Kastro?? ¡¡Venga!!' No, no nos vamos a teletransportar a la Marbella cántabra, sino que, casualidades de la vida acabamos dándonos un chapuzón en las aguas del Jónico en una población llamada Kastro. En sus inmediaciones visitamos el exterior del castillo Chlemoutsi, que se encuentra cerrado y que no parece gran cosa. ¡¡Estos necesitan un buen Ocharan!!


El día ya no da más de sí y toca ir 'pa-tras'... pero no volver a la locura de curvas de estos días, sino a Patras, la ciudad desde la cual diremos adiós a la península del Peloponeso. Hemos reservado en el Patra Palace, un hotel frente al puerto y a pocos minutos de las calles más comerciales. Hoy hemos hecho marcha por el cañón del río Lusios, hemos ejercitado nuestra mente en Olimpia y hemos hecho natación en Kastro. ¿Disfrutaremos de un descanso olímpico?

2 comentarios:

  1. Me he muerto de risa con lo de las curvas y lode varios dias si hubiese estado aitor a bordo... asi que kastro es universal eh???,'qué bien lo estais pasando.

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  2. Me he muerto de risa con lo de las curvas y lode varios dias si hubiese estado aitor a bordo... asi que kastro es universal eh???,'qué bien lo estais pasando.

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