18 ago 2016

Monte Athos


Después de nuestra 'gran boda griega', retomamos la normalidad, aunque hoy será uno de los días más tranquilos del viaje, pero no por ello menos interesantes. Cuando preparamos el viaje descubrimos un sitio que no conocíamos y que nos fascinó, el Monte Athos, dónde pasaremos casi todo el día... pero nada de senderismo esta vez.



Dentro de Grecia, en la península Calcídica, se encuentra el Estado Monástico Autónomo de la Montaña Sagrada. Es como un pequeño Vaticano ortodoxo, pero, aunque lleve el nombre de 'estado' realmente no es un país independiente, pues pertenece a Grecia. Sin embargo, tiene un estatus especial, tanto con respecto al resto del país como de cara a la Unión Europea. Por un lado, no paga impuestos al gobierno heleno, aunque sí que disfruta de sus servicios como la policía, las aduanas, servicios postales, etc. De cara a la Unión Europea, no está obligado a cumplir sus leyes; además, aunque Grecia sí que está dentro, aquí no aplica el Tratado de Schengen ya que, para evitar tentaciones sexuales, no está permitido que las mujeres entren al Monte Athos; es más, no pueden acercarse a menos de 500 metros. ¿Y por qué? Pues porque resulta que aquí viven 2.200 monjes (todos hombres) que buscan tranquilidad y recogimiento, y que no han dejado entrar a las mujeres desde su fundación en el año 963, a excepción de las refugiadas que acogió durante la Guerra Civil Griega (pero que no se vuelva a repetir, eh?).



Visitar el Monte Athos es realmente complicado: hay que pedir un permiso especial al Gobierno Griego ya que sólo 10 turistas no ortodoxos pueden acceder al día. Además, es obligatorio especificar qué monasterios se van a visitar y en cuál se tiene el alojamiento. Por si fuera poco, moverse por la península es complicado: aunque hay un autobús lo habitual entre los monjes es ir andando por senderos... ¡¡y son 57 kilómetros de península!! Así que, como el resto de turistas cogemos un barco desde el cual veremos la costa oeste.




El barco sale de Ouranopolis, una localidad muy turística que está al comienzo de la península. El trayecto dura tres horas y media, y va dando explicaciones en varios idiomas sobre los monasterios. Se ven 12 de los 20 que hay en la actualidad. Para llegar al primer monasterio se tarda unos 45 minutos, tiempo que unas gaviotas que persiguen el barco amenizan.


 
La mayoría de los monasterios son del los imperios bizantino y otomano, y son realmente espectaculares: algunos están en plena costa y otros subidos en algún acantilado. Según las explicaciones dadas por megafonía, todos tienen patrimonios de incalculable valor: desde bibliotecas con manuscritos hasta un trozo de la cruz de Cristo. También nos cuentan cómo es la vida de los monjes: tienen 156 días de ayunto al año, hacen dos comidas al día y dividen su actividad en tres partes, con 8 horas para trabajar, 8 horas para rezar y 8 para descansar. ¿Y cuándo van a la escuela de idiomas, hacen un máster, ven a la familia, organizan viajes, limpian la casa, ven a los amigos y hacen deporte? Vamos a tener que darles un curso de Gestión del Tiempo.


Aunque la visita es un poco a distancia, a merecido la pena ver desde el mar esta península que es Patrimonio de la Humanidad. Además, como regalo de última hora, y tras un momento de tumulto por parte de los pasajeros abordo, vemos tres delfines. Van delante del barco y a su misma velocidad, haciendo pequeñas curvas y saliendo a respirar, como si de una coreografía se tratara. Hay que verlo para creerlo, pero la armonía con la que se mueven te llegan a hacer dudar hasta de si son de verdad.

Por todo el litoral griego hay kilómetros de playas con aguas transparentes que son una gozada. En la tele habíamos visto que en Sitonia (la subpenínsula central) había una de las playas más bonitas llamada Kavourotrypes, a la que teníamos intención de ir. Pero... estamos ya tan cansado de circular por las carreteras en curva griegas que decidimos ir a la playa en el mismo Ouranopolis. Alejándonos un poco conseguimos estar en una cala en plan privé, con unas tranquilas aguas turquesas sólo para nosotros. ¡¡Hemos llegado al paraíso!! ¡¡Aunque hoy hace calor como en el infierno!! A ponerse a remojo...

Y antes de dar por finalizado el día, y como nos pilla de paso, visitamos el Parque Aristóteles en Estagira. Se trata de un pequeño parque con una escultura del pensador y algunos de sus inventos con los que se puede interactuar: efectos visuales, generador de tornados, lo de las bolitas que transmite la energía de la primera a la última, etc. Como dos niños pequeños lo tocamos todo y termina siendo divertido y pedagógico.

Volvemos hacia Tesalónica, mirando al oeste y a un sol anaranjado en pleno ocaso. Estamos agotados, así que, una cena rápida por el centro, un helado artesano y a dormir.

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