7 ago 2016

Atenas, ciudad olímpica

Madrugamos para disfrutar del fresco de la mañana, pero se ve que el fresco ha madrugado más que nosotros, porque no son ni las ocho de la mañana y ya hay una temperatura de "veintimuchos" grados. Comenzamos nuestro segundo día como terminamos el de ayer: resolviendo teoremas y ecuaciones de segundo grado, ya que casi todo está escrito en griego, con sus letras pi, landa y phi por todos los lados. Al principio resulta un poco difícil ya que, a diferencia de en el cirílico, en el griego se diferencian mayúsculas y minúsculas. Eso sí, la letra beta no la hemos visto por ningún lado... con los préstamos que dio Alemania, ¿será que se la han secuestrado hasta que 'paguen la letra'?


La primera visita nos lleva hasta el Arco de Adriano, de la era romana y que separaba la parte antigua de la moderna (ejem). Detrás de él se encuentra el Templo de Zeus Olímpico. A simple vista no parece más que un conjunto de 15 columnas, pero... ¡¡es que llevan ahí casi 2.600 años!! Si además pensamos que tienen 17 metros de altura y que formaron parte del templo dedicado al dios griego de los dioses griegos, la cosa cambia. Y si encima, le añadimos a la foto que se ve la Acrópolis al fondo, ya pasa a ser espectacular.


Muy cerca se encuentra el Estadio Kallimármaro o Estadio Panathinaiko. Originalmente fue construido para ver combates de gladiadores y 2.200 años después fue restaurado en mármol blanco para celebrar los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna en 1896.


Paseamos cerca del Palacio Presidencial donde vive Prokopis Pavlopoulos, que es el presidente y al que no hay que confundir con Alexis Tsipras, que es el primer ministro. Para aliviar el calor paseamos por las zonas arboladas, pero al pasar por el Palacio Presidencial un guardia nos dice parakaló y nos invita a ir por la otra acera sin árboles y en la que pega la solana. Luego vemos que resulta que hay visita de algún pez gordo y que parakaló significa 'por favor' en griego.


Estamos en el barrio de Kolonaki, una buena zona donde se encuentran la mayoría de embajadas y a muy poca distancia de la plaza Sintagma. Hoy es domingo y a las once se celebra el cambio de la Guardia Real. Hacemos tiempo en el hall del hotel Grande Bretagne, el más lujoso del país y uno de los más elegantes del sur de Europa, donde se está muy fresquito. Es el típico que en la tele dirán que Madonna cuando va se reserva la última planta para ella sola...


El cambio de la Guardia Real comienza con el desfile de los Evzones, los guardias que custodian el Parlamento y la tumba al Soldado Desconocido. Van vestidos con pololos, una faldita plisada, un bonete rojo con coleta y unos zapatos con pompones. Si no fuese por su seriedad y altura, parecería que se van a limar las uñas de un momento a otro. El cambio es muy protocolario y resulta algo monótono, menos mal que llevan suela de metal y con sus golpes al suelo despiertan al personal.


Hoy es domingo y están todas las tiendas cerradas; aquí es igual de inconcebible comprar sartenes de madrugada como comprarse unas chanclas el día del Señor. Quizá por eso todo es más sosegado, sin grandes aglomeraciones, sin prisas y sin ruido. El oasis de tranquilidad lo encontramos en el barrio de Anafiotika, cerca de Plaka, donde nos tomamos una cerveza fresquita en un bar con ambiente relajado. Después, curioseamos en el mercado de la pulga de Monastiraki, donde a excepción de algunos puestos ambulantes, no vemos gran diferencia con respecto a un día cualquiera... pero no nos vamos con las manos vacías, ya que conseguimos un buen puñado de dracmas (la moneda griega anterior al euro) por un buen precio.


Si hay una cosa que se puede hacer los domingos, es disfrutar de las vistas de la ciudad desde alguna de sus colinas. Hoy subimos en funicular al Monte Lycabettus, desde donde Atenas se ve como un mar de edificios blancos que llega hasta donde alcanza la vista. No hay que olvidar que en la capital viven unos cuatro millones y medio de habitantes, casi la mitad de todo el país.


Si esta mañana visitábamos el estadio de los Juegos Olímpicos de 1896, ahora visitamos la sede Olímpica de 2004. Fue proyectada por el arquitecto valenciano Santiago Calatrava y aplaudida por el público. Sin embargo, posiblemente porque no se pensó en el uso posterior a los juegos, a día de hoy se encuentra en un estado lamentable. La falta de mantenimiento hace que el lugar esté sucio, con pintadas, rastrojos y desperfectos que va dejando el paso del tiempo. A pesar de todo, conserva el esplendor de la firma Calatrava y era de visita obligatoria.


Y después de tantas horas, ¿aún no hemos visto el mar? ¡¡Pirémonos al Pireo!! Cruzamos media ciudad en la línea 1 de metro y llegamos al puerto de Atenas, lugar de entrada y salida de grandes cruceros pero también de pequeñas embarcaciones de recreo. El puerto es un ir y venir de gente con maletas y con la sonrisa en la cara, pues unos parten hacia alguna isla y otros vuelven después de sus vacaciones. En la costa oeste el ambiente es más relajado: puertos deportivos y una pequeña playa que invitan al descanso.


Hemos perdido la cuenta de todas las botellas de agua y refrescos que hemos bebido, hasta tal punto que primaba refrescarse a comer. Sin embargo, queremos terminar nuestra estancia en Atenas con una cena lejos de las zonas turísticas. Resulta que ayer encontramos por casualidad muy cerca del hotel una calle peatonal con muchos restaurantes, llamada Georgiou Olimpiou. Nos pareció un lugar muy agradable, así que, degustando delicias locales, ponemos el broche final a estos dos días en la capital griega.

1 comentario:

  1. Menudos posados robados que os marcáis ja ja.
    Muy bonita la ciudad olímpica pero este año era en Rio.
    Un abrazo.

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