Andando un poquito (más), llegamos hasta el templo Sensō-ji, que es el más antiguo de la ciudad y que es realmente bonito. Un pasillo de tiendas de recuerdos llevan hasta la puerta, en la que aguarda un inmenso farol. En el interior hay una pagoda de cinco pisos, que, junto al edificio principal, forman un agradable templo de obligada visita.
Es pronto aún para que se nos haya abierto el apetito, así que, es el momento perfecto para ir a ver comida. ¿Qué por qué? Pues porque en la calle Kappabashi Dogugai puedes ver decenas de escaparates repletos de comida... pero de plástico. Por todo el país, en una gran mayoría de restaurantes se exponen los platos en réplicas, para que sepas cómo va a ser el plato que vas a pedir, y en esta calle se venden esas réplicas... ¡¡lástima que no se pueda comer el plástico!!
Damos un paseo por el parque Ueno, donde hay un pequeño paseo de la fama japonés. También visitamos el santuario de Toshogu, que está en obras de restauración, y que lo están dejando muy bien. También nos damos una vuelta para ver el estrambótico edificio del Museo Edo de Tokio, una especie de plataforma elevada muy curiosa de ver. Y curiosa también es la bolsa de Tokio... el parqué japonés donde sube y baja el índice Nikkei está, en plena hora punta, vacío de gente... ¡¡la era digital es lo que tiene!! Millones de yenes son intercambiados mediantes circuitos integrados en lugar del 'compra-compra,vende-vende'. Claro que, estos japoneses, con tanta educación, seguro que dirían algo así como 'por favor, me gustaría adquirir acciones de la compañía, arigatooooo'.
Y el último barrio que visitaremos hoy es Odaiba. Teniendo en cuenta de que el terreno edificable en Japón es escaso, son muchos los lugares en los que se ha ganado terreno al mar creando islas artificiales. Odaiba es una zona nueva llena edificios modernos, entre los que destaca el edificio de la Fuji TV, en cuyo interior están celebrando actividades veraniegas y se pueden ver temas relacionados con los personajes de las series que emiten.
Cerca, al lado del centro MegaWeb, hay un Gundam gigante, que es un robot que suele aparecer en muchas series japonesas. Asistimos, incluso, a un espectáculo en el que mueve la cabeza y echa gases... ¡¡qué miedo!! Otro lugar que nos encanta es la escultura Saw Sawing de Claes Oldenburg, al lado del centro de convenciones Big Sight, que también nos encanta. Claes, hace esculturas gigantes de elementos habituales de la vida cotidiana, y, no sé qué tendrá, pero nos encanta ese 'gigantismo'.
Pero si hay algo en Odaiba que cautiva al visitante, es la vista de la bahía de Tokio. Igual de espectacular de día como de noche, es un lugar que cautiva: con el puente Rainbow y la Estatua de la Libertad, uno se descoloca y pierde la noción del país en el que se encuentra. ¿Nueva York o París? La Estatua de la Libertad realmente es una réplica de la francesa y no de la americana, ya que fue un regalo de Francia para estrechar las relaciones franco-japonesas. El combinado de estatua y puente Rainbow con los colores del arco iris, es... extasiante. Nos quedamos con esa imagen en la retina... y a descansar.
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