Nos levantamos pronto y nos dirigimos a la estación de Nagoya, para dirigirnos a Kioto, donde dormiremos una noche y veremos la ciudad dos días. En un Shinkansen recorremos los 130 kilómetros que separan ambas ciudades en unos cincuenta minutos. A diferencia de Nagoya, donde apenas vimos turistas, aquí empezamos a ver muchos occidentales, entre ellos un buen número de españoles, ya que este es uno de los destinos turísticos más importantes del país.
Para aprovechar que es pronto, cogemos una línea de trenes de 'cercanías' que nos lleva hasta la estación de Inari, a las afueras de Kioto. Allí está Fushimi Inari Taisha, uno de los templos más espectaculares de Japón. Aunque los edificios son interesantes, lo más característicos son los miles de torii que hay. Cada torii ha sido donado por un empresario para pedir prosperidad en su negocio. Inicialmente pensábamos que había un par de 'túneles' hechos con los torii; sin embargo, empezamos a subir monte arriba... y seguimos... y seguimos... sabíamos que había miles, ¡¡pero no cuántos miles!! Sudando la gota gorda decidimos que para subir al monte ya tenemos el Pagasarri, que es igual de cuesta arriba e igual de verde, y que, con tanto torii, ya nos hemos hecho una idea de ¡¡lo pedigüeños que son los hombres de negocios japoneses!!
De vuelta a Kioto, y antes de empezar a recorrer la cuadrícula de calles que la compone, compramos una caja de bento. Se trata de una cajita de sushi para llevar, algo que se compra mucho, especialmente para comer en los trenes de camino o de regreso al trabajo. Hay que decir, que sólo la colocación, los palillitos, salsas, etc. de la caja, da hasta pena comerla. Pero es media mañana, y no hay que andarse con contemplaciones. Necesitamos energía para recorrer Kioto.
Esta ciudad fue la antigua capital del país y en ella hay varios miles de templos y santuarios. 17 de ellos forman un conjunto monumental que es Patrimonio de la Humanidad. Entre hoy y mañana veremos los que creemos que son más importantes. Empezamos por el Templo Sanjusagento, que alberga el edificio de madera más largo del mundo. Dentro de él hay 1001 estatuas de Kannon, la diosa de la misericordia. Es una verdadera maravilla, porque son casi idénticas y cada una lleva muchísimo trabajo. Es una lástima que no dejen hacer fotos.
Una cosa que nos llama la atención de la ciudad es que el cableado eléctrico siempre va volado entre las casas, excepto en las zonas nuevas. El objetivo de esto es que, en caso de terremoto, las casas no se incendiarían. Recorremos algunas calles antiguas, en las que se alternan edificios modernos, como uno muy simpático que tiene forma de cara.
A las dos del mediodía tenemos una visita al Palacio Imperial de Kioto, y, como vamos un poco justos de tiempo, dejamos el castillo Nijo para otro momento. Asistimos a la visita, donde la guía nos cuenta cómo vivían los emperadores y nos enseña, tan sólo por fuera, las construcciones que componen el edificio. Esta visita la habíamos reservado con mucho tiempo de antelación, ya que el número de visitas es limitado. Sin embargo, estamos bastante cansados y no la disfrutamos como es debido.
Para no perder mucho tiempo, comemos en un McDonald's cercano. Pedimos unos menús y subimos a la planta de arriba, donde pensábamos que no había nadie y estaba a rebosar. Pero ¿qué está pasando? Hay un montón de gente joven, pero una está dormida, otro leyendo, otra con el móvil, e incluso hay alguno que parece que está muerto. Es como si estuvieran jugando a que el primero que hable pierde... ¡¡pues ahí llegamos nosotros dando voces!!
Muy cerca, visitamos otro santuario, el de Shimogamo. Tiene bonitos edificios y un puente de color bermellón. Pero, sin duda alguna, de lo que más disfrutamos es de un estanque donde remojar los pies. El agua está helada, pero casi podemos oir a nuestros pies como agradecen el 'fresquito'.
De regreso, vemos que la gente se está sentando a las laderas del río como esperando algo. Unas inglesas nos preguntan que si sabemos qué está pasando y, al decirles que no, nos pica la curiosidad, y empezamos a preguntar. Tras varios intentos fallidos, conseguimos hablar con un chico, occidental, que nos lo explica. Resulta que el 16 de agosto se celebra el Gozan no Okuribi, que es el día que termina el O-bon, un periodo de tres días en los que vienen los espíritus de los antepasados. Para celebrar, o animar, su marcha, se encienden cinco hogueras formando unos símbolos. Hay mucha gente vestida con el kimono, el traje tradicional. Cuando pedimos a ver si nos podemos hacer fotos junta a la gente, nos dicen encantados que sí... ¿será porque están orgullosos de sus tradiciones o porque somos para ellos igual de exóticos que ellos para nosotros?
Ha caído la noche ya, así que damos un paseo por Gion, el barrio en el que están las geishas. Estas mujeres, que nada tienen que ver con la prostitución como muchos piensan, sólo se pueden ver en Kioto, y tan sólo hay unas cien en total. Recorremos la calle Pontocho, llena de restaurantes y tiendas, pero ninguna geisha a la vista. Por Gion tampoco las encontramos. Nos da pena, pero creo que hoy no ha habido suerte y no hemos encontrado ninguna. Sin embargo, ¿por qué no terminar el día con algo igual de típico? En una tasca japonesa muy genuina tomamos sake, el famoso licor de arroz. ¡¡Chin-chin por Kioto!! Mañana más de esta magnífica ciudad.
Madre ma que chulisimo, os tendrian que dar un programa en la tv porque lo contais y dan ganas de engancharse un poquillo jajaja. besos a los dos
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