13 ago 2013

Dubái: nueva y gigante

El color rojo del atardecer baña la terminal 4-S del aeródromo madrileño. Ya estamos todos juntos y las simpáticas azafatas de Emirates nos van dando indicaciones para llegar a nuestros asientos. Enseguida estamos en el aire y toqueteando el sistema de entretenimiento a bordo, del que Cilla no consigue disfrutar.

Cenamos pasada la media noche, cuyos alimentos, según la carta del menú, son halal, como cabía de esperar en una compañía aérea árabe. Mientras degustamos las delicias en platitos pequeños, un chino grandón monta un pollo, y no como cena alternativa, sino versión bronca a las azafatas; pensamos que es porque quiere ser atendido en su idioma. Otra representación del mismo país viaja en el asiento contiguo al nuestro: un chino dormilón que nos bloquea el paso y que cuando lo despertamos para ir al excusado nos pone cara de enfadado. Al menos no tenemos que hacer salto de obstáculos como hace Cilla con la matriarca de la familia.

Tras la cena, una luz ténue invita a dormir y el silencio se va apoderando de la cabina. Sin embargo, ni ver las estrellas tanto fuera como dentro del avión (hay unas lucecitas en el techo) consiguen que conciliemos el sueño. Sobrevolando Irán vemos unas llamas en la distancia... mala hora para la quema del rastrojo, ¿no? Pablo intuye que son las llamas de los pozos petrolíferos, y, a falta de una explicación si cabe más convincente, la damos por buena.

Apenas conseguimos dormir un par de horas, pero ver cómo otros lo hacen resulta curioso: algunos han optado por ponerse la manta tapando desde la cabeza a los piés... y esto más que un avión empieza a parecerse al desván de 'Los otros'. ¿Quién hace de Nikole Kidman?

Un desayuno algo escaso pasa inadvertido gracias a la expectación que genera que ya se vea la costa de los Emiratos Árabes Unidos. Los pasajeros se ponen a la búsqueda y captura, fotográficamente hablando, de los iconos más famosos de Dubái. Sin embargo, hay bastante calima y lugares emblemáticos comoThe Palm o el Burj Khalifa se resisten a mostrarnos sus encantos. En seguida tocamos tierra y desembarcamos en la terminal 3 del aeropuerto, que es grandiosa y que sugiere cierto lujo. Pero algo mucho más sencillo capta toda nuestra atención: los aritos. Como sacados de las 'Mil y una noches' muchos hombres van de aquí para allá vestidos con túnicas blancas, un pañuelo en la cabeza y un arito negro que lo sujeta. Hasta en el control de policía los que atienden van con los atuendos locales.

Tras dejar las mochilas en una consigna y sacar unos cuantos dihrams en un cajero, estamos listos para descubrir la ciudad. Por algo menos de tres euros y medio nos moveremos todo el día por las dos líneas de metro y los autobuses cuantas veces queramos.

Empezamos la visita por Deira, uno de los barrios que forman la parte antigua. Las mezquitas se alternan con las inumerables tiendas, en las que, sin grandes lujos, se puede encontrar de todo, incluidas mullidas mantas para el invierno del desierto. También allí están los zocos, en los que los vendedores te invitan insistentemente a pasar a sus establecimientos y otros intentan vender falsificaciones de diversos productos. Sin duda, el zoco más interesante es el del oro, donde encontramos el anillo de oro más grande del mundo y un certificado del libro Guiness que así lo constata.

Cruzamos The Creek, que es la ría de Dubái, en un abra, una pequeña embarcación tradicional de madera. Por tan sólo un dihram llegamos a Bur Dubái, el centro antiguo de la ciudad. Dando un paseo llegamos a Heritage Villa, donde se pueden visitar pequeños museos en edificios reconstruidos con el estilo de la arquitectura tradicional. Hace mucho calor, y la humedad hace que la sensación térmica sea aún mayor. Con quizá casi cuarenta grados, en uno de los museos nos invitan a nosotros y a unos jubilados australianos a dátiles y a... ¡¡ un té caliente !! Un hombre con arito nos cuenta cosas de la familia real y del país, y se interesa por nuestros países de procedencia.

De la parte antigua vamos hacia la moderna, y del calor pasamos al frío, porque en el metro el aire acondicionado también supera records. El metro, como casi todo en la ciudad, es nuevo, empoluto y hecho a lo grande. Nos llama la atención que hay vagones sólo para mujeres y niños, y que también hay uno específico para los poseedores de la tarjeta Gold, ¡¡siempre ha habido clases!! Por la zona nueva de la ciudad el metro va en superficie, de forma que se pueden ir viendo todos los rascacielos. Hay muchas zonas en obras y éstas se alternan con zonas de villas, mezquitas y descampados.


Recorremos casi toda la línea para llegar al sur de la ciudad, donde visitamos el centro comercial Ibn Battuta. Aquí, el tamaño y la decoración hace que los centros comerciales se conviertan en destinos turísticos de obligada visita. Lo que hace especial a éste en concreto, es que está ambientado en los viajes del explorador, tematizado en seis países: China, India, Persia, Egipto, Tunez... ¡¡y Andalucía!! Eaaaaaahhhh

Después de comer cogemos el metro y vemos que una señora lleva los mismos pantalones que Cilla... ¿habrá sucursal de modas Memphis en Dubái? Nos bajamos en Dubai Marina, un complejo de rascacielos residenciales con vistas al mar. Cada uno de los rascacielos es un hito arquitectónico y en sí mismo, y, aunque están un poco pegados entre sí, el conjunto resulta espectacular. ¿Cómo se tiene que sentir uno a viviendo a más de 400 metros de altura?

Desde Dubái Marina vamos andando entre obras, hasta el comienzo del monorail de The Palm. En un país donde sobra desierto para construir mansiones de lujo, decidieron que hacerlas sobre un suelo ganado al mar y con forma de palmera, las haría más exclusivas aún. Aunque el trazado sólo es sorprendente visto desde al aire, lo que sí que aporta es que cada casa tiene acceso exclusivo a la playa. Como es época de calor, no se ve apenas gente ni por la calle ni por las casas. Al final de la palmera, llegamos al lujoso hotel Atlantis, con parque acuático incluido. Los bajos del hotel son un pequeño centro comercial, con pequeñas prendas a grandes precios. Lo que nos deja atónitos es que, hasta hay una máquina expendedora de lingotitos de oro. Desde el monorail se divisa también el Burj al Arab, el hotel 'siete estrellas' y una de las estampas más conocidas de la ciudad.

Está cayendo la tarde y cogemos el metro para ir hacia el edificio más alto del mundo, el Burj Khalifa. Tenemos entradas para visitarlo a las seis de la tarde y vamos justos de tiempo. Las entradas nos han costado casi treinta euros, pero insitu cuestan alrededor de noventa, así que nos vemos obligados a ir corriendo por el Dubái Mall, un enorme centro comercial anexo a la torre. Esquivando ariteros y burkeras, llegamos exaustos y recogemos las entradas. Tras esperar en la cola un buen rato, un ascensor nos eleva en poco menos de un minuto hasta el segundo mirador más alto del mundo, situado en la planta 124, a 452 metros del suelo. ¿Qué costará un apartamento en la planta 160 a 828 metros de altura?

Otra de las estructuras bate-records es la fuente que hay frente al rascacielos, con más de 270 metros y que echa chorros de agua a 150 metros de altura. Hay espectáculos con luz y música cada media hora, de los cuales vemos uno desde el mirador y otro desde la superficie. El centro comercial nos deja estupefactos... Hay tiendas de todos los grandes diseñadores y las más aclamadas firmas de moda. También está la pista sobre hielo más grande del mundo, un acuario que en algo será también 'el que más'... ésta es la ciudad XXL.

Dubái nos ha encantado, sus proporciones desmesuradas no dejan indiferente a nadie. Aún hay muchas obras, y en el futuro seguro que no reconoceremos la ciudad que hemos visitado hoy, ¿cómo conseguirá seguir sorprendiendo al mundo esta ciudad? Seguro que dentro de un par de semanas, cuando hagamos escala en el viaje de regreso para visitar lo que no nos ha dado tiempo, han construido cosas nuevas.

Ya es de noche y volvemos al aeropuerto. Como ha hecho mucho calor y ésta será nuestra segunda noche abordo, nos damos una ducha en las duchas que hay en la terminal. Después, cortesía de Emirates, cenamos en un bufé antes de embarcar destino Tokio. Tenemos por delante diez horas de vuelo, hay que descansar para reponer fuerzas. ¡¡Japón nos espera!!

1 comentario:

  1. garbiñe, jon, unai y maider15 de agosto de 2013, 22:30

    Lo de los lingotes es una caña. Seguro que habeis sacado unos cuantos, va calderilla. la torre Iberdrola una caca. habia mujeres con burka?agur

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