Recenamos pasadas las dos de la mañana sobrevolando el archipiélago japonés, y dormimos sobre China, Mianmar e India... total, ¡¡no se ve nada por la ventanilla!! Despertamos como por Omán y poco después aterrizamos en la terminal tres del aeropuerto de Dubái: tenemos unas cinco horas para dar otra vuelta por la ciudad. Es viernes, día festivo de la semana musulmana, y teníamos dudas de si las tiendas y centros comerciales estarían abiertos... pero confiábamos en que un lugar que pretende atraer el turismo internacional iba a ser un poco más 'rebelde' con respecto a las instrucciones del corán. Sin embargo, inesperadamente, nos encontramos que, no sólo el comercio no abre sino que, hasta el metro está cerrado. Toca reorganizarse, así que, reduciremos los lugares a ver y nos moveremos en autobús, un medio mucho más lento que el metro.
Llegamos al Burg Al Arab, o mejor dicho, a las cercanías de la isla artificial en la que se encuentra. Es uno de los edificios más representativos de la ciudad, y no es para menos, porque, en directo, es más espectacular si cabe. Eso sí, lo de que es el único hotel de siete estrellas no es más que un mito, pues no existe esa categoría. Una diferencia de dos estrellas es importante en el hotel Nais de Nis, pero en este 'cinco estrellas - lujo' seguro que ni se nota. Lo que sí que se nota es el color azul del mar y lo clara que está la arena, ¡¡todo un paraíso!!
Otra cosa respecto a lo que uno es incrédulo hasta que lo ve con sus propios ojos es que las marquesinas de los autobuses tienen aire acondicionado. Con los 39 grados que hace hoy, es un auténtico alivio esperar al autobús, y si se retrasa un poco tampoco importa... ¡¡tenemos las glándulas sudoríparas agotadas!!
Siempre que pensamos en Dubái nos vienen a la cabeza los extravagantes rascacielos y los terrenos ganados al mar con formas caprichosas. Sin embargo, recorriendo Jumeirah Road, reparamos en que hay muchísimas mezquitas, todas de reciente construcción. Hay una mezquita cada pocas manzanas, todas muy bonitas y algunas extraordinarias como la iraní o la de Jumeirah de cuatro minaretes. Otro tipo de templos, mucho más mundanos pero igual de espectaculares, son los centros comerciales. Visitamos 'Il Mercato', que está inspirado en la arquitectura italiana. Sí Mahoma no va a Italia...
Rascacielos, rascacielos y rascacielos. Pero también descampados y solares vacíos, ¿qué se construirá en ellos? Si hace quince años esto no era más que un puerto de pescadores, ¿cómo será dentro de otros quince? Algo presagia que no habrá término medio: o un gran fracaso o la ciudad donde todo es posible. Nos produce escalofríos pensarlo... ay no, que no era eso, ¡¡que era debido al aire acondicionado!!
A mucha distancia del Burj Khalifa para que sus 828 metros quepan en el objetivo de nuestra cámara de fotos compacta, toca buscar en google cómo se dice adiós en árabe... ¡¡maʿa s-salamah Dubái!! El tiempo se ha agotado, así que regresamos al aeropuerto, donde un Boeing de Emirates surca los desiertos de Arabia Saudí, la costa de Egipto y el mar Mediterráneo para poner punto final en el aeródromo madrileño a nuestras vacaciones estivales.
Una mezcla de jetlag, cansancio y síndrome postvacacional, hace que no seamos del todo conscientes del magnífico viaje que ha sido ir a Dubái y Japón. Toca descansar, y, mañana, con la mente más despejada, haremos balance. ¿Cuáles serán nuestras conclusiones?
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