El primer templo en el que nos hacemos fotos es en Kôfuku-ji, que perteneció a una familia adinerada. Luego paseamos por al lado del Museo Nacional de Nara y llegamos al templo Todai-ji, construido en el año 752 como el templo central de todos templos budistas de Japón. Éste es el edificio de madera más grande del mundo y dentro está la estatua en bronce de daibutsu o buda más grande de Japón con 16,2 metros de altura.
Es curioso que, en este edificio tan grande con un buda de tales dimensiones, lo que más nos entrenga sea un agujero en la base de unos de los pilares. Los visitantes intentan pasar a través de él, que tiene el tamaño de los orificios de la nariz del buda. La leyenda dice que aquél que pase será bendecido con la iluminación y alcanzará el nirvana. Después de ver cómo muchos niños no tienen dificultades en pasar, nos animamos Pablo y Joseba, y lo conseguimos, sorprendentemente sin mucho esfuerzo. Cilla lo intenta varias veces, pero, por ahora, tendrá que prescindir del nirvana. Roberto, viéndolo imposible, decide que no quiere formar parte de la colección de fotos de los turistas como 'uno al que tuvieron que rescatar'.
De entre la gran variedad de templos y santuarios, elegimos otro que nos gustó cuando lo vimos en internet, el Santuario Kasuga Taisha. Con sus edificios lacados de bermellón, es uno de los santuarios shinto más famosos del país. Lo más bonito del lugar son los cientos farolillos de bronce y unas tres mil linternas de piedra que lo adornan. Por la noche, con todo iluminado tiene que ser espectacular. Pero, ¿a qué hora tendrían que empezar para tener todo encendido?
A unos quince minutos en autobús, llegamos a los templos Toshodai-ji y Yakushi-ji. La afluencia de turistas es más limitada, por lo que la visita es más tranquila. Con sus pagodas, kodo, kondos y jardines, lo que más nos sorprende es ver a los monjes que nos piden que no les hagamos fotos... ¡¡son tímidos!! La escultura de Senju Kannon de 5,5 metros y algunas de buda que hay en el interior, son un tesoro nacional.
Es ya mediodía y volvemos a Osaka, que hay muchas cosas que visitar. Inicialmente, las distancias nos parecían más cortas, pero, relativamente rápido nos reorganizamos y compramos un billete diario por movernos por la ciudad. No sabíamos dónde conseguirlo, así que preguntamos varias veces y un hombre está dispuesto a llevarnos en coche hasta una para de autobus aún teniendo que dejar a su mujer y niño en tierra. ¡¡Viva la amabilidad japonesa!!
El primer lugar al que nos dirigimos es a una incineradora. Puede sonar raro, pero es que, la de Mashima no es una incineradora cualquiera, sino una de diseño. En concreto diseñada por el austriaco Friedensreich Hundertwasser en el año 2000 poco antes de su muerte.
Otro autobús nos lleva hasta otro edificio del mismo año, pero de estilo radicalmente diferente, el Museo Marítimo de Osaka. Se trata de una cúpula de cristal en una especie de isla. La zona del puerto de Osaka, en parte ganada al mar, es una mezcla de edificios modernos, entre los que destacan la Torre Cosmo, el Asia Trade Center, Museo Suntry y el Acuario Kaiyukan.
En semejante borrachera arquitectónica, descubrimos por casualidad, a la sirenita de Copenhague. Resulta que Osaka está hermanada con la capital danesa, y, esta última le regaló una réplica de su monumento más célebre. En lo que va de año es la segunda sirenita que vemos... ¿cuántas tiene la cole?
Muy cerca, entramos a una sala de juegos, donde echamos una partida a esa máquina en la que le tienes que dar a un disco y marcar gol al equipo contrario. Pero en realidad, lo que tenemos es curiosidadde saber cómo funciona el Pachinko. Cilla echa una partida y no conseguimos enterarnos, ya que van cayendo decenas de canicas metálicas y no sabemos qué hacer con ellas. Lo dejamos por imposible y, vemos que en una máquina hay un montón de fichas. Consiste en echar una especie de moneda que en función de cómo caiga hace caer a otras. Empezamos a echar tímidamente, pero acabamos por echar todas las que había en el cajetín. Tendríamos que vernos echando a la máquina para luego poder hablar sobre el juego en este país... ¡¡es un vicio!!
Para desestresarnos un poco, subimos a la noria de Tempozan, una de las más grandes del país. Tiene un diámetro de 100 metros y desde lo alto disfrutamos de unas vistas privilegiadas de toda la ciudad. Lo curioso de esta noria es que, en función del color que tenga, da el pronóstico del tiempo. Hoy está al rojo vivo... así que mañana el calor no nos dará tregua.
Quemamos el último cartucho de energía en la zona cercana a la torre de Osaka. Vamos buscando dónde probar el Takoyaki, y no resulta nada fácil. Hoy es lunes y los restaurantes han cerrado pronto, así que nos adaptamos a la oferta de los que están aún abiertos. Entramos en uno en el que comunicarse parecía imposible pero en el que conseguimos finalmente cenar, aunque algunos platos que no nos terminan de convencer. Osaka nos está encantando pero aún no hemos terminado... aún tenemos un día más para descubrir esta gran ciudad aeroportuaria del centro de Japón.
Osea que habeis alcanzado el nirvana. Ya os voy a pasar un libro de psicologia transpersonal para que sepais lo que teneis entre manos jeje. pasarlo bien. agur
ResponderEliminarEl nirvana???? ya os voy a pasar un libro de psicologia transpersonal para que sepais lo que teneis entre manos jeje
ResponderEliminar