¿Quién dijo que Japón es 'el país del sol naciente'? Para nosotros es más bien 'el país del sol despertador', porque se está convirtiendo en algo muy habitual saltar de la cama al de poco tiempo de que haya salido el sol.
Hoy ponemos rumbo hacia el norte de la región de Kanto, primero en tren de alta velocidad hasta Utsunomiya y después en tren regional hasta nuestro destino de hoy: Nikkō, que significa 'luz del sol'. Se encuentra en una zona montañosa y el conjunto de santuarios y templos son un destino muy frecuentado por turistas, ya que, además, es Patrimonio de la Humanidad.
Partimos desde la estación de tren, que, curiosamente, fue proyectada por Frank Lloyd Wright. ¿Pero qué le trajo al arquitecto de Winsconsin hace más de un siglo venir a un sitio tan lejano? Bueno, nosotros no podemos decir nada, porque desde Basauri y Guadamur también hay unos cuántos kilómetros hasta Okayama, ¿no?
Empezamos la visita por el Puente Sagrado Shinkyo, que pasa por encima del río Daiya. El color rojizo resalta sobre el entorno verde, y el agua cristalina fluye bajo él. El entorno es inmejorable, pues estamos a las puertas del Parque Nacional de Nikkō.
El primer santuario que visitamos es el Tōshō-gū, que tiene doce edificios sintoístas y budistas. En comparación con otros lugares sagrados, la entrada a este santuario cuesta más del doble, y enseguida vemos que está sobradamente justificado. Los edificios tienen una decoración mucho más elaborada, no solamente en cuanto a pintura sino también en cuanto a tallas de madera. Los detalles de animales y flores están presentes por todos los edificios, lo cual resulta ser un hecho diferenciador con respecto a los lugares que hemos visitado.
De hecho, de entre todas las tallas, hay algunas que se han hecho famosas. Entre ellas, la más conocida es la de Los Tres Monos Sabios. En uno de los edificios hay 8 escenas protagonizadas por monos que representan el camino de la vida. La más fotografiada es en la que los monos se tapan los ojos, los oídos y la boca, lo cual se interpreta como 'no mires, escuches o hables al demonio'. Lo que nos llama la atención es que el edificio donde están es un establo, en el que hay un caballo donado por el gobierno de Nueva Zelanda. El pobre se tiene que sentir un poco como nosotros, observados por los orientales, porque apenas hay occidentales incluso en sitios tan turísticos como éste. El santuario es mucho más grande de lo que imaginábamos, con campanarios, torres en las que guardan los sutras, un mausoleo, etc.
Después, visitamos también el Templo de Rinnoji, el Santuario de Futarasan y el Templo de Taiyuin, que son de visita obligada y en el que vemos innumerables japoneses por todos los lados. Pero siempre hay un lugar un poco más alejado y al que la mayoría de turistas no suelen ir, lo cual le da un encanto aún mayor. En este caso, se trata del abismo de Kanmangafuchi, un cañón porel que discurre el río y que fue creado por el cercano volcán Nantai. En una de las orillas, hay 70 estatuas de piedra de Jizo, que son los Bodhisattva que velavan por los muertos. Además, les han puesto gorros y baberos rojos, lo cual le da un toque muy enigmático.
La excursión a Nikkō nos ha encantado: las montañas verdes son espectaculares, se está muy fresquito y con muchos sitios para ver. Pero toca volver ya al agetreo de la gran ciudad. El tren nos deja en Ueno, al lado del parque que lleva el mismo nombre. Damos un paseo por el parque, que, para las veces que lo habíamos oido mencionar, no nos parece para tanto.
Bajamos hasta Akihabara, el barrio famoso por sus numerosas tiendas de electrónica. El sitio impresiona, porque, entre los carteles luminosos, la música de las tiendas y las 'personas anuncio' que reparten propaganda es inevitable sentirse un poco perdido. Visitamos algunas tiendas y se nos cae la baba con algunos gadget de última generación, como tabletas, móviles y pantallas táctiles. Si se busca lo último de lo último, aquí lo tienen, y seguro que, desde que eliges hasta que pagas, han traído algo aún más nuevo. Sin embargo, los precios son, digámoslo así, simplemente 'asequibles'... no terminamos de ver que sean una ganga como muchos dicen. Además, como puede haber incompatibilidades y problemas con la garantía, decidimos no comprar nada, pero tomamos buena nota de algunos aparatos que han abierto nuestro apetito electrónico.
Y bueno, el día no podía dar para mucho más, ¿no? Habiendo disfrutado con algo tan simple como el agua cristalina del río Daiya, y algo tan complejo como la electrónica más puntera en Akhiabara, terminamos el día degustando unos larguísimos noodles. ¡¡Si es que nos gusta todo lo que nos echen!!
y ahora qué? cuál es lo próximo? Yo no sé si os pueden quedar más islas para visitar... Me ha encantado el perro :). Aunque claro, viendo a Richard Gere, no me esperaba yo que fuera japonés... ¡qué daño hace el cine!
ResponderEliminar