En nuestro segundo día en Kioto seguiremos recorriendo los templos y santuarios más importantes de esta ciudad tradicional. Muy cerca del hotel, visitamos el Templo Toji, que, como empieza a ser costumbre, tiene alguna característica que lo hace único; en este caso, de tener la pagoda más alta de Japón, con 55 metros de altura y cinco pisos. En su interior hay 21 imágenes mandala... y descubrimos que, ¡¡una de ellas se llama Indra!! ¿Será porque en vacaciones mandala lejos?
El siguiente lugar que visitamos, es el más fotografíado de la ciudad: el Kinkakuji o Pabellón de Oro. Con su estanque delante y los montes al fondo, sus destellos dorados nos cautivan. Está recubierto de pan deoro y fue inicialmente una villa de descanso de un shogun retirado. Menudos son los planes de pensiones japoneses, ¿no?
Después, visitamos el Templo Roanji, donde se puede uno relajar mediante la contemplación de un jardín seco. Este tipo de jardines consisten en la colocación de piedrecitas con elementos de la naturaleza, pero sin utilizar el agua. Es algo muy curioso de ver, ya que este tipo de composiciones no se suelen ver en occidente.
Si en el oeste hemos visitado el Pabellón de Oro, en el este visitamos el Ginkakuji o Pabellón de Plata. Pero, ¿dónde está la plata? Resulta que nunca llegó a ser recubierto de dicho metal y su aspecto es de color madera. Aún así, es un lugar, si cabe, más importante que el pabellón dorado, pues fue en éste donde se refinaron la ceremonia del té, el teatro no, el ikebana y la pintura con tinta... casi todas las tradiciones encerradas en cuatro biombos.
A falta de un Pabellón de Bronce, visitamos el Templo Kiyomizu o 'del agua pura'. Realmente no pertenece a ninguna religión en concreto, sino que es un lugar de encuentro de todas... ¡¡De todas las personas que visitan Kioto, porque está a rebosar!! Hay una especie de terraza a 13 metros de altura frente a una zona boscosa, y, según una leyenda popular, quién consiga saltar y no matarse en el intento, le será concedido un deseo. A día de hoy hacerlo está prohibido, por lo que son otras creencias las que acaparan la atención de la gente. Entre ellas, está el caminar a ciegas entre dos pidras: si lo consigues tú sólo, encontrarás el amor; si lo consigues con ayuda, necesitarás de alguien para encontrarlo; y si no lo consigues, habrás disfrutado de unas bonitas vistas.
Muy cerca de este templo se encuentra el Ryozen Kannon, un monumento al soldado desconocido y a los japoneses que murieron en la Segunda Guerra Mundial. Sobre el templo hay una figura de buda de 24 metros de altura, que vemos desde fuera porque resulta que a las cinco de la tarde ya está cerrado.
El Santuario Heian es de relativa reciente construcción, de 1895. Resulta que, cuando se trasladó la capitalidad de Kioto a Tokio, los ánimos de la gente de la ciudad estaban muy caídos, por lo que se decidió crear un templo para alegrar a la gente. Una marcha tendrían después... pero una marcha al bar más cercano a tomarse unos sakes.
Va cayendo la tarde y recorremos parte de El Paseo del Filósofo. El nombre del lugar evoca espiritualidad, pero, el que fuera el recorrido por el que un antiguo profesor de universidad corría para mantenerse en forma, no deja de ser un riachuelo con enjambres de mosquitos. Seguramente, cuando los cerezos del lugar florecen, será más digno de admiración.
El último lugar que visitamos, es el Santuario Yasaka. Este no lo teníamos apuntado para verlo en nuestra ruta, pero, ya que pasábamos cerca, decidimos visitarlo. Los farolillos iluminan algunos edificios y calles del reciento, lo cual le da un toque místico muy interesante.
Y poco a poco, nos vamos despidiendo de Kioto. La ciudad es grande, un poco atrapada en el tiempo, pero con mucho que visitar. Sin embargo, hay algo que no podremos ver ya en nuestro viaje: geishas. ¿Y si lo intentamos por última vez? Estamos muy cerca de Gion, y, casi dándolo por imposible, oimos a la gente gritar y vemos flases de fotos... ¡¡ahí va una!! Sacamos algunas fotos (con alguna infiltrada) mientras ella va por la calle evadiéndose del tumulto que genera. Con su carita blanca, su kimono de seda, y su aspecto frágil, nos da hasta un poco de pena. Pero, al fin y al cabo, ser geisha es para ser admirada y alabada, es querer ser un objeto de culto. ¡¡Y lo felices que nos ha hecho!!
Y, como el cuento de las ranitas... ¡¡De Kioto a Osaka!! ¿Qué ciudad será más bonita?
lo habeis conseguido. Cada vez os pareceis mas a los japoneses intentando capturar una instantanea sea como sea. bravoooooo!!!!!!
ResponderEliminarmuy buena la foto, salvo por la infiltrada. parece una estrella de cine.
pobre mujer. Animo a Osaka.
que pasada, estais conociendo Japon...!!, que chulisimo parece. Lo de la tradicion esa en la que puedes perder la vida la hayan quitado le quita emocion pero bueno... no son vascos no?? jajja. besazos y me encanta vuestro blog y las fotos.
ResponderEliminarEs una foto curiosisima,las gehisas van así a sus quehaceres domésticos...y jose bautista, podías haberle ayudado a la chica con las bolsas...anda que...
ResponderEliminarMe chifla este blog chicos!!!