Ayer nos dejamos de ver algunos sitios, como Palanga, Salantai y Plungė. Los teníamos marcados por si nos sobraba tiempo después de ver siete ciudades y hacernos 450 kilómetros, pero hemos estado un poco vagos. Incluso la tercera ciudad más grande de Lituania, Klaipėda, la hemos tenido que posponer para hoy, y será lo primero que visitemos. Pero, antes sacamos moneda local... litas, litas y má-litas. Ahora sí, ya estamos preparados para ir desde la frontera natural con el mar báltico, hasta la frontera política con Bielorusia. Allá vamos... ¡¡kamperimah!!
Klaipėda, la antigua Memelburg, fue gravemente dañada durante la 2ª Guerra Mundial, así que los lugares interesantes para ver han quedado reducidos al casco histórico y al puerto, al sur del río Danė. En este último, las esculturas de El Niño y el Perro, Los Cuatro Vientos y El Fantasma Negro contrastan con las grúas de carga de la zona portuaria más importante del país. En el centro histórico, otras esculturas cuentan las creencias de los lugareños: un dragón en una pared simboliza la unión entre agua y fuego; un deshollinador en un tejado promete suerte si tocas un botón; la 'Olla del Dinero' simboliza el primer banco de la ciudad; el 'Gato con Cara de Señor', recuerda el antiguo punto de encuentro social; y 'El Ratón Milagroso' nos aconseja 'convierte los pensamientos en la palabras y las palabras se convertirán en milagros'. Mientras visitamos la ciudad, las dos torres de la empresa K&D, con la forma de ambas letras, bailan una canción muda, acercándose, alejándose, y mostrándose diferentes desde cada ángulo.
Nuestro segundo destino del día es uno de los lugares de peregrinación más importantes de Lituania. La Colina de las Cruces se encuentra a unos pocos kilómetros al norte de Šiauliai, y es uno de los lugares imprescindibles de visitar en Lituania. Las primeras cruces se pusieron en 1831 en memoria de los caídos en el alzamiento contra el régimen zarista. La gente del Zar no dejaba que se oficiaran funerales motivando que los lituanos colocaran en esta pequeña colina multitud de cruces para honrar a sus desaparecidos. Fue arrasado cuatro veces durante el régimen soviético, por ser considerada símbolo de resistencia. En los 70 el ejército rojo y el KGB montaron guardia, pero su presencia no impedía que siguieran apareciendo cruces. A finales de los 70 los soviéticos intentaron anegar la zona, sin éxito. A pesar de todos los intentos, las cruces seguían apareciendo todas las mañanas. Juan Pablo II lo visitó en 1993 y donó una que aún se encuentra aquí. Os preguntaréis ¿pero cuantas hay? Se cree que aproximadamente 15.000 cruces grandes y unas 41.000 cruces pequeñas... ¡¡El crucero se ha echo de oro!!
Andar entre la marea de cruces es emotivo y a la vez abrumador... el silencio sólo lo rompe el tintineo de las cruces pequeñas... anda, las grandes ¡¡tocan txapalaparta, pues!! Parece como si estuvieran dando la bienvenida a unos recién casados que se acercan a la colina a dejar su cruz (¿o a comenzarla?).
A parte de la Colina de las Cruces, la cuarta ciudad más grande del país no tiene 'gran' cosa para ver, ¿o sí? Cerca del lago Talšos encontramos ¡¡un zorro gigante!! Nos encantan las esculturas tamaño 'giant' y ya faltaba en este viaje visitar una frikada tamaño XL. Abandonamos la ciudad después de visitar la Plaza del Reloj de Sol, donde se alza la escultura dorada del arquero Šaulys (que significa sol), y del cuál adoptó la ciudad su nombre.
En Šiluva visitamos la Iglesia de la Aparición de la Virgen María. Según cuenta la leyenda, hace más de 400 años se apareció aquí la virgen, en una roca que se muestra dentro de la capilla. El exterior del templo, construido en 1924, es bastante austero y no presagia lo interesante que resulta por dentro, pues hay unas bonitas vidrieras y pinturas.
Entre Šiluva y Raseiniai vemos a lo largo de la carretera numerosas cruces labradas en madera. Se trata de una tradición lituana llamada Kryždirbystė, y que consiste en realizar cruces artísticas representando a Jesucristo o a diversos santos, aunque el origen es precristiano y pagano. Esta tradición está inscrita en la lista de Patrimonio Intangible de la Humanidad de la UNESCO, y es fácil encontrar estas cruces por gran parte del país.
Poco a poco llegamos a Kaunas. Ésta es la segunda mayor ciudad lituana y sólo recorrer la Avenida Laisvės buena cuenta da de ello. Hay muchas cosas para ver: la Catedral Ortodoxa (inmensa), la calle Vilniaus (con sus casas de colores), la Casa Perkūnas (de un gótico muy peculiar), el Antiguo Ayuntamiento (con forma de iglesia y hoy conocido como 'cisne blanco'), etc. Pero destacaramos por un lado las cabinas de teléfonos, muy antiguas y que recuerdan a las de Londres; por otro, el castillo, el símbolo de la ciudad; y por último una mezquita tártara, que solicitó construir la comunidad tártara de la ciudad. Por cierto... hay muchos baños públicos en los que hay que pagar una lita para entrar... ¿cómo se llama la mujer que las recoge? ¿Litera?
Un lugar poco conocido pero muy curioso de Kaunas es la estatua de ‘El Sembrador de Estrellas’, en recuerdo a una importante pintura eslovena (y que aparece en las monedas de 5 céntimos de ese país). Lo original de esta estatua es que un artista local pintó unas estrellas ne la pared de detrás, para que, mediante un inteligente juego de sombras, parezca que está 'sembrando estrellas'.
Va siendo hora de recogerse y, después de tanto hotel urbano de los días anteriores, cambiamos de tercio y nos vamos a un alojamiento rural. En el extremo sur de Lituania, llegamos a Druskininkai, donde la temperatura no llega a tener dos dígitos. En estos sitios no suele haber recepción, así que llamamos al teléfono que nos habían indicado, pero no conseguimos contactar. Es de noche, hace frío y un coche ruso aparcado al lado del nuestro no para de montar un escándalo con su alarma cada vez que nos acercamos. Llega otro coche, de matrícula bielorrusa y ya somos cuatro esperando (y estamos en minoría si sumamos los rusos que estarán ya acostados). De la nada aparece un hombre mayor, con poco pelo y ojos hundidos, diciendo 'roski, polski, lietuvoski', que tendrá cinco carreras pero que sabe de inglés nada y menos (esto se complica). A los bielorrusos les abre la puerta y a nosotros nos deja esperando en el frigorífico natural que es esa zona (esto ya preocupa). El hombre, que con nosotros ni pío pero que por teléfono parece un adicto al grochi, empieza a fijarse en nuestra matrícula y en el coche. (como sepa hacer un puente, nos la lía). Pero empezamos a 'hablar' con el y le decimos que no somos estonios (por la matrícula) y que el coche es alquilado, a lo que él nos indica que el coche parece muy bueno (la tensión se relaja). Después llega una mujer que entra, sale, sube y baja (claro, así no nota la glaciación que se está produciendo), y, enfila al bielorruso porque éste también no deja de entrar y salir del coche a por papelitos, pero de uno en uno en lugar de llevar toda la carpeta (nueva versión del juego frío-frío-caliente-caliente). Y por fin viene a donde nosotros... ¿sabrá inglés, no? Pues no, sólo roski roski (la prima de riesgo vuelve a aumentar, ¿pedimos el rescate ya?). La seguimos a otra casa y empieza a abrir puertas con llaves (¿pero acaso es un búnker de la KGB?) y finalmente nos enseña un apartamento, algo antiguo, pero con dos habitaciones, baño y cocina, enterito para nosotros. Parecía que nunca iba a llegar el momento de decir... ¡¡hasta mañana!!
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