15 sept 2012

Esto es Estonia ya

A las seis y media de la mañana el despertador suena diferente cuando es para marcar el pistoletazo de salida de las vacaciones. Tras unos breves preparativos de última hora en seguida llegamos al aeropuerto de Barajas, y, con una puntualidad y eficacia germana, nuestro vuelo de Lufthansa abandona la pista de despegue con rumbo a Fráncfort, destino en el que hacemos escala. No hay boletos de lotería, ni cigarrillos electrónicos, ni colonias que pasean en carritos, ni boletos para hacerse de la jetset, ni prensa con precio de más y sumplemento de menos... todo lo costean los alemanes ¡¡volamos con Merkel Air!!

Desde el aire abandonamos la península por el cantábrico... 'Aquello es Bilbao' dice Pablo... Quizá por la presión atmosférica, quizá por el olor al desayuno que están preparando en la parte de atrás del avión, pero tardo en reconocer la capital de mi Vizcaya querida. Una hora después, con desayuno y medio en el estómago (la dieta de Pablo es muy generosa, pero sólo conmigo), veo que sobrevolamos una ciudad bastante grande... 'Eso es París' dice Pablo. ¿Pero con quién vuelo, con Google Earth?

Con un tiempo nublado, aterrizamos en el aeropuerto de más tráfico de Europa... y esto debe de hacer referencia tanto a sus pistas como a los pasillos de la terminal, porque entre la gente circulan cochecitos, segways, bicicletas y maletas... ¡¡Sí, maletas!! Cuando crees que ya está todo inventado en el transporte rodado, va y aparece un hombre montado en un monopatín integrado en su maleta... ¡¡y a menuda velocidad!! ¿Qué carné habrá que sacarse para poder conducir eso?

Una hora después volvemos, casualmente, al mismo avión y a los mismos asientos... casi conseguimos mantenerlos calentitos. Seguimos rumbo al noreste, ya hacia nuestro destino final, la capital de Estonia. El tiempo por esta parte está bastante nublado, así que no hay capitales por adivinar (y rezo porque no exista Google Cloud). Entre una mayoría de alemanes y estonios, una azafata que nos sirve la comida nos pregunta que a ver de dónde somos, ya que nuestro acento le resulta familiar. Como en todo avión, siempre hay una que juega a azafata mala y otra a azafata buena, así que estamos de suerte. Nos cuenta que ha estado en Málaga de vacaciones, que ha aprendido algo de español y que se encontró un gato que se llevó a Alemania y al que ha bautizado como Pedro. Por favor, si a algún malagueño que nos lea le falta un gato, que se pase por Baden-Baden. Empiezo a pensar que esta relación hispano-alemana del rescate se está poniendo peligrosamente de moda.

Y por fin llegamos al aeropuerto pequeñínn de Tallinn. No tendrá hombres montados en maletas, pero sí una cabina telefónica ¡que funciona con Skype! Y es que, resulta que la compañía líder de llamadas por internet nació en esta ciudad y en ella sigue teniendo su sede. No hay tiempo de telefonear, así que nos dirigimos a recoger las maletas. ¿Sabéis eso de cuando estás esperando nervioso porque ves que no terminan de salir tus maletas y te pones a pensar en qué aeropuerto estarán tus calzoncillos y en si le diste a algún botón que no debías en la facturación on-line? Pues no, no nos ha pasado, porque nuestras maletas salen de las primeras como si tuviesen las mismas ganas de empezar a descubrir la ciudad que nostros.


Para no conocer el lugar, en menos de cinco minutos nos encontramos ya a bordo de un minibus que nos llevará al centro de la ciudad. Bueno, casi sería un taxi-bus, porque vamos sólo nosotros dos (hacia la mitad del camino se montará una joven de maleta bailona). Nuestra parada es Balti Jaam, para nosotros 'el jamón báltico' y para los estonios 'la Estación de Ferrocarril'. El hotel está justo en la estación, y no me refiero a que esté al lado, sino a que el hotel forma parte de la misma, ya que está conectado por un túnel volado con el vestíbulo de la estación. De hecho la moqueta del hotel simula unas vías de tren. Es como si te alojases en un hotel marca Renfe. El hotel está bastante bien... pero por todos los lados hay unos artísticos cuadros fotográficos, en los que sale ¡¡el hombre del saco!!

Con nuestros relojes ajustados a la hora de más que hay de diferencia con respecto a la hora de la España peninsular, nos disponemos a aprovechar las horas de luz que nos quedan. Mapa en mano, y a pocos metros del hotel, cruzamos la muralla para descubrir uno de los cascos históricos medievales mejor conservados del norte de Europa. La ciudad vieja se divide en dos partes: por un lado la parte alta (denominada Toompea) donde vivía la burguesía y por otro lado la parte baja donde vivían los artesanos y el burgo. Hoy exploraremos Toompea, la parte alta, desde la que hay unas expléndidas vistas ya que hay varios miradores como el de Kohtuotsa, desde donde divisar esta ciudad de cuento de hadas.


Casas de colores, el Castillo de Toompea e iglesias de diferentes confesiones forman una sinfonía arquitectónica que data del siglo XIII y que tiene raíces danesas. Pero si algo destaca en el barrio noble de la antigua ciudad, es sin duda la Catedral de Alexander Nevsky. Fue construida a finales del siglo XIX por el zar ruso Alexander III, y, estuvo a punto de ser derruida porque para los estonios es un símbolo de rusificación de la época. Como en el oeste de Europa los edificios religiosos son más sobrios, para nosotros, la creatividad ortodoxa de estos edificios ¡¡son un símbolo de bulficación!! We love bulbits!!

Anochece en Toompea y empieza a refrescar. Pero, antes de cenar, queremos ver un poco más de lo que nos espera mañana, así que bajamos hacía Raekoja Plats, la plaza del ayuntamiento. ¿Vamos por la pata larga o la pata corta? Resulta que la ciudad alta y la baja sólo estaban conectadas por dos calles, para evitar que los nobles y el 'populacho' se mezclasen... Pikk Jalg es la pata larga, por la que la gente iba montada a caballo; Lühike Jalg es la pata corta, por la que la gente iba andando. En cualquier caso nos vamos 'pata abajo'... y llegamos a la maravillosa plaza del ayuntamiento, con preciosos edificios que hay por todos sus laterales y muy animada con los bares y restaurantes. ¡¡Bien merecido tiene el título de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco!! 

Se va haciendo tarde y toca reponer fuerzas... como ya tendremos tiempo para disfrutar de la gastronomía báltica en los 14 días que tenemos por delante, visitamos un restaurante que mucha gente recomendaba en foros de internet: African Kitchen. Como no suele haber muchos restaurantes africanos, probamos suerte y resulta ser todo un acierto. La comida mezcla dulce y salado, comida occidental con africana, lo tradicional y lo arriesgado. ¡¡Altamente recomendable!! Un último paseo, y a descansar... mañana hay mucho que descubrir... ¿Tallinn? ¡¡Tallinazo!!

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