Junta mar, orden y elegancia, y el combinado se llamará Helsinki. El trazado de la ciudad se compone de avenidas y calles rectas, con edificios antiguos de diferentes estilos y edificios modernos con clase. A diferencia de otras ciudades en las que parece que no exite modernidad sin descontrol, aquí todo guarda una perfecta armonía. Cada edificio tiene detalles que han de observarse, y, seguramente, todos esconden una historia que contar. Andar por la ciudad es terminar con tortícolis, pues toca disfrutar del art nouveau que se entrelaza con el cielo azul.
Cerca del puerto, curiosamente el lugar escogido para ubicar el palacio presidencial, los agricultores venden sus productos mostrando orgullosos su género. No es para menos porque tomates, pimientos y bayas, tienen unos colores tan intensos que parecen de plástico. Cerca, en un mercado cubierto, la gran variedad de pescados ahumados llaman nuestra atención, así como la carne de 'poro', que es como se dice 'reno' en finés. ¡¡Qué poros tan apetitosos!!
En la avenida Eteläesplanadi, la Fuente de Amanda simboliza a Helsinki naciendo del mar báltico. Otro enfoque muy diferente le dan los lugareños, pues, al igual que la estatua, se meten desnudos en la fuente para dar la bienvenida a la primavera. ¿No pueden hacer el cambio de armario y desempolvar las pastillas de la alergia como todo el mundo?
Poco a poco, nos vamos acercando al símbolo más conocido de la ciudad, y seguramente el de todo Finlandia: la Tuomiokirkko o Catedral de Helsinki. Tan blanca, tan grande y tan imponente, casi hasta intimida. Sencilla pero soberbia, corona la escalinata de la Plaza del Senado. Los doce apóstoles de zinc de la azotea vigilan los edificios del Senado, la Universidad y la Biblioteca Nacional. Carl Ludvig Engel, quien diseñara San Petersburgo, moldeó esta plaza en estilo 'imperio', creando una maravillosa conjunción de grandes edificios y grandes espacios. Esta plaza te carga las pilas, pero te agota las baterías... de la cámara.
Los tranvías clásicos y los modernos surcan la calle Aleksanterikatu, la única del mundo (que sepamos) que tiene un sistema de calefacción en las aceras para que durante el invierno no haya nieve. Esta calle es el eje de la zona comercial, y vaya tiendas que hay... Las firmas internacionales se mezclan con marcas menos conocidas, pero todas con exclusivas prendas y complementos de gusto refinado. El lujo de los escaparates también es palpable en las calles, pues prácticamente todos los locales van muy bien vestidos y con prendas de calidad.
Los edificios más característicos de la ciudad son los que tienen estilo Judgen, una especie de art nouveau nórdico pero que más bien parecen de Gotham City. ¿Por qué lado saldrá Batman? La estación central de tren es uno de los ejemplos más brillantes, y sus rectilíneos atlantes sujetando lámparas son todo un monumento en sí mismos.
La ciudad tiene mucho que ver y mucho que visitar: el Parlamento, la Casa Finlandia proyectada por Alvar Aalto, el Museo de Arte Contemporáneo Kiasma, el Ateneum, la Oopera (sí, con dos oes), etc. Y un lugar muy concurrido por turistas es el Temppeliaukio o Iglesia de la Roca, una moderna construcción excavada en una roca con una inmensa cúpula metálica y de cristal. Es sábado y muchos locales de traje y vestido de ceremonia asisten a bautizos que, a juzgar por los horarios de apertura al público en general, parece que se celebran cada 15 minutos.
Otro de los símbolos de la ciiudad es el monumento a Jean Sibelius, un compositor finlandés del siglo XX cuya colección de siete sinfonías parece ser que siguen siendo muy populares. El monumento, una serie de tubos de distintos tamaños, se supone que genera sonidos con el aire... pero sólo oimos silencio... que de vez en cuando se ve interrumpido por la música de cámara de turista.
Paseando por el Estadio Olímpico, volvemos al centro. Para ser una ciudad de poco más de 400.000 habitantes hay muchos sitios donde hacer compras y gastar muuuuucho dinero. Grandes almacenes y centros comerciales se complementan con galerías subterráneas, formando un paraíso laberíntico para los poseedores de tarjetas de crédito generosas.
Cae la tarde y comienza la Helsinki nocturna. A diferencia de la cultura de bar y discoteca de las ciudades mediterráneas, por estas latitudes se lleva más los buenos restaurantes con velas en terraza acristalada donde las conversaciones se animan con un buen vino. Pero, a juzgar por la amabilidad y simpatía de la gente, parece que la apertura de mente finlandesa hace que sean capaces de portar un bolso de Prada con la misma elegancia que con la que se tomarían un kalimotxo en una playa canaria estando de vacaciones.
Helsinki, la capital finlandesa que este año sopla 200 velas por su cumpleaños, nos ha encantado... pero nuestros pies ya no pueden más, pues ésta es la cuarta capital que vemos en nuestro viaje. Lo de la sauna de ayer estuvo muy bien, así que, antes de ir a dormir ¡¡a relajarse con el calor de madera como mandan las tradiciones locales!!
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