11 sept 2021

Varna

No sé cuándo lo hacen, no se les oye llegar, ni se les puede evitar... los mosquitos me están acribillando y en este viaje están yendo sólo a por mí. La sangre sabor a ternera, a tzatziki y a Coca-cola los debe de volver locos, y cada vez que succionan bajo mi piel la cafeína del café de anoche pasan a ser adictos a mi hemoglobina. Y luego, por la calle, cada tres por cuatro a rascarme como si tuviera la sarna... y llorando; llorando porque es difícil contenerse a no acariciar gatos y al no poder lavarme las manos en ningún sitio, éstas acaban en mis ojos y éstos me empiezan a escocer por la alergia felina; y moqueando... porque aún estoy algo resfriado del frío ártico del paso de Llogara, de la nevera que era el Monasterio de Rila o de la criogenización en la ruta por los Siete Lagos. Pero aquí estamos, dándolo todo y dejando esa mantita y vaso de leche con miel para la vuelta... porque cuando el viaje se acabe y volvamos al trabajo, seguro que desearemos seguir estando de pueblo en pueblo con la mochila a la espalda y los mosquitos perforándome la piel.


Así que nos ponemos en marcha... hoy rumbo a la ciudad de Varna. Pero antes, visitaremos un par de lugares en los alrededores. El primero es un Bosque de Piedras, un conjunto de unas trescientas piedras de hasta seis metros de altura y que se cree que tienen 50 millones de años. Todo apunta a que es una formación natural... nada de rituales sagrados ni de conspiraciones marcianas, tan sólo un conjunto de piedras que ha dado la casualidad que se han quedado en esa disposición. Y es que, si uno lo piensa, el mundo es tan grande que da lugar a que existan lugares tan singulares como éste.

Volvemos a la carretera y, de repente, se enciende en el coche el indicador de que la presión de las ruedas no es correcta. Sí, esa pequeña lucecita con silueta de neumático, minúscula y hasta tímida... que nos pone nerviosos como si fuera una aviso de guerra. ¿¿Acaso hemos pinchado y tenemos que buscar un taller?? Aparcamos y revisamos las cuatro ruedas... todas parecen estar en buen estado. Volvemos a arrancar para ver si al reiniciar no detecta falta de presión; pero nada, después de la discoteca de colores de los indicadores, la dichosa luz roja permanece. Buscamos una gasolinera para comprobar la presión y, una vez en ella, comprobamos que los cuatro neumáticos tienen una presión incluso ligeramente superior a la recomendada, algo que podría deberse simplemente a que los neumáticos no están fríos. Como en YouTube hay tutoriales para todo, buscamos uno en el que se explica cómo reiniciar el detector de presión. Enciendes, eliges una opción, pulsas varias teclas a la vez, y cuando no sabes si con eso vas a hacer una captura de pantalla... ¡¡el indicador se apaga!! Si con un coche propio cada indicador cotiza a 300 euros de taller y a varias muecas de mecánico en plan "van a ser una cuantas horas de faena", con un coche alquilado se traduce a "a ver cómo justificamos esto a la empresa de alquiler", porque, aunque somos el cliente sientes que hasta deberías haber evitado esa diarrea que una gaviota ha regado por el parabrisas del coche. En cualquier caso, lo importante es que esa lucecilla ha sido como un grano en el peor sitio pero que ya se ha curado.


Nuestra segunda visita de hoy es el Monasterio de Aladzha, un conjunto de cavidades excavadas en una pared de la edad media. Pensábamos que iba a ser como algunos monasterios que vimos en Grecia y en Tierra Santa; pero nada que ver, porque el de Aldazha ya no está en uso. Han puesto algunos cuadros por aquí y por allá para que te hagas una idea pero, la verdad, no aporta mucho la visita. De hecho, nos sorprende que justo aquí hayan cobrado entrada ya que, por lo general, los monasterios suelen ser gratuitos y en los pocos sitios que hay que pagar el precio asciende a la calidad de donativo.


Tenemos todo el día aún por delante y lo dedicaremos a ver Varna, la tercera ciudad más grande del país. En cierto sentido, tiene algunas similitudes con Barcelona (o "Barna" para los amigos): está al borde del mar y tiene unas autovías con accesos de locura en plena ciudad. En efecto, en algunos momentos da la sensación de estar en la mismísima Ronda Litoral, con sus accesos frenéticos y rotondas en las salidas que deciden tu destino. Para no complicarnos con el tráfico, dejamos el coche cerca de un centro comercial y así poder pasear por la ciudad.


Varna no es muy diferente a otras ciudades que hemos visitado, en el sentido de que todo gira en torno a una calle céntrica y peatonal, en este caso el bulevar Knyaz Boris I. Para nosotros es como si ésta fuera nuestra segunda vez aquí; la primera vez fue cuando vimos un vídeo en YouTube en tiempo real de una persona que se paseaba por toda la calle. En mi caso, sólo reconozco la primera mitad, porque con semejante chapa de vídeo, caí dormido a la altura del Starbucks.

Otra de las zonas que hay que visitar en la ciudad es la conocida como Sea Garden, un alargado parque con muchos árboles, estatuas y fuentes donde dar un tranquilo paseo. De nuevo, una cosa que nos llama la atención es que, estando el parque al lado de la playa, ésta a penas se ve. Es más, justo al borde de la arena hay una hilera de restaurantes, chiringuitos de moda y bares que hacen que no puedas ver las olas romper. Tan sólo algunos pequeños recovecos son de uso público y, no sabría decir por qué, pero de alguna forma el resto de establecimientos chic te cortan el rollo para que vayas al trozo "gratis". ¿Qué sería Donostia si hubiese un muro de restaurantes entre el ayuntamiento y el Peine de los Vientos, el ancho de la playa fuese de sólo diez metros y repleto de hamacas, y los lugareños fuesen diciendo un 'da, da, da' ('sí, sí, sí') por la calle? Pues ese efecto es el que tienen aquí: un uso privado de la playa que hace que la ciudad pierda su ambiente costero. Seguro que hay lugareños que no saben que el mar lo tienen cerquita.

A excepción del problema con el indicador de la presión de los neumáticos, el día ha sido bastante tranquilo. Hemos tomado algo en alguna terraza, nos hemos quedado dormidos en algún banco y también nos hemos mojado los pies en el mar. También hemos dado una vuelta por un centro comercial, en el que hemos comprobado que tienen todas y cada una de las marcas del emporio textil español Inditex. ¿Quién dijo que sólo exportábamos el jamón ibérico?

Toca recogerse ya, así que nos vamos al hotel que tenemos reservado frente al puerto; donde, por cierto, Pablo solicita una bombilla porque falta en la lámpara de la mesilla de noche... ¡¡hasta hacemos reparaciones!! Tras un paseo final, constatamos hasta el último momento la relación 'un gato, una máquina de café' que se repite también por toda la ciudad de Varna. Son como los bedeles, controlando cada lugar... estoy por subir uno a la habitación, a ver si detecta y mantiene a raya ¡¡a los invisibles mosquitos!!

1 comentario:

  1. Pues me parece súper bonito, es un Barna jjjjj, anda que te están comiendo los mosquitos, ten cuidado!!!, Me encanta vuestro viaje😍😍😍

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