Para poder realizar este viaje hemos reservado la friolera de 18 alojamientos diferentes y, aunque intentamos siempre que tengan una relación calidad-precio similar, lo cierto es que acabamos conociendo un abanico de lugares muy dispar. El de ayer y hoy se encuentra en un barrio residencial de Plovdiv, en el que grises edificios de la época comunista se alternan con zonas verdes que conocieron tiempos mejores, y donde se encuentra un bloque de tres alturas dedicado al alquiler de apartamentos. Siendo amantes de las plantas altas ponemos siempre en las reservas un 'upper floor if possible', pero esta vez no ha debido de ser posible y nos han dado en la planta baja. Y la planta baja es exactamente a pie de calle: puedes saludar a Krasimira al pasar, asombrar a Svetoslava si sales de la ducha sin toalla o indicar a Hristo cómo aparcar.
El apartamento en sí, está genial: cocina-comedor, habitación y baño amplios y con una decoración atrevida y moderna... y con mucho sobre lo que reflexionar. Tiene cocina pero los únicos electrodomésticos son la nevera y un hervidor; no habiendo ni fogones ni microondas, ¿qué se espera que te puedas preparar? Si encima comprar lechuga es misión imposible, sólo te queda la opción de cenar o café o kalimotxo. Otra cosa rara es que los techos son muy altos y los interruptores están más o menos a la altura de nuestra barbilla... ¿No tiene nada que decir la Sociedad Nacional de Matemática Aplicada? Otra cosa que ya hemos visto anteriormente es que entre la habitación y el salón no hay puerta, ideal para que cuando haces coliflor se impregne el olor en la almohada... ah, no, que no hay fogones y así tampoco es necesaria la puerta. Y luego está el tema del baño... ¡¡pero por qué se empeñan en los países del este y en casa de Horacio a que la ducha moje todo el baño!! Y, por si fuera poco, en este caso puede mojar también el espejo donde los muy kamikazes han puesto un punto de luz, ideal para electrocutarte mientras te duchas... ¡¡al final sí había fogones!!
Diseño de interiores, fachadas ventiladas, reurbanización de áreas de paso, ... con tanto por hacer todas las plazas de arquitecto municipal deben de estar vacantes y seguro que para conseguir una la única pregunta de fuera del temario es la de poner el nombre y apellidos... ¡¡y seguro que puntúa!! A diferencia de los países más ricos donde la estética y alrededores de un edificio son muy importantes, aquí deben de tener resquicios comunistas en el sentido de que el interior de las viviendas están muy bien pero luego las zonas comunes no han conocido renovación; esto nunca lo he llegado a entender, porque no hay nada más individualista que no poner ni un lev para pintar la escalera, la fachada o mejorar un parque... pero bueno, tampoco entendí la famosa mudanza a Galapagar y la vida continúa. Las cosas son como son, y tampoco hemos venido a invertir en properties ¿no?
Plovdiv es la segunda ciudad más poblada de Bulgaria y es una de las ciudades europeas que ha estado habitada más tiempo. Eumolpia, Philippopolis, Pulpudeva, Trimontim, Puldin y Plovdiv han sido sus nombres a lo largo de la historia, ya que dependiendo de quiénes la habitaran cambiaban el nombre a la ciudad. Bautizadores de ciudades del mundo: toca llamarla ya Felinópolis, porque la invasión de gatos ya se ha completado. Como contaba ayer, y volvemos a constatar hoy, hay gatos en cada esquina. Desde cualquier punto de la ciudad siempre hay en tu campo de visión dos cosas: una máquina de café y un gato.
En el 2019 esta ciudad fue Capital Europea de la Cultura y es que, en sus calles se respira historia. Hay un montón de restos romanos, mezquitas, iglesias católicas, ortodoxas, etc. Pero una cosa que nunca habíamos visto es que, por debajo de un teatro romano hayan construido ¡¡una carretera!!
Sin duda, uno de los reclamos turísticos de la ciudad son las casas otomanas del casco antiguo. A diferencia de las típicas blancas que hemos visto durante todo el viaje, las de aquí están pintadas de colores y están decoradas por fuera. Por lo que hemos leído todas eran de mercaderes del siglo XIX a los que los negocios no les habían ido nada mal.
El centro de la ciudad gira en torno a una calle peatonal llena de tiendas, bares y restaurantes. Es muy agradable pasear por ella y perderse sin rumbo fijo por todas las calles cercanas, donde tomar unos donuts gigantes, preguntar precios de iconos pintados a mano o probar productos de cosmética hechos a base de la famosa rosa de Bulgaria.
Plovdiv nos ha parecido la típica ciudad europea de tamaño medio en la que todo está a mano. Es lo suficientemente grande como para tener todo tipo de servicios, pero es lo suficientemente pequeña como para ir de un sitio a otro andando o en bici. Además, está justo en el centro del país, lo cual la convierte en un interesante punto de partida para moverte por el mismo. Aún le queda un poco para que la gente la conozca y la sitúe en el mapa, pero todo llegará, porque tiene mucho potencial.
Toca ya recogerse en nuestro apartamento de la planta baja, porque mañana tendremos un intenso día por las carreteras búlgaras. Pablo, saluda a Ogniana y a Ludmila, corre la cortina y a dormir.
A mi me parece una ciudad muy entrañable....
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