6 sept 2021

¿COVID o con vid?

Con los primeros rayos del sol las casas a medio construir, un perro afónico de tanto ladrar y los plásticos que protegen el tabaco para su secado le dan al lugar un aspecto de zona en guerra. Es muy chocante que la construcción de casas funcione así y que luego vayan vestidos de Balenciaga y Versace Made in Turkey y, más aún, que vayan en coches de media-alta gama. ¿Acaso van montando el coche a medida que pueden? Si extrapolamos su proceso constructivo, deberían ir primero sobre el circuito de distribución, más adelante con la carrocería puesta, en algún momento las ventanas y ya algún día con el exterior pintado. ¿Será que le dan más importancia al rugir del coche que a la seguridad de que los niños no se precipiten por los balcones sin barandilla?

Antes de abandonar Prilep paramos en una oficina de correos, para comprar algunos sellos. Son sólo las siete de la mañana y la oficina ya está abierta; y lo que es mejor, no hay que hacer cola ni hay que coger ticket. Definitivamente, si hay que hacer algún envío en Correos de España es mejor coger un vuelo y hacerla aquí, y así te evitas ir en sábado y que esté cerrado, ir en verano y que no abran ni cinco horas, o que cojas el ticket para 'enviar' y sólo avance el número de 'recibir'. En lo que seguramente hay similitudes es en la cara de terror que ponen al hablarles en inglés. Yo creo que, cuando a una le he dicho 'stamps, stamps' ha estado a punto de levantar las manos; y, la segunda, ha mostrado un aire de extrañeza al decirle que son para coleccionar, porque claro, si los sellos están hechos para enviar cartas, sólo esperan que hagas eso con ellos. La grata sorpresa viene cuando uno de los sellos que me ofrece es de San Metodio, uno de los dos hermanos que la liaron parda al inventarse el alfabeto cirílico.

Ponemos rumbo ya a la frontera, porque hoy nos despedimos de la República de Macedonia del Norte, por segunda vez en este viaje. Como nos sobran unas monedas y ya he guardado una buena muestra de recuerdo, al echar gasolina le digo al cobrador del gas que me cobre esas monedas en cash y el resto en la tarjeta, a lo que me pone la misma cara de desconcierto que la mujer de correos... Pero, si son de curso legal, ¿no? ¡Ni que le hubiera dado billetes del Monopoly!

Nuestros últimos kilómetros por Macedonia vienen marcados por el gran número de carros tirados a caballo que hay en la carretera. Habíamos visto algunos por aquí y por allá, pero a medida que nos acercamos a Bulgaria empezamos a preguntarnos qué es lo que nos espera en el país más pobre de la Unión Europea. Y, efectivamente, no sabíamos lo que nos esperaba...

Llegamos al puesto fronterizo de Macedonia y no hay nadie en la cabina. Ah, que se están todos tomando un cafecito y fumándose el cigarrito y nos indican que esperemos un poco. Así que, hacemos eso, esperar a que hagan un break del descanso para aprovechar a estirar las piernas y trabajar. Le enseñamos al oficial de turno los DNI, la documentación del coche y los pasaportes COVID, y nos deja pasar rodeando la barrera que ni tan siquiera nos levanta. Unos metros más adelante llegamos a la frontera con Bulgaria, donde nos indican que primero tenemos que ir al 'Control COVID'. Nos dirigimos a una caseta prefabricada donde una chica nos pide los DNI, los pasaportes COVID y una prueba PCR. "Ah, no, pero es que estamos vacunados", "Ya pero necesitáis una prueba PCR para entrar en Bulgaria"... el nerviosismo comienza y le decimos que ya entramos en su momento en Bulgaria y que ahora regresamos, pero nada, resulta que Macedonia ha entrado en zona roja y al querer entrar desde allí se necesita una prueba PCR sí o sí... 'Ah, pues aquí tengo una...' le digo y le endoso las pruebas que nos hicimos en Madrid hace diez días. 'Genial... pero... ¿es ésta la fecha? Es que es válida sólo si es de las últimas 72 horas'... ¡¡Mierda, no ha colado!! Lo siguiente es poner cara de 'uy pues no lo sabía' e igual llorando un poco conseguimos pasar. Su corazoncito búlgaro se enternece pero su profesionalidad policial resulta implacable: 'Tenéis que volver a Macedonia, haceros una PCR y si es negativa entonces venís'. '¿Y dónde nos la hacemos? ¿Podemos mirar a ver si cogemos la señal de una red búlgara para tener datos en el móvil? ¿Y si ahora al volver a entrar a Macedonia nos piden también la PCR y quedamos atrapados en este maquiavélico limbo viral?'. Venga, no perdamos la calma y las formas... ¡¡me cago en todo lo que se menea!!

Justo antes de colapsar vemos que otro búlgaro y su familia se encuentran con el mismo pastel y que señalan el camino de vuelta... y casi a la vez, nos acercamos a él para pedirle ayuda mientras la policía nos señala para que él nos ayude. Nos dice que él va a volver a Strumica a hacerse la prueba, que sigamos a su coche pero que tengamos en cuenta que primero tiene que hacer una parada. Y eso hacemos... volvemos a entrar en Macedonia y le seguimos unos 10 kilómetros hasta donde vemos que deja a sus hijos y al perro con quienes pensamos son los abuelos, para luego continuar con su mujer otros 10 kilómetros más. Llegamos a una especie de clínica que tiene un container donde pone 'COVID-19 tests'. El hombre nos cuenta que cuestan 25 euros por persona, que los resultados nos los dan entre las 6 y las 8 de la tarde y que cogen tarjeta de crédito. Bueno, pues encontrar un sitio ha resultado fácil, ¿no? Solicitamos la prueba dando los pasaportes, pagamos y allí mismo nos meten un hisopo por la nariz y otro por la boca... y la suerte está echada.

¿Y ahora qué toca? Pues empezar a rallarte porque en ese preciso momento piensas que tienes todos y cada uno de los síntomas de la dichosa enfermedad y lo que supondría dar positivo. Uy, un tosido... una semana en cuarentena en un hotel con sillones repujados; uy, un estornudo... no vamos a poder volver a corto plazo, vamos a perder los trabajos y vamos a acabar lanzando neveras por la ventana en el barrio de Óscar; uy, creo que tengo fiebre... no vamos a morir en una UCI Macedonia, directamente nos va a matar. Pero bueno, recobremos la calma... es cierto que como nadie lleva la mascarilla hemos bajado un poco la guardia e igual no hemos sido tan estrictos como en España, pero es que hay cosas inevitables: si ningún cocinero ni camarero la lleva, ¿no comes? Si en la calle no la lleva nadie, ¿no sales nunca del coche? Y en los hoteles, ¿rocías la habitación de gel hidroalcohólico como si estuvieras poniendo gotelé?

Sabíamos que todo esto podía ocurrir viajando en tiempos de pandemia. Así que, para intentar no pensar en ello, aprovechamos a conocer Strumica, algo que finalizamos en, más o menos, quince minutos. Es una ciudad sin nada para ver y en la que poco pueden hacer dos turistas con los bolsillos vacíos de denares. Así que decidimos pasar el rato reorganizando el viaje con este día que prácticamente vamos a perder y asumiendo que no estamos contagiados. Y claro, si nos dan como pronto los resultados a las 6 y teniendo en cuenta que en Bulgaria es una hora más, como mucho sólo conseguiríamos llegar al hotel a dormir. Así que, necesitamos poder comprobar el correo electrónico por si los resultados estuvieran antes... ¡¡necesitamos wi-fi de urgencia!! Como ya va siendo hora de comer, encontramos un restaurante con muy buena pinta en el que admite tarjeta de crédito y acabamos hasta arriba porque las cantidades son brutales. Desde luego el olfato y el gusto no lo hemos perdido.

Haciendo tiempo para que los eternos minutos pasen, volvemos al coche a dormir un poco, donde también hemos encontrado una red abierta. Son las cuatro de la tarde y todo apunta a que hasta las seis (que es la hora que nos dijeron) no va a llegar el resultado. Venga, vamos a la clínica a llorar un poco y a ver si se compadecen de nosotros... Llegamos y al preguntar se ponen a buscar nuestros nombres en unas hojas y nos dan dos folios... ¡¡somos negativos!! Ya nos veíamos cruzando la frontera por el monte, o yendo hacia otros países buscando un corredor en el que cada país no pidiera una PCR al país anterior.

Y volvemos a la frontera, donde técnicamente estamos saliendo por tercera vez de Macedonia. En el control de Bulgaria sigue estando la misma mujer en el control COVID, que se alegra de vernos y de oir que llevamos el test hecho. En el fondo, tendría remordimiento por exigirnos una prueba que podría hacer que acabáramos en Entrevías. Pero ahora sí... ya estamos en Bulgaria, en suelo de la Unión Europea que cual Papa casi queremos besar.


Todo este lío de la PCR nos ha causado bastante estrés, pero no queremos dar el día por perdido. Pablo ya había calculado cómo podríamos salvar las últimas horas del día, así que continuamos por las que ahora nos parecen impolutas y magníficas carreteras hasta el monasterio medieval de Rozhen, uno de los mejor conservados. En su interior, los antiquísimos frescos de santos y escenas bíblicas crean una atmósfera de respeto y misterio. ¿Y a qué nos dedicamos nosotros? Pues a buscar los dos santos de los que nos hemos hecho super-fans: los hermanos Cirilio y Metodio. Es como buscar a Wally pero en un templo ortodoxo.


Desde el mismo monasterio, se divisan los peculiares montes de Melnik, con sus cortes pelados y tierra arenisca que se asemejan a las Médulas en la provincia de León. Todo un capricho geológico que resulta encantador.


Y, también muy cerquita, está Melnik, el pueblo más pequeño de toda Bulgaria, con tan sólo 25 habitantes. Este pueblo es famoso en todo el país por la producción de vino y hay hasta un museo donde degustar sus caldos y conocer el proceso de elaboración. Esa elaboración es tan artesanal que en los puestos se vende el vino en botellas de plástico, etiquetadas y con todos los controles, pero sin buscar que el envase resulte más interesante que el propio contenido. Como Pablo tiene que conducir, pruebo yo varios vinos blancos y nos compramos una botellita para consumir poco a poco en todo lo que aún nos queda de viaje.

El día de hoy es justo el del ecuador de nuestro viaje y ha resultado ser de lo más intenso. Pero, por fortuna no hemos acabado con COVID y sí con vid... ¡¡y viva el vino!!

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