Abandonamos el corazón de Bulgaria para dirigirnos hacia el este, hacia la conocida como Chernomorie o Costa Búlgara del Mar Negro. Con sus casi 380 km. de costa, son un reclamo vacacional principalmente para los habitantes del país, aunque como veremos a lo largo del día, pensamos que también hay muchos rusos dado que hay carteles traducidos a su idioma (que se diferencia ligeramente de las indicaciones búlgaras) aunque parece que no se llegan a entender (y recurren al inglés).
Hoy la idea era ir a la playa, pero parece que no va a ser posible ya que está nublado si bien la temperatura es agradable. Nuestro primer destino del día es Sozopol, una localidad cuyo casco histórico está situado en una península y que está llena de turistas. En el aire se respira el salitre del mar y se percibe un ambiente relajado, en el que los turistas pasean por las calles repletas de tiendas de recuerdos. Al recorrer sus calles empedradas se puede disfrutar de un estilo de casa otomana que aún no habíamos visto: casas con la madera al natural que acaban oscureciéndose. A diferencia de las casas de colores de Plovdiv y las típicas blancas del resto del viaje, éstas de madera tienen un aspecto más natural y casi hasta más acogedor.
Pero, ¿qué falta en el paisaje? Pues algo que ya vimos en Turquía, Rumanía o Georgia, pero que aquí teniéndolo a cincuenta metros no se ve: el Mar Negro. Lo lógico sería que, estando rodeado por el mar, éste fuera protagonista en Sozopol. Sin embargo, es todo lo contrario, parece que la localidad vive de espaldas al mismo. Si acaso, desde algunos restaurantes puedes verlo, o si vas expresamente... pero salvo el olor a mar y en ocasiones el sonido de las olas, el mar permanece escondido.
Para descansar un poco, aprovechamos a comer en un restaurante en el que traducimos la carta con el Google Lens, cuya traducción no es muy acertada y aparecen algunos disparates. Por si fuera poco, un plato nos intriga... ¿quién comerá 'Mycaka'? Ah, que es 'musaca' en cirílico (una vez más, menudo lío montaron Cirilo y Metodio). El camarero nos pregunta que a ver qué idioma hablamos y Pablo empieza 'english, french, spanish'... y, de nuevo, de spanish nada, así que acabamos eligiendo en english y en français. Las cantidades no son muy copiosas, excepto para unas avispas a las que les hemos caído en gracia y las cuales cortan trozos de los restos de comida como si tuviesen una motosierra, para luego salir volando con ellos. "Bueno, ¿tomamos un café?" pregunto; "Vale, pero en Nesebar" dice Pablo.
Unos cien kilómetros al norte está Nesebar, otra localidad vacacional de la costa del Mar Negro y de parada obligada. Al igual que Sozopol, su casco histórico se encuentra en una península y, de la misma forma, parece que vive de espaldas al mar. Nesebar es Patrimonio de la Humanidad por ser una de las ciudades con más iglesias por habitante del mundo, ya que llegó a tener 42. Ese hecho denota el poder que tuvo en su momento, hasta el punto de que llegó a ser una ciudad estado.
Por sus empedradas calles hay muchas tiendas de recuerdos, de artesanía, restaurantes, iglesias-museo,... y máquinas de vending de café: este país está repleto de ellas. Si buscas una fuente de agua lo tienes realmente difícil, pero como quieras un capuccino en vaso de cartón no tienes más que buscar a tu alrededor. Como los precios en los bares están inflados por ser un lugar turístico, optamos por tirar de café de máquina para recordar el café de la oficina que llevamos mucho tiempo sin probar. ¡¡Al final nos hemos tomado el café en Nesebar!!
Hoy dormiremos en un apartamento que hemos alquilado cerca de la playa sur de Nesebar. Después de registrarnos, salimos a dar un paseo y en una mezcla de panadería y asador cercano una mujer reclama nuestra atención. Nos pregunta a ver si sabemos búlgaro o alemán, pero le decimos que sólo inglés, francés, español y euskera... así que, a pesar de que podríamos montar in situ una Escuela Oficial de Idiomas, tiramos de nuevo de Google Lens para interpretar la carta. Hoy queríamos hacer día depurativo, pero termina siendo depurativo de alimentos saludables, porque acabamos metiéndonos una buena ración de carnaza entre pecho y espalda.
Para terminar el día damos un paseo por el borde de la playa. En España habría un paseo marítimo con bancos donde sentarse y farolas que lo iluminen. Aquí, al contrario, el paseo consiste en caminar entre las mesas de los restaurantes, entre tramos de jardín de hoteles y por zonas de tierra que están completamente a oscuras. Se podría decir que es el mismo concepto que en las casas... si vas a un restaurante, a un hotel o a una playa privada, está todo muy bien; pero las zonas comunes están olvidadas, no hay inversión para lo que es de todos. Por eso España es casi la primera potencia turística del mundo... porque las playas, paseos y zonas de esparcimiento están cuidadas y las puede disfrutar cualquier persona... sin tropezar con un hierro donde hubo un banco, o por la noche por tropezar con una piedra al intentar pasear por la playa. Desde luego que si quieren competir con nosotros, lo tienen... la mar de negro.
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