La cuenta atrás para que termine nuestro viaje ha comenzado: sólo nos quedan tres días de aventura balcánica. A estas alturas hay sentimientos encontrados; por un lado, el deseo de no volver para evitar la reincorporación a la rutina; por otro lado, el deseo de volver para descansar de verdad, comer más sano y ¡¡volver al alfabeto latino!! Ya somos todos unos expertos leyendo letreros de un tirón y en la carretera hay veces que ya ni necesitamos que nos pongan los nombres en nuestro alfabeto. El hecho de que se escriba todo de forma diferente, aunque pueda resultar complicado al principio, es una riqueza cultural que no se debería perder; antes de venir pensábamos que nada iba a estar con nuestras letras y que leeríamos todo a velocidad de párvulo... pero en todos estos días hemos visto que la mayoría de señales, muchos nombres de establecimientos y los anuncios "modernos" utilizan el alfabeto latino debido a la globalización. ¡¡Hay si Cirilo y Metodio levantaran la cabeza!! ¿¿Qué pensarían si vieran el estado de su éxtasis ortográfico doce siglos después?? De lo que estarían contentos es de que, en pleno siglo XXI hayamos descubierto sus cinco reglas: 1) cambiar unas letras por otras ('R' por 'P', 'S' por 'C'); 2) voltear algunas letras (la 'N', la 'R'); 3) incluir letras de otros alfabetos (fi, omega) ; 4) incluir símbolos (el marcianito, el ahorcado); y 5) incluir algún número (el '3'). ¡¡Vaya panda de gamberros!! Es de tal demencia que hasta les reconocemos el mérito de que hayan convencido a tantos millones de eslavos. A nuestra vuelta, vamos a tener que escribir de vez en cuando en cirílico para que este pedazo de nivel no lo perdamos.
Lo que no echaremos de menos son las carreteras de los cuatro países visitados. Aunque las de Bulgaria son las mejores de los cuatro, siguen distando mucho de las españolas (aunque luego nos quejemos también de ellas). Parcheadas, sin arcenes, con velocidades reducidamente imposibles, con pequeños lugares de descansos en los que siempre hay alguien, con señales que te indican un lugar sólo cuando ya has llegado, con policía controlando la velocidad, con adelantamientos en los peores momentos, con tractores, con enormes camiones que se te pegan, ... Creo que nunca llegué a la etapa final del mítico Out Run, pero para vencer a la máquina la última prueba debería ser algo así como el Balkan Tour. En nuestro caso, como hoy es nuestro último día de alquiler de coche, nuestra última "pantalla" será Koprivshtitsa y el "monstruo final" será la agencia de alquiler.
Sinceramente, habíamos puesto Koprivshtitsa porque pilla de paso. En la guía indicaba que era otro de los pueblos más bonitos de Bulgaria y teníamos la intención de no volver a caer en la trampa... pero hemos caído. Sin grandes expectativas, dejamos el coche en un parking a la entrada del pueblo, en el que no está claro si hay que pagar o no. Después, siguiendo el transcurso del río llegamos al núcleo de esta pequeña población y donde descubrimos que tiene preciosas casas otomanas pintadas de colores, calles empedradas y ese aire rural edulcorado que encanta a los urbanitas (sí, ése escenario en el que todo está perfectamente colocado como en La Casa de la Pradera y en el que, siendo supuestamente "rural", no ves boñigas por ningún lado).
También habíamos dudado sobre la grandísima importancia que tiene esta localidad en la historia búlgara, ya que, después de haber visto innumerables monumentos a gente supuestamente imprescindible para el país, pensábamos que iba a ser más de lo mismo. Pero no... resulta que aquí se gestó el movimiento revolucionario que desencadenó el conocido como 'Levantamiento de abril de 1876'. El imperio otomano estaba en decadencia y los búlgaros querían separarse después de estar quinientos años bajo el mandato de los turcos (los cuáles les permitían construir iglesias sólo si el suelo de éstas estaba unos escalones por debajo del nivel de la calle). Un grupo de rebeldes se organizó para atentar contra los turcos y cuando se precipitaron las cosas, todo salió bastante mal (a algunos los mataron, otros se suicidaron y otros huyeron). Sin embargo, este levantamiento fue el germen para que finalmente se consiguiera la independencia y, el puente donde asesinaron al primer turco, se convirtió en el lugar que simboliza el inicio del cambio.
Para nosotros, este punto también simboliza el cambio, pero para nuestro viaje: toca devolver el Renault Clio que nos ha acompañado durante 19 días y 4.275 km, y que se ha comportado como el mejor de los SUV. Llegamos a la terminal 2 del aeropuerto de Sofía y... ¡¡a pelear!! La devolución del coche de alquiler siempre es un momento de alta tensión, porque siempre intentan colarte algún desperfecto que no has hecho, una limpieza que estaba incluida en el precio o que justo los días impares hay un recargo especial. Además, debido a que sacábamos el coche a varios países y que en especial Kosovo era peligroso, nos bloquearon una cantidad bastante elevada en concepto de depósito. Así que, llegamos con las uñas limadas para pelear y, contra todo pronóstico, todo va como la seda. Revisan el coche sin entrar mucho en detalle, nos realizan el desbloqueo del depósito y el que nos atendió cuando cogimos el coche charla distendidamente con nosotros sobre el viaje. Lo que nos pide como favor es que le pongamos una buena opinión en TripAdvisor, así que, después de lo bien que ha ido todo, les califico con un Excelente muy gustosamente.
Por delante nos quedan unas 48 horas para conocer Sofía, la capital búlgara. Lo primero que hacemos es coger el metro hasta el hotel, un Best Western de categoría superior a todos los hoteles previos de nuestro viaje. Al tratarse de una ciudad más grande y ser los últimos días, queríamos un alojamiento que nos dejase buen sabor de boca, que fuese la guinda del pastel en cuanto a alojamiento se refiere. Cuando llegamos un joven trajeado que chapurrea el castellano, nos atiende muy amable y servicialmente, indicándonos que él es el manager y que si necesitamos cualquier cosa está a nuestra disposición. No somos mucho de que nos hagan la pelota, pero bueno, de vez en cuando no viene mal.
Lo que queda de tarde lo dedicamos a pasear por la ciudad, sin una ruta fija y picoteando lugares que en los próximos dos días visitaremos con más detalle. En una primera aproximación, vemos que es una ciudad muy del 'este': pasas por barrios con calles y edificios decrépitos, y justo al lado encuentras otro barrio con calles peatonales y todo bien cuidado. El centro, como siempre, está muy limpio, ordenado y agradable; hay edificios gubernamentales imponentes, parques con flores y monumentos con paneles explicativos. Casi de casualidad, encontramos ¡¡una calzada romana que sigue en uso!!
A eso de las ocho de la tarde, y ya siendo de noche, vamos al Bulevar Vitosha, una zona peatonal llena de tiendas y de restaurantes. Para ser un miércoles está realmente animado y todas las terrazas están a rebosar. Como casi nadie lleva mascarilla (excepto nosotros), y en esta calle Vitosha vi-tosher a más de uno, preferimos no tentar a la suerte y buscar un lugar más alejado para nuestra última comida del día. Sin buscarlo, hemos caminado bastante y estamos ya agotados, así que, toca retirarnos a nuestro hotel 'el Mejor del Oeste' en esta ciudad de lo mejor del 'Este'.
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