2 sept 2021

Rumbo al sur albanés

Circular por las carreteras albanesas es todo un espectáculo y siempre hay algo nuevo por descubrir; lástima que no me haya traído unas pipas para amenizar el espectáculo. A pocos kilómetros de Tirana vemos varias tiendas que fabrican figuras en mármol y piedra. ¿Pero pensáis que hacen las típicas carretillas para poner plantas, unos caballos piafando o unos gnomos que acaban viajando por el mundo? ¡¡Nada de eso!! ¡¡Acabamos de ver una estatua de la Libertad de unos tres metros!! ¿Pero quién pone eso en el jardín? Unos cuántos kilómetros después le encontramos una posible explicación: para decorar salones de boda. Ya hemos visto unos cuántos edificios de un blanco impoluto, recargados como el rococó y con esculturas imitando a palacios tipo Versalles, en plan castillo medieval o en plan terma romana. ¡¡Menudo exceso!!

Los recintos nupciales pueden estar muy cuidados, pero eso no quita que poco más adelante se te crucen en la carretera pavos, unas gallinas, un hombre con tres ovejas, una vaca pastando justo en el arcén, ... esto en occidente sería normal en un entorno rural, pero aquí todas esas cosas ocurren en cualquier carretera. Además, empezamos a pensar que tienen un poquito de obsesión con los coches, ya que abundan los talleres y los lugares donde lavar el coche, para que cuando te adelantan los BMW, Audi y Mercedes veas lo brillantes que están. Eso sí, seguro que ese glamour se pierde un poco cuando echan en gasolineras con nombres como Kastrati o Anoil.

Hablando de gasolineras... resulta que aquí el uso de la tarjeta de crédito no está muy extendido. Como no nos quedan muchos leks albaneses y hemos visto que nuestro banco no nos hace un buen cambio, paramos en una gasolinera y pagamos en Euros pidiendo que nos den las vueltas en leks. Sí, en estos países cogen euros sin ningún problema, aunque siempre redondeando ligeramente para su beneficio. Pero oye, nos vamos con nuestra gasolina echada y unos cuantos billetes libres de comisión.


Nuestra primera visita de hoy es Berat, a la que se la conoce como la "ciudad de las mil ventanas" debido a que en las faldas de los montes de ambos lados del río hay cientos de casas de estilo otomano, con sus fachadas blancas y ventanas marrones. Uno de los lados del río es católico y el otro es musulmán, y en lo alto de la ciudad está la fortaleza, desde la cuál hay unas preciosas vistas de la ciudad. De aquí son los dos códices púrpura conocidos como los "Beratinos", uno escrito en letras de oro y otro en letras de plata; se trata de manuscritos de dos evangelios cuya existencia sólo la conocían dos monjes, y que, tras más de seis siglos custodiados, cambiaron luego de manos e incluso llegaron a perderse. Hoy, esos manuscritos están en la lista de Memoria del Mundo de la Unesco.


Después, visitamos el Monasterio de Ardenica. Es más pequeño que otros que hemos visitado, pero no por eso menos importante. Aquí es donde están los primeros textos escritos en albanés y también es el lugar donde se casó Skanderbeg. Parece que estamos peregrinando por los lugares emblemáticos del héroe nacional. Si estuviese aquí Raphael, cantaría eso de "Skanderbeg es un skanderbeg!!!


Continuamos nuestro recorrido dirección sur y llegamos al Monasterio de Shën Mërisë en Zvërnec. La peculiaridad de este monasterio es que está en una isla en la laguna de Nartës, y para llegar a él hay una pasarela de madera. Es un lugar realmente agradable, al que la gente acude a dar un paseo. Incluso unos novios se están haciendo el reportaje de bodas, aunque eso no es muy de fiar... hemos visto novios haciéndose fotos ¡¡en plena carretera!!

Hoy dormiremos en Dhërmi, y para llegar hasta allí la única carretera que hay es la que cruza el Parque Nacional de Llogara. Cruzar un parque nacional cuando está atardeciendo puede parecer muy agradable, pero con una altura de 2.000 metros salir del coche en camiseta y pantalón corto es una temeridad. Hemos parado para hacer unas fotos y hemos vuelto al coche tiritando y entumecidos... ¡¡es peor que Burgos en plena ola de frío!! ¿Y para qué hemos salido? Pues para ver el Paso de Llogara, un serpenteante descenso del puerto que ha sido escenario de muchos anuncios y que deja al puerto de Orduña al nivel de "cuatro curvas de nada".

Ya ha anochecido y encontrar el hotel es una aventura. No está señalizado ni viene en los mapas, pero con las coordenadas GPS y preguntando a la gente, conseguimos encontrar el hotel y a otros huéspedes que estaban tan perdidos como nosotros. Una vez acomodados, decidimos bajar al paseo de la playa, que resulta estar a unos quince minutos campo a través y sin más luces que la de la linterna del móvil. ¡¡Nos hemos convertido en ellos!! Como dos gatos asustados las luces de los coches que serpentean por la oscura carretera nos iluminan para evitar las alcantarillas sin tapa que se alternan con restos de cemento en la calzada. Sabíamos que esto no era Benidorm... y poca competencia podrá hacerle ¡¡si no enciende las farolas!! Toca ir a dormir ya, para mañana descubrir la ribiera albanesa... desde la ventana.

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